Capitulo 7

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Una mano cayó sobre su hombro y lo agitó hasta despertarlo. Harry fijó como pudo la vista en la foto del álbum que mantenían a pocos centímetros de su rostro.

— ¿Quién es éste? —inquirió Louis señalando con el dedo a un hombre que estaba de pie entre Harry y una Daysi de tres años. Harry hizo esfuerzos por con centrarse.

—Ese era George...

— ¿Y este tipo? —dijo Louis pasando la página. Harry posó la mirada vacilante en otro rostro masculino.

—Daniel... creo.

Volvió otra página. Harry dio un enorme bostezo mientras echaba una ojeada al atractivo hombre rubio que Louis estaba señalando. Se quedó en blanco.

—No me acuerdo de él...

— ¿Qué no te acuerdas? ¡No me sorprende! —Lo censuró Louis haciéndole dar un brinco—. Daysi me dio seis álbumes y todos están llenos de desconocidos. Podrías montar una agencia de contactos internacional con el contingente masculino de tus fotografías.

Harry lo miró con enormes ojos soñolientos llenos de incomprensión. —Daysi me dijo que no salías con hombres, que apenas salías de casa... —prosiguió

Louis. Harry abrió más los ojos. Se sorprendió de que su hija hubiera dicho aquella patraña. Siempre había disfrutado de una buena vida social—. Sospeché que exageraba un poco, pero no tenía ni idea de lo que estaba encubriendo. Dio... ¡Has estado acostándote con hombres desde que te divorciaste de mí!

La puerta se cerró de golpe y Louis desapareció tras ella dejando a Harry boquiabierto. ¿Acostándose con hombres? ¿Estaba loco? El sexo había estado a punto de echar a perder su vida a los diecisiete años y había aprendido bien la lección. La intimidad ocasional no era para él. No le había faltado la compañía masculina durante aquellos años, pero nunca se había vuelto a enamorar. Ni lo había querido. Gema decía que tenía un pánico a comprometerse que rozaba casi en paranoia, pero ningún hombre la había lastimado en trece años y Harry estaba orgulloso de ese récord.

Harry cambió de postura relajadamente. La cama era muy confortable. Separó sus suaves pestañas y se quedó helado. Desapareció toda su languidez y se incorporó como un resorte contemplando horrorizado aquel entorno tan espeluznantemente familiar que era aquella espaciosa habitación. Saltó de la cama y abrió las cortinas con manos impacientes para quedarse absorto viendo los jardines que se extendían ante él. Parterres de forma cuadrada y adornados con tallas y fuentes y enormes vasijas de piedra con flores se perdían hasta los límites de un magnífico bosque de encinas. Más allá del bosque, se extendía el verdor ondulante de las colinas de la Toscana.

La primera vez que Harry había contemplado aquella magnífica vista había tenido la ingenua impresión de que estaba siguiendo una visita guiada por la casa de campo palaciega de los Tomlinson. Los padres de Louis sólo se alojaban en ella los fines de semana. Harry se había sentido enormemente intimidado por aquellos lujosos alrededores y Louis había vencido fácilmente sus protestas tímidas y poco firmes con apasionada persuasión llevándolo a la cama para privarlo de su virginidad...

Pero no sin asegurarle repetidas veces que no haría nada que él no quisiese y que sólo tendría que decir que no y se detendría. Harry no había sido capaz de vocalizar una sola palabra en la oleada de pasión que prosiguió. Naturalmente, Louis ya había contado con ese hecho. Incluso de joven había conocido a fondo todas sus debilidades.

Finalmente, Harry se apartó de la ventana y volvió al presente temblando de indignación e incomodidad. ¿Cómo se atrevía Louis a llevarlo a la residencia de la familia en la Toscana? ¿Cómo podía ser tan insensible como para no darse cuenta de que aquél era el último lugar que querría volver a visitar?

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