Carta a la lluvia

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Gracias por llegar y con tu llanto lavar el mío. Inundar mi cara, mi ropa, mi ser y mi día con un poco de tu calma. Calma líquida que desciende a la par de mis lágrimas.
Pasas por agua cada uno de mis complejos, mis malas horas, mis mensajes no respondidos y también los que nunca me mandaron ni me van a mandar. Así mismo acompañas los momentos alegres. Haciendo de una salida, una aventura. Un encuentro torna en corridas, búsquedas, y demostraciones de afecto. Gracias a vos somos capaces de demostrar cuanto podemos amar. Brindando protección, abrazando, reservando resguardos y manteniéndonos a la intemperie con tal de ver al otro satisfecho. Permite darnos cuenta que no importamos, o tal vez que sí. Va a depender de las actitudes, de la forma de mirar a través de tus barreras grises que no cesan de caer, de un lado hacia el otro, diagonalmente, explicando que no todo tiene por qué ser perfecto, y nunca estamos totalmente a salvo. Uno simplemente no puede librarse de las cosas que le hayan tocado pasar en esta vida.
Uno puede quedarse a esperar, a esperar que las cosas simplemente pasen para luego salir y cruzar el campo de batalla, ya desierto. Pero el tiempo es lo más preciado, y en la vida hay que arriesgarse. Salir, mojarse en vos y en nuestras preocupaciones. Enfrentarlas a tiempo, y quizá, llegar victorioso.
Pero, y lamentablemente los peros existen, el arriesgarse conlleva la posibilidad de salir lastimados, heridos. De una forma u otra, al final, habremos cambiado.
Si el viento te acompaña, te vuelve excitante, llamativa, deseable. Pero sólo para algunos. Las maravillas del mundo son amadas por muchos, y odiadas por otros tantos. El viento hace que barras con tu llanto todo lo que llevemos dentro. Se lleva las preocupaciones; quizá se las entregue a alguien más y nos deje otras. Quizá, aún mejor, traiga alegrías, desde muy lejos, o muy cerca quizá. El viento te maneja, te forma y te manda. Cada una de tus integrantes se ve involuntariamente obligada a obedecerlo, con gusto recorriendo otros mundos. Empapando a los vivos con tu frescura. Trayendo un respiro entre tanto fuego. Arrasa con todo y lo limpia, dejándolo nuevo.
Cada tanto presente con tu siseo constante, música perfecta para días de soledad. Intentando, en vano, callar las voces en mi cabeza, que tanto mal me hacen.
Si se está con compañía, también es grata la tuya. Crea oportunidades, situaciones, abrazos y enojos. Llantos y risas.
¡Oh! Fuente inagotable de inspiración, de pureza. Lavalo todo y dejalo justo igual que antes.
Admiro tu poder de purificación, de limpieza. Determinadas costumbres te utilizan y te explotan, sin importarte nada, porque de hecho para eso estás.
Admiro también tu capacidad de dar vida, regando y haciendo crecer. Crecer para alegrar a otros, para dar asimismo más vida. Vida y aire puro, puro y con un toque especial, con un perfume propio y único.
Con él colmas los ambientes, tanto cerrados como no. Liberas los malos olores, trayando aroma a verde, aroma a vos. Y solamente es cuestión de inspirar hondo, con fuerza y creer que todo va a pasar.
A solas con vos son los mejores momentos. Un libro, una taza humeante. Un par de audífonos, o simplemente el silencio. El silencio, vos y yo. Vos, yo y tu canto. Callando todo. Añoro esos momentos, porque te hacen pensar, reflexionar, quizá hasta el punto de sincerarse. Los necesito para vivir. Para sobrevivir. Lluvia, te necesito.

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