28. Regalos y solicitudes

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 Douglas

Me desperté muy temprano esta mañana. Supongo que los nervios eran los culpables. Hoy era mi cumpleaños número dieciocho y, como costumbre, se suele rapar el cabello y hacer atrocidades con el pelo de los cumpleañeros. Dave, ya tenía listo los aerosoles y, eso, era lo que más miedo me daba. Alex y Julián, tenían lista la tinta para derramar sobre mi cabeza. Cailin y Theo se encontraban detrás de mí, con una docena de huevos.

< ¿Cómo hacen para sostener tantos huevos sin que se caigan?>

Por otro lado, Malia y Aubrey sostenían la máquina de afeitar. Estaban protegidas de pies a cabeza, por miedo a mancharse y, en este momento, estaba deseando con muchas ganas ser ellas y estar detrás de ese delantal y esos enormes lentes transparentes.

— ¿Es necesario? —pregunté mientras cerraba mis ojos con fuerza y me encorvaba, esperando el impacto de las cáscaras de huevo en mi cabeza.

— ¡Sí! —chilló Dave.

Todos rieron y la máquina de afeitar empezó a hacer ese, tan temido, sonido.

< ¡Diablos! Ahora entendía a qué se refería mi primo.>

Malia le pasó la máquina de afeitar a Alex y yo, la detuve.

— ¡Tú no! —grité. —Me dejaras calvo.

—Claro que no. —sonrió maliciosamente.

Miré a Theo y, él, parecía estar de acuerdo con Alex. Así que, tampoco le pediría a él que lo haga.

— ¡Julián! —dije más desesperado de lo que estaba. —Hazlo tú.

—P-pero y-yo...

— ¡Vamos! —le pasé la máquina a él y tragó con fuerza para acercarse a mí.

Cailin aplaudía emocionada.

Ya había pasado una semana desde que conocí en gran parte a Julián y, debía admitir, que me caía muy bien. Sabía que se había convertido en un amigo muy cercano de Cailin, por lo tanto, también el mío. Lo único malo de él, era que no era de mi mismo equipo de fútbol y, eso señores, es un gran crimen.

Julián comenzó a deslizar la máquina por mi cabeza y los mechones de pelo castaño caían a mi regazo.

< ¡No!>

Cerré los ojos con más fuerza y dejé que terminara con su trabajo. Luego de unos minutos, la máquina de afeitar se frenó de golpe.

Julián comenzó a golpearla.

— ¿Qué pasó? —pregunté e, instantáneamente, llevé mi mano a mi cabeza.

Había alcanzado a rapar solo la parte inferior, por lo tanto, los costados aún estaban con mi desordenado y largo cabello.

Todos comenzaron a reír.

— ¡Te ves hermoso! —gritaron todos.

— ¡Terminen de raparme! —busqué un espejo y miré mi reflejo con una mueca de espanto.

< ¡Estaba asqueroso! Parecía mi tío. Solo me faltaba la enorme panza.>

—Creo que la máquina ya no funciona. —dijo Alex.

— ¡Mentira! —acusé y todos rieron.

—No te preocupes Douglas. —se acercó Malia. —Estamos contigo en esto.

La fulminé con la mirada y busqué los ojos de Cailin. Ella se limitó a lanzar una carcajada y subir sus hombros.

— ¡Tú! —acusé. —Saboteaste la máquina.

Douglas & CailinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora