Diosas madres y sacerdotisas

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En las culturas primitivas se admiraba la circularidad femenina como una clave cósmica. los veintiocho días del ciclo menstrual unian la mujer a los veintiocho días del ciclo lunar. Del mismo modo que el día y la noche se repetían en una secuencia interminable, de la misma manera que las estaciones iban y venían una detrás de la otra, y de la misma forma que los pájaros migraban siempre en la misma época del año en busca de zonas menos gélidas o que los peces o las tortugas iniciaban sus ciclos de fecundación y regeneración, el cuerpo femenino tenia incorporada dentro de sí esa circularidad, es perfección espacio-temporal.

Admiramos y le rendimos culto durante milenios a diosas madres y sacerdotisas en cuyo regazo encontramos paz y tranquilidad. la famosa Edad de Oro en la que fuimos felices, en la que aún no habíamos sido expulsados del paraíso, se corresponde con esculturas femeninas voluptuosas encontradas en distintos lugares del globo.

En 1862, el historiador francés Jules Michelet escribió un libro magnifico: La bruja, se señala en él una distinción natural entre los dos sexos, y el poder de la mujer como fuerza originadora y preservadora del destino de la humanidad. las claves de una conexión interdimensional las tiene solo la mujer y no el hombre. Nosotros hemos sido expulsados de esa perfección: no estamos enchufados a los ritmos estelares, no podemos engendrar, no damos vida.

Dice Michelet:

Todo pueblo primitivo tiene el mismo principio, según vemos en los viajes. El hombre caza y combate: la mujer se ingenia, imagina; crea sueños y dioses. Es evidente en su ocasión; tiene dos alas infinitas, las alas del deseo y de la soñadora fantasía...Sencillo y conmovedor principio de las religiones y de las ciencias. Después de todo se dividirá: comenzará el hombre especial, juglar, astrólogo o profeta, nigromante, sacerdote, médico...Pero al principio la mujer lo es todo...Una religión fuerte y viva, como lo fue el paganismo griego, comienza por la sibila y acaba con la bruja y hechicera. La primera, hermosa doncella, lo meció a la luz del día, le dio encanto y esplendor; más tarde, decaído, enfermo, en las sombras de la Edad Media, en las landas y bosques, fue protegido por la hechicera, que escondiéndolo con con piedad intrépida lo alimentó y prolongó su existencia todavía. Así, para las religiones, la mujer es madre, solicita nutriz y guardadora fiel. Los dioses son como los hombres: nacen y mueren en su seno.

Este enorme poder de la mujer lo atribuye Michelet a dos facultades principales, que tienen entre sí una relación de causalidad. ¨El iluminismo de la locura lúcida¨, que corresponde a la segunda visión, a esa capacidad de descubrir y de crear simultáneamente una realidad más allá de las cosas mismas. Es la mirada que inventa y devela, construyendo a su alrededor un nuevo mundo tan valido como el primero. Y ¨la concepción solitaria ¨, que se refiere a la partenogénesis o capacidad de la mujer para concebir. Esta fecundidad, según Michelet, se presenta con igual fuerza tanto a nivel corporal como a nivel espiritual. Ella engendra la especie y al mismo tiempo la conecta con lo desconocido, con el misterio, una realidad paralela que siempre está, más allá.

Esta es la causa por la cual es la mujer, y no el hombre, la que posee la revelación mágica del universo. El ciclo femenino se corresponde directamente con la curvatura del espacio y con la circularidad temporal, lo que establece una serie de conductos que unen la mujer a dimensiones invisibles que los hombres perciben con mucha dificultad o no perciben. Ella y nadie más, puede entablar un diálogo con esa realidad secreta que al hombre le ha sido negada. La mujer lo abarca todo dentro de su círculo y tanto la humanidad como la cultura ¨nacen y mueren sobre el pecho de una mujer¨.

El machismo y la cultura falocéntrica con su apología de la fuerza bruta, con su control político y religioso siempre en manos de los hombres, con sus superhéroes de músculos abultados, sus metralletas, sus espadas afiladas y sus soldados asesinos no son más que un complejo de inferioridad. El que no tiene poder interno lo debe buscar por fuera de si mismo.



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