MANUELITA SÁENZ
1.
Hablar de la transmigración de las almas es referirse a filósofos, pensadores, escritores, artistas y místicos de todo tipo. Es una idea que trascienda los continentes y las diferentes culturas. Edgar Allan Poe escribió relatos fascinantes basado en esta doctrina y creyó fervientemente en que algo perdura en el momento de la muerte, algo continua su transito hacia lo desconocido. Basta recordar El caso del señor Valdemar, Revelación mesmérica o Metzegerstein. Borges también uso narrativa mente esta idea en cuentos y poemas. El premio nobel de literatura William B. Yeats escribió un prodigioso ensayo titulado Magia, en el que cuenta una sesión con una pareja de mediúm en las afueras de Londres. Y no hay que olvidar el final esplendoroso de Sharaya el Santón de Jandiprur, el relato de Álvaro Mutis, grupos esótericos muy selectos como la orden La Orden Hermética de la Aurora Dorada contaban en sus filas con escritores como Arthur Machen, H. G Wells y Bram Stoker, el autor de Dracula.
2.
En La locura de nuestro tiempo me referí por primera vez a un suceso que me marcó sobremanera hace unos años y que no ha dejado de perturbarme desde entonces. En 1997 fui como profesor visitante a una universidad de Estados Unidos, en el estado de Virginia. Llegó el invierno y yo vivía enclaustrado en los predios de la universidad, entre un apartamento pequeño que tenía y los salones donde solía dictar clase. Así iban pasando los días, las semanas y los meses, atrapado en una rutina que no dejaba de aburrirme.
La tarde de un viernes, cuando salía de la universidad enfundado en mi chaqueta de invierno y con un morral atiborrado de libros en la espalda, una de mis estudiantes mujeres detuvo su carro, abrió la puerta del copiloto y me gritó con una sonrisa en los labios:
-¿Tiene tiempo, profe? ¿Lo puedo invitar a tomarse un café o una cerveza?
Me causó gracia la invitación. Sussan era una de mis estudiantes preferidas, alta, de rasgos finos, inteligente y simpática. No había nada qué pensar. Le dije que sí enseguida y me subí a su carro feliz de no tener que llegar a mi apartamento a encender la calefacción, a leer dos o tres horas más y a ver la tele en la noche en busca de alguna película antes de dormir.
Ella me dijo que fuéramos por la carretera central hasta un pueblito que estaba a unas dos horas de camino. Le dije que me parecía magnifico. Nos fuimos conversando muy animados. Ya el curso se había terminado y solo faltaba que yo calificara unos exámenes y entregara las notas.
Cuando llegamos al pueblo, ella se detuvo en una taberna, nos bebimos dos o tres cervezas y después me llevó a una casita pequeña al final de una calle perdida entre unos matorrales. Le pregunté qué estábamos haciendo en ese lugar.
-¿No recuerdas nada?- me preguntó ella como ida, como si estuviera en otra dimensión.
-No conozco este sitio, nunca he estado aquí- fue mi respuesta.
-Mira bien las ventanas del segundo piso, el antejardin, el columpio que está en la parte trasera- me dijo ella en un tono que era casi una suplica.
Me tomé unos segundos y revisé la casa. Nada. No recordaba a ver visto esa construcción en ninguna parte. Empezó a nevar. El frío me calaba los huesos. Sussan se quedó en ese estado, suspendida, ensimismada, y entonces me dijo atravesada por una tristeza muy antigua:

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Paranormal Colombia
Teen FictionTodos los derechos le pertenecen a su autor Mario Mendoza;el escritor colombiano que mas hondo ha cavado en las tinieblas del alma humana, el narrador de nuestra capacidad para infringir dolor, regresa con un libro sobre los caminos insospechados de...