El momento en el cual surge el odio. Ese profundo mar pegajoso, que no se va por más esfuerzo que se ponga. Se adhiere a una misma, retirarse no es una opción. Llega, llega al pensar que alguna vez pude considerarlos una segunda opción. Llega en los recuerdos más inesperados, y se arraiga con fuerza, arrastrando de esta forma todo cuanto encuentra en su camino.
Cuando creés que las opciones no existen, y solamente son meros niveles creados por tu imaginación. Cuando uno superpone a otro, no quiere decir que se lo quiera menos. Se desplaza a uno, se toma a otro. Involuntarias cosas. Involuntarias al punto de odiarse a una misma. Al punto de no reconocerse, de pensar: ¿por qué?
'Por necesidad' me respondo. Oh, grandes incongruencias. Necesidad de un apoyo. Que la humedad de mi rostro, se crea olvidada en sí misma, aplastada contra alguien que necesita reconocer. ¿Y en cuánto tiempo? ¿En cuánto tiempo se es capaz de reconocer aquellos hombros, aquellos rostros? Cuestiones de empatía dirían algunos, otros objetarían que el tiempo no es lo que importa, y otros harían de él su mejor arma.
Aquella superposición, de la que te hablo, querida decisión, no tuviste que ver. De eso puedo asegurarme. Soy capaz de decir que la vida se encargó de ello, puso un par, recluyó a otros. Los alejó, casi olvidados, hasta el punto de nunca llegar a comprender qué pasó con ellos. Y no hay vuelta atrás, o quizá sí, pero nunca la he experimentado.
Es un mundo pasajero, uno come, y luego deshecha, toma cuando tiene sed. Hoy tuve sed de amistad, mañana quizá tendré sed de amor. Pero esa sed.. ¡oh, esa sed! No es fácil de saciar. Complacer nuestras necesidades es una ardua tarea, y no siempre se puede tomar de la misma agua. El jugo que sanó, quizá no abriga. El té que escuchó, no besa. Si existiese ese elixir... si sólo hubiese algo capaz de hacerme sentir plena en cada aspecto.
Hay que tener el valor de saber cuándo doblar, anticipar las curvas del sendero. Pero también, y esto incluye aún más valentía, hay que poder seguir derecho. Siendo consciente que no es liso, que una está en constante movimiento. Los árboles se acercan, ¡parecen magníficos! Cada vez son más grandes, y llegan a impresionarme. Pero, de un momento a otro, quedan atrás. ¿Cuándo ocurrió? En el instante en el cual había creído alcanzarlo, ver el objetivo de cerca, disfrutarlo... ¡bam!, quedó en el pasado. Supongo que sus hojas se ven mejor con el movimiento. Los colores se sienten más cuando se los respira, y el ruido... ese mínimo instante en que una se eleva, para dejar atrás el placer.
También pienso que aquello podría tener más valor, podría perdurar más si fuera compartido. No digo que en una carrera solitaria, sea imposible respirar, pero el sentir... el percibir cercanía es todo lo que se necesita para crear un pequeño universo.
Así que oh, decisión, tan amplios son tus niveles. Qué golosina comprar, qué carrera seguir, a cada paso traés un sentimiento diferente de felicidad (o de tristeza)
Pienso, pienso y doy vueltas, siempre en torno a lo mismo. ¿Algún día llegaré? ¿Me animaré a decidir?
Paso mis días. Los momentos, los árboles, cada vez están más cerca; pero no me permito alcanzarlos. ¿Por qué? ¿Seré matemáticamente correcta? Quizá soy una asíntota, sí. Quizá voy de a saltos (¡de a grandes saltos!). Inconscientemente pongo un límite, que soy incapaz de alcanzar. Temiendo que llegue, siendo de piedra a cada pensamiento.
Proponerme dejar de serlo, es a su vez parte de lo mismo. Elegir ser resultado.
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Antología de cartas
NouvellesCartas varias a personas o elementos que de alguna forma u otra dejan marca en mi vida