Capítulo VII

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Panamá, 2011

-Fernando- Puse los ojos como plato al verle. Él también parecía asombrado.

A tantos kilómetros de la ciudad nos encontrábamos, tantos lugares donde pasar el fin de semana y resulta que mi querido medio jefe está pasando su fin de semana muy cerca de mí.

-Dominica, ¿co... cómo está?

-Yo... bien, estoy dando una vuelta.

-Señor- interrumpió el farmaceuta con un tono de voz más alto del que debió aplicar- aquí están sus condones.

Fernando se volteó un poco apenado (o a mí me parecía así) y pagó la mercancía. Yo tuve que mirar a otro lado para que no viera que me causaba gracia toda aquella situación.

Me disponía a salir de la farmacia y Fernando me imitaba unos pasos detrás de mí. Iba realmente irreconocible con unos bermudas playeros, una camiseta y unas crocs, muy relajado para tratarse de mi verdugo laboral, ni sus hermanos me daban tanto dolor de cabeza.

-Dominica- me volteé a verlo, me sorprendía que estuviera llamándome aun cuando a mi parecer no le caía bien.

-¿Si?- dije un poco escéptica.

-Y... ¿Cómo va su fin de semana?

-Pues bien, estoy quedándome en una casa de playa en Gorgona1.

-Oh, ¿con su familia, amigos o...?

-Con amigos y usted, supongo que también está disfrutando de la playa.

-Sí, digamos que sí.

De pronto el tema de conversación se había agotado y pensé en despedirme pero el preguntó otra cosa.

-¿Está enferma?

-No ¿Por qué lo pregunta?- dije un poco avergonzada tocando mi cara con gesto nervioso ¿Tenía cara de enferma? ¿Tan mal me veía?

-Es que como estaba en la farmacia, creí que tal vez se sentía mal.

-No es solo algo de rutina- dije realmente incómoda.

Me sentía extraña hablando con el amargado de mi medio jefe, sobre medicamentos, en un poblado costero, muy lejos del trabajo y... ¡POR DIOS! Su talla L, lo había olvidado, instintivamente agaché la mirada hasta su entrepierna y la desvíe de inmediato.

-Oye, no te gustaría tomar algo y conversar. Sé que empezamos con el pie izquierdo y creo que te debo una disculpa.

¿Ahora me tuteaba?

-No quiero arruinar ningún plan que tenga, no se preocupe- dije pensando en los condones que acababa de comprar.

-Si lo dices por los condones, no son míos, son para un amigo.

Siempre son para un amigo- pensé- ¿entonces no es talla L? rayos, me quedaría con la duda.

-Ok no tiene que explicármelo- dije soltando una sonora sonrisa.

-Es en serio- dijo sonriendo también- es más, ni quiera es mi talla ¿Quieres saber cuál es mi talla?

-Ok, ok esto se puso muy raro- dije sin poder controlar mi risa nerviosa, sentía mucho calor y empezaba a sudar.

-Entonces, quieres tomar algo, vamos aquí en frente, venden unos chichemes2 muy buenos.

Pensé en rechazarlo hace unos instantes pero estar sonriendo de esa manera hizo que le perdonara todas sus patanerías, además no tenía muchas ganas de volver a casa de Sofía.

Ella creía que era amor (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora