Capítulo 7: el tunel hacia la muerte

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Pasaron horas, no se cuántas pues perdí la noción del tiempo. Desperté en un lugar siniestro, en una habitación con un pequeño respiradero en el techo que no se veía ni siquiera el cielo. Intenté levantarme, pero algo me lo impedía. Miré a mis lados y observé que estaba atada con cadenas de hierro. No me podía creer que hubiera perdido a mis hermanos y encima estaba encerrada en un lugar desconocido, las últimas imágenes antes de despertarme era un pasadizo oscuro y recordaba que alguien me llevaba en brazos.

- ¿Te has arrepentido ya? - escuché a lo lejos.

Miré a los lados y vi a... ¡Eduar! ¡Otra vez no! No me puedo imaginar que me haya confiado en un completo desconocido y que encima, haya dejado a mis hermanos a su cargo. ¿Cómo he podido ser tan estúpida?

- ¡Te he hecho una pregunta! Lo más normal es que me contestes - escuché de nuevo a Eduar.

Entre dobles y borrosas imágenes, sentí que me volvía a dormir y de nuevo perdía la noción del tiempo. No se si fue un sueño o simples pensamientos, el caso es que vi en mi cabeza todos esos momentos que me han hecho feliz, lo extraño es que pasó por mi cabeza toda mi vida, pero lo que más me marcó fueron los nacimientos de mis hermanos (Manuel y Ainoa). Recordé a mis padres, a mi amiga Paula, mi primer día en la guardería. Creí llorar durmiendo al recordar todos esos momentos inolvidables. Entonces me di cuenta de que todos los momentos de nuestras vidas son importantes sean malos o buenos, tristes o contentos. En ese sueño profundo me di cuenta de que la vida es una cadena y que no te das cuenta de lo que tienes hasta que lo pierdes. Que nadie ha probado nunca la maldad, por que tenemos la suerte de existir y ese es el mejor regalo, no la mayor caja de bombones que te regale tu novio o el estupendísimo móvil que te regalen por tu cumpleaños. Todo este tiempo he estado esperando el "mejor día de mi vida" ese momento inolvidable del que toda la vida te acuerdas, pues todo ese tiempo esperando a sido en vano. Todos los días son los mejores y no se puede confiar en el tiempo para que te de otro día más especial, porque a lo mejor, hoy es ese día tan especial.

- ¡Despierta! - escuché inconsciente.

Fui aclarando poco a poco la vista, hasta que vi a mis hermanos. Me incorporé, estaba suelta. Estaba en otro lugar, rodeada de mi familia, me veía a mi misma reflejada en un gran espejo: LA VIDA. Ese lugar del que había aprendido tanto, pasé una puerta, y otra, pude pasar mil puertas, y seguía sin ver el final, me hacía ilusiones de acabar ese inmenso túnel, hasta que paré y dije BASTA. Dejé de desear el futuro y de lamentarme del pasado, EMPECÉ A VIVIR EL PRESENTE. Dejé de desear que se acabará el túnel y dejé de lamentarme haber entrado. Viví cada paso, cada suspiro, ahora tenía claro que ya no quería que se acabara el túnel. Pero por desgracia, la vida no es infinita. Creí haber visto lo imposible, creí haber aprendido una lección de la vida. Creo que todo ese sueño, tiene que ver con la misma vida, ese túnel con el paso del tiempo y las personas que me acompañaban, mis verdaderas y verdaderos
amores. Pensaréis que vi a mi príncipe azul, pues no, vi a mi familia, a mis amigos, a las personas que me han acompañado todo estos doce años.

- ¡Diana!¡Despierta!¡Hoy es mi cumpleaños!

- ¿Es que no has escuchado a tu hermano? ¡Llevátelo!

- Ahora si te preocupas, ¿no?¿y cuando le colgaste a mamá?

- Me podéis dar un poco de dinero para comer, ¿por favor?

- ¿Ya estás cansada de buscar a tus padres?

- ¿No me has escuchado?¡Despierta!

En fin, vi mi vida pasar delante mía. Vi la muerte. Pero por suerte no termina aquí, porque vi la muerte, pero todavía no he sido víctima de ella.

Finales infinitosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora