Extra V - Hormonas al ataque

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Ese día Jan y yo íbamos a comprar las cosas necesarias para los bebés. Pronto tendríamos la cita con el obstetra para saber el sexo de los niños —o niñas— y aunque le había sugerido a Janelle esperar, que era mejor esperar a saber lo que serían para poder elegir colores acordes, ella dijo que no era necesario. Y pues, para que mentir, yo también estaba ansioso por ir a comprar ropitas y esas pequeñas cositas en las que no sabes cómo es que un ser vivo puede caber ahí.

—¿Lista? —pregunté.

Ella asintió luciendo con una enorme sonrisa en su rostro. Estaba igual de ansiosa que yo. Podía ver que se hallaba igual de contenta que yo con la idea de ir a comprar cosas para nuestros hijos. A pesar de la duda sobre los colores, íbamos a ir y comprar todo de tonos neutrales o unisex como dijo ella. Colores crema, verdes, amarillos... Cualquiera menos rosa o azul.

Tomé su mano y nos dirigimos al coche, donde le abrí la puerta y esperé a que entrara con un poco de torpeza. Su vientre cada vez se notaba más y eso me emocionaba. Pronto empezarían las pataditas y no podía esperar para poder sentirlos moverse. O sentirlas.

Encendí la radio y una canción que hablaba acerca de ser una soltera y poner un anillo en el dedo comenzó a sonar por las bocinas. Jan movía su pie con el ritmo de la música y tarareaba en voz baja; yo solo sonreí y me dirigí al centro comercial.

Demasiado pronto llegamos, estacionamos y bajamos en busca de tiendas de maternidad y esas cosas parecidas. Jan suspiraba y me observaba con ojos sonrientes cada vez que encontrábamos algo que le gustaba. Pequeños vestiditos rosas o diminutos zapatos azules tapizaban todas las tiendas y solo seguía pensando lo mismo.

«Voy a ser papá».

Todavía no me lo creía del todo.

Me encontraba en una nueva tienda observando unos mamelucos que casi cabían en la palma de mi mano, cuando sentí un ligero toque en mi hombro. Me giré con calma y encontré a una chica rubia que me miraba sonriente. No pasaba de los veinte años y me pregunté lo que querría.

—Buenas tardes. ¿Puedo ayudarlo con algo? —cuestionó cortés. Yo le devolví la sonrisa y señalé la ropita tras de mí, consciente de que era una trabajadora.

—No, solo estoy viendo. Muchas gracias. —Ella sonrió con más amplitud y luego miró la prenda que colgaba de mis dedos.

—Oh, no hay problema. Si necesita algo no dude en consultármelo.

Me sonrió una última vez y luego se dio la vuelta para llegar a atender a un cliente en mostrador. Seguía tratando de encontrar prendas, pero no se me ocurría nada qué comprar. ¿Calcetines? Eran tan chiquitos... Dios, si por mí hubiera sido, habría comprado toda la tienda.

—Uh, disculpa —llamé a la chica después de algunos minutos—. ¿Me podrás ayudar a encontrar algo que sea neutral? Que pueda ser para niña o niño. Es que aún no sé para quien estoy comprando y pues... me desubico un poco —admití riendo avergonzado. Iba a tener dos hijos o hijas y no tenía ni la menor idea de cómo vestirlos.

—Oh, claro. Por aquí —dijo pasándome y dirigiéndose a un estante con varias prendas.

Me mostró algunas diciéndome para qué edad en meses eran apropiadas, el material con el que estaban hechas, las épocas en las que más se usaban y mucha más información que no lograba procesar con rapidez. Estuvimos así alrededor de veinte minutos, ella hablando y yo escuchando confundido, cuando casi me deshice en agradecimientos por salvarme del lío que estaba hecho. Me despedí con una sonrisa.

Giré sobre mis pies para salir del lugar, ya tenía más o menos una idea de lo que podía buscar en otras tiendas, cuando me detuve y vi a Janelle mirándome con fuego en los ojos. Fruncí el ceño.

Rendirse jamás [PQY #1] ✔ versión 2014Donde viven las historias. Descúbrelo ahora