[tw; asesinato]
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Destruyéndome...
Él toma de mis muñecas, y con la fuerza que lo hace me hace dar cuenta del absoluto poder dentro suyo.
La luz de la luna que entraba por la ventana, las cortinas color coral moviéndose por el viento, los truenos apareciendo a cada segundo, el negro de su chaqueta, aquella camisa arrugada, todo daba un buen toque a la escena.
Sus ojos carmesí y el brillo de sus colmillos lo hacían más terrorífico.
A pesar de sus muchas visitas nocturnas, no dije ni una sola palabra de esto a mi familia de origen noble. Después de todo, aquél anillo dorado significaba que pertenecía a otra persona a decisión de mis padres, alguien que podría continuar el estado de la familia. Me hace sentir atrapada, incapaz de escapar.
A medianoche, una sombra se desliza en mis pasillos.
Llevaba un traje elegante; la piel era tan pálida como porcelana, su cabello era más oscuro que la noche, sus ojos de un rojo profundo, hipnótico. Tenía un aura a su alrededor, intoxicante, un sabor de misterio pero de encanto al mismo tiempo.
Lo único que sentí fue indiferencia.
Me atrae a un nuevo un mundo; un mundo lleno de pecados, sufrimiento, y placer.
Me visitaba a la noche, revelando su verdadera naturaleza incontables veces. Me muestra placeres que nunca sabía que existían. Pasaba muchísimo tiempo con él, una criatura - no, el señor de la noche.
Y él está decidido a cumplir esos deseos secretos.
Mi familia se daba cuenta de la distancia. Se daba cuenta del nuevo aura que hay a mi alrededor. Se daba cuenta de mi nueva actitud. Se daba cuenta de que lejos o cerca, había un par de ojos que siempre me vigilaban. Ellos tomaban nota de mi disminución de energía. Sin embargo, todos estos signos extraños no tuvieron significado para ellos por mucho que investigasen. No pudieron descubrir mi dolor.
Pero no se rindieron.
Ellos trataron de llevarme lejos, trataron de aislarme, trataron de alejarme de mi refugio nocturno, de mi amante oscuro.
Pero él no quería eso.
Recuerdo ese olor a sangre que entraba por mis fosas nasales. Recuerdo esos gritos de agonía, expresiones retorcidas en una mueca de dolor, en medio de la oscuridad. Noto a alguien vigilándome, alguien que trataba de matarme con la mirada.
Sus colmillos tan filosos como un cuchillo.
Siento un aliento frío en contra de mi cuello, la punta de sus dientes rozan mi cuello, enviándome escalofríos por la columna vertebral, mis muñecas entre sus manos.
Destruyéndome...
Todo lo que puedo hacer ahora es renunciar.