17. Douglas Bond 1/2

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Douglas


Cuando terminé de leer mi poema nunca esperé que me aplaudieran. Sabía que avanzaba cada vez más con mi experiencia dramática; el taller de teatro ayudaba bastante. Una obra de teatro se acercaba, pero, esta vez, no tenía ningún papel protagónico.

-Douglas... -empezó la profesora y abrió sus ojos. -Eso ha estado hermoso. Tienes un diez. -la profesora anotó en su planilla la nota y llamó a otro compañero de clase. Procedí a sentarme en mi silla y noté la seriedad con la que Cailin cargaba en su rostro.

-¿Cómo he estado? -pregunté conociendo la respuesta.

-B-bien. -tartamudeó y escribió en su cuaderno algo que no pude ver.

-¿Solo ¨bien¨? -resalté la última palabra.

-Pues, sí. -asintió esquivando mi mirada.

<Y ahora, ¿qué le pasa?>

El timbre sonó y, ella, se levantó rápidamente agarrando sus libros con ambas manos y presionándolos en su pecho.

-¡Bu! -susurró alguien en mi oído y no pude evitar lanzar un puñetazo al aire, dándole en el rostro al autor de mi susto.

-¡Douglas! -exclamó Alex mientras sostenía su nariz.

-Lo siento. -dije. -No me asustes y no te pegaré.

-Idiota. -susurró.

Agarré mis cuadernos y me dirigí a la cafetería. Alex me acompañó.

-¿Cómo te ha ido en tu cita? -pregunté.

Alex se sentó a mi lado sosteniendo su bandeja de comida.

-Muy bien. -sonrió mirando a la nada.

-Pequeño Romeo, quiero detalles. -dije para que luego, Malia se nos uniera a la conversación.

-¿De qué hablan? -preguntó, descolgando la mochila de su hombro.

-Alex me detallará su cita.

-Quiero oír esto. -dijo Malia.

Alex blanqueó los ojos y aclaró su garganta.

-Llegué justo a tiempo a su casa.

Malia y yo nos miramos con el ceño fruncido.

-¿Justo a tiempo? -preguntamos.

Asintió.

-Después que sus padres se fueran. -dijo. -Por lo tanto, no tuve que pasar por el embarazoso momento de la presentación ante mis suegros. -hizo una mueca mientras mordía su manzana. -La llevé a un restaurant cerca de su casa. -se detuvo y me señaló mientras masticaba. -Tenías razón con respecto al traje. -dijo. -Funcionó.

Malia y yo nos miramos.

-¿Qué quieres decir con que funcionó? -sonrió Malia.

El rostro de Alex tomó un color rojo intenso e intentó disimularlo, pero no funcionó.

-Alex... -empezó Malia. -Habla.

-La besé. -dijo y se volvió a tapar el rostro.

Malia dio un grito de emoción mientras que yo, sonreía.

-No entiendo porque estás tan avergonzado. -dije.

-Al llegar a casa... -se detuvo. -Me di cuenta que un pedazo de lechuga yacía en mi diente.

Douglas & CailinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora