15. Conquistas

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Douglas

Alisson me había acompañado esa tarde a visitar a mi padre. Insistió en ir y no pude negarme. Se había dormido en mi hombro y, todavía, tenía mi mano entre las suyas.

-Alisson. -susurré. -Despierta.

Abrió los ojos y me sonrió. Le devolví la sonrisa y besé su frente. Ella frunció el ceño.

-¿Porqué no me besas en los labios? -preguntó. -Siempre soy yo la que te besa.

No me esperé que hiciese esa pregunta. Pero tenía razón, nunca la besaba yo. Era ella la que corría a mis brazos y me plantaba un beso.

-Lo siento. -la besé y ella sonrió.

-Te he notado distante, Doug. -miró sus uñas. -¿Hay algo que quieras contarme? -sonrió nuevamente.

-Para nada. -rasqué mi nuca.

Claramente, no podía decirle a Alisson que Cailin, era la culpable de mi desapego a ella. Estaba perdido y me sentía desganado.

-¿Sabes que puedes confiar en mí, no?

Asentí y me besó.

Mi madre apareció por los pasillos y nos saludó. Su aspecto descuidado se hacía presente, nuevamente. La abracé y ella me devolvió el abrazo.

-Mamá, si quieres ir a casa, ve. -dije. -Yo me quedo con Alisson.

Mi madre agradeció y se marchó.

-¿Doug? Em... -empezó Alisson. -Está noche no puedo quedarme. Tengo que hacer algunas cosas con mis padres.

Fruncí el ceño.

-Está bien, Ali. -dije. -Me quedaré yo. No hay problema.

-Lo siento, amor.

Sonreí.

-Por cierto... ¿Qué tienes que hacer?

Esquivó mi mirada.

-Nada importante. -restó importancia sacudiendo sus manos.

Me besó y luego se alejó, moviendo sus caderas. De pronto, un sentimiento de soledad invadió mi cuerpo y recordé el momento en que Cailin se había quedado a mi lado, sin que yo se lo pidiese.

< ¡Deja de comparar a tu novia con Cailin, Douglas!>

Sacudí mi cabeza y me eché sobre los sillones de descanso. Cerré los ojos y me relajé. Eso no duró mucho, ya que mi teléfono empezó a sonar en mi bolsillo. Al sacarlo, la foto de Malia apareció en mi pantalla.

-¿Malia? -me pregunté a mi mismo y fruncí el ceño.

Contesté el teléfono y un sollozo me respondió del otro lado. Alejé el celular de mi oído y, luego, lo volví a acercar para hablar.

-¿Malia? -pregunté. -¿Qué ha pasado?

Douglas, tienes que venir por mí.

Fruncí el ceño.

-Malia. -me paré del sillón y se me hizo un revoltijo en el estómago. -¿Dónde estás? ¿Estás bien?

Estoy en la avenida cuarenta, en frente de la casa de pastelería que tanto te gusta. -respondió entrecortado. -Estoy bien.

-¿Me compras algo? -pregunté.

¡Douglas! -exclamó. -Ven por mí, por favor.

Douglas & CailinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora