Capítulo 12: la carta misteriosa

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- ¿Qué pone? - le dije a Eduar incorporándome.

Se acercó hacia mí con el papel en la mano - no se, alguien ha dejado esto - me dijo enseñándome el papel.

La tomé y decidí abrirla. No miré nada, ni de quien era. Me temblaban las manos al intentar abrir aquel extraño sobre.
Al abrirla, empecé a leer:

Hola pequeña sobri, no se si me conoces, pero me da igual, tengo a tus hermanos aquí conmigo y no pienso dártelos hasta que no te enfrentes conmigo cara a cara.
No te asustes, no soy tan malo como parece, tus hermanos están en perfecto estado, pero no por mucho tiempo.
Quiero que vengas mañana a las siete de la mañana en el lugar que te indico a continuación
Pd: ven sola.
Dirección: Avenida de los claveles parque del futuro.

- ¿Qué te pasa?¿Te encuentras bien?¿Qué dice? - insistía Eduar, pero yo no respondía, me había quedado en blanco y no sabía cómo reaccionar.

- Yo...

- ¿Qué, qué pasa?

- Yo... Quiero estar sola, por favor, sal.

- ¿De verdad?¿No quieres hablar?

- No...no... estoy bien, pero necesito estar sola.

- Vale, si necesitas algo, grita mi nombre.

No respondí nada y Eduar salió por la puerta. Me acerqué a la ventana y me senté en el poyete. Me puse a pensar como salir esa noche sin que se diera cuenta nadie. Después de un buen rato pensando, decidí dormirme, al sentirme muy cansada.

- Ven a por tus hermanos, rápido.
- ¡Tata, Tata, despierta, Tata, hombre malo, malo!

Me desperté de sopetón y me acordé de que tenía que estar a las siete en el parque del futuro. Miré la hora aceleradamente ¡Quedaba un cuarto de hora y todavía no había vestido! Me vestí y desyuné rápido, casi volando. Volví a mirar el reloj ¡cinco minutos! Pensé la manera de salir, miré si había alguien despierto, y como no había nadie, salí por la puerta principal.

- ¿Dónde vas? - me dijo Eduar.

- A ningún lado, voy a comprar el pan, ¡adiós!

- ¡Diana! - gritó cuando no le dio tiempo ni ha alcanzarme.

Me iba chocando con toda la gente por la calle, aunque eran bastante amables. Esquivaba el sol con la mirada al estar muy bajo.
Llegué ya por fin al parque. No había nadie, y parecía estar abandonado.

- Por fin - se acercaba alguien hacia mi, aunque al estar a contraluz, no se le apreciaba la cara. Cerré los ojos intentando enfocar la vista. No daba resultado así que fui caminando hacia él a paso ligero - ¡No!¡Para! - me paré en seco - ¿Es que no me reconoces? - negué con la cabeza - ¿No reconoces a tu propio tio? - seguía enfocando la vista.

- Basta ya de jueguecitos, ¿dónde están mis hermanos?

- Cuanta fe tienes, niña, ¿de verdad piensas que te los voy a dar tan fácilmente?

- Eso esperaba.

- Jajaja chistosa como tu madre, pero tan irónica e insoportable como tú padre.

- ¿Perdón? No me conoces, no te metas conmigo y menos con mi familia.

- ¿Que no te conozco? Has sacado la misma memoria de mosquito que tus hermanos.

- ¿Dónde están? - me fui aproximando a él lentamente.

- ¡He dicho que no te muevas!

- ¡Y yo te he dicho que me digas dónde están mis hermanos! - seguí andando sin pararme, hasta reconocer su cara - e...s...p...e...r...a... ¿Tu?

- ¡Sí yo!¿Ya te acuerdas?

- T...tu.

- ¿Puedes terminar ya la frase? - dijo impaciente.

- ¡No!¡No eres tú!¡Es imposible!¿Para que me quieres aquí?

- Diana, Diana, todavía hay muchas cosas que no entiendes.

- Tengo la suficiente edad para entender muchas cosas, más de las que tú nunca entenderías.

- ¿Cómo cuál?

- No me conoces, me abandonaste en medio de un bosque a plena luz de la luna, ¿y todavía te atreves a llamarme sobrina?

- Pequeña, la sangre nunca cambia.

- Ni la sangre ni lo estúpido que eres.

- ¡Eh!¡Esa lengua!

- ¡Diana!¿Dónde te habías metido? - corrió Eduar hacia mi.

- Anda hermanito, ¿tu también te unes al club?

- Nunca fui y nunca seré tu hermano.

Finales infinitosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora