Harry seguía en la cama cuando sonó el teléfono. Al principio lo ignoró, pero la insistencia del que llamaba ganó finalmente y asió el auricular en un arranque de irritación. Harry reconoció al instante la voz femenina que habló en italiano en tono de reprobación.
— ¿Charlote?—la interrumpió Harry directamente—. Soy Harry, no alguien del personal. Louis ha salido. ¿Quieres que le diga que te llame?
—En realidad es contigo con quien quería hablar —la informó Charlote reemplazando su irritación con una falsa dulzura—. Sé perfectamente que Louis no está en casa. ¿Te digo por qué lo sé? Porque está con Eleanor...
— ¿No te rindes, Charlote? —le espetó Harry poniéndose rígido—. Ya han pasado trece años y sigues jugando al mismo juego viejo y estúpido.
—Compruébalo por ti mismo si no me crees. Eleanor se aloja en un complejo veraniego que sólo está a unos minutos en coche de la casa —dijo Charlote leyéndole la dirección con abierta satisfacción—. El Ferrari de Louis está aparcado en la puerta...
—Pierdes el tiempo —replicó Harry y con furia—. Ya no soy un crédulo adolescente y confío en Louis... ¿me oyes? ¡Confío en tu hermano!
—Pero lo has puesto en una situación imposible. Louis quería a su hija. ¡Ha tenido que casarse contigo! El intruso eres tú, no Eleanor. Es Eleanor con la que quiere estar y con la que está en estos momentos.
Sin vacilación, Harry colgó con fuerza el teléfono. Estaba temblando. Con un brusco movimiento, saltó de la cama, se puso de rodillas, siguió el hilo del teléfono hasta el enganche con la pared y lo desconectó a toda prisa. Pero no pudo desconectar sus pensamientos inquietantes de la misma manera.
¿Por qué Louis se había comportado como si no tuviera la conciencia tranquila? ¿Por qué había dicho dos veces lo culpable que se sentía? Harry dio vueltas por la habitación. Louis ... horrorizado por el reducido riesgo de haber dejado embarazado a su esposo. ¿Por qué? ¿Por qué era eso un desastre? Estaban casados y ya eran adultos. Adoraba a Daysi y había reconocido lo mucho que le hubiera gustado compartir los primeros años de vida de su hija... Y era ridículo pensar que pudiera estar con Eleanor. No habían dado ninguna prueba de su intimidad. ¿Pero por qué iban a hacerlo si pensaban continuar su relación en secreto?
Daisy se puso un pantalón negro de algodón y una camiseta celeste de seda. Pero estaba decidido a no salir. Se quedaría abajo, esperando a Louis. ¡Por todos los santos! Sólo llevaban casados dos días. Aunque, por otro lado, si encontraba a Louis en aquella dirección, tendría la prueba de que su hermana la había llamado para decirle dónde estaba... Dándose cuenta de que tenía la excusa perfecta para comprobar si Charlote decía la verdad, Harry no vaciló. Había un Mercedes en el garaje. Llovía a cántaros, pero no se molestó en volver a entrar para ponerse una gabardina.
El Ferrari estaba aparcado en una zona del aparcamiento bien iluminada. Harry se detuvo al otro lado de la carretera. Tan pronto como viese aparecer a Louis, saldría del coche.
No tuvo que esperar mucho. Se abrió la puerta de uno de los apartamentos y un rectángulo de luz perfiló la silueta del cuerpo delgado y atlético de Louis. Llevaba abierta la chaqueta de su traje gris perla y le faltaba la corbata. Harry salió del Mercedes.
Sólo entonces se dio cuenta de que no estaba solo. La puerta del apartamento se cerró de golpe y Eleanor corrió por el sendero detrás de él llamándolo a voz en grito. Los dos caminaron conversando agitadamente hasta donde estaba el Ferrari. Harry permaneció de pie viendo cómo subían al coche y se alejaban. Se quedó inmóvil. La lluvia empapó sus cabellos, se deslizó por su cara y caló su camisa hasta que se quedó pegada a su cuerpo como una segunda piel. No era de extrañar que no tuviera la conciencia tranquila...
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El Engaño
Roman d'amourHarry siempre recordaría su fugaz matrimonio con Louis Tomlinson siendo aún un adolescente. Louis se cansó de él pocos meses después de la boda, así que Harry lo abandonó para dar a luz a su hija en soledad. Louis volvió a irrumpir en su vida y Har...