Carta a la música

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Me tiraste onda. Onda sonora a través del audífono. ¡Gracias! Era justo lo que andaba necesitando. Un poco de compañía abstracta que esté conmigo en las penas y alegrías. Temores y decepciones. Bueno, básicamente que me siga a todos lados. Me guiás, siempre con las palabras justas, porque puedo encontrarte en muchas variantes. De hecho también pueden encontrarse miles de contradicciones. Universo de poemas, diversas opiniones y pensamientos. Mundo de ilusiones, experiencias compartidas, mensajes entre líneas.
¡Cuan trabajosa sos! Complicada de formar. Ya que las personas tendemos a escucharte, admirarte y amarte. Quizá nos obsesionamos, y algunas veces buscamos crearte. Es la necesidad de sacar lo que tenemos dentro, en forma halagante a los oídos. Pero las notas no llegan solas, conllevan aprendizaje y dedicación. Como todo; otro motivo para admirar a tus creadores. En la vida no es posible concretar situaciones, cumplir deseos, sin previamente prepararse para ello.
Muchas veces solés pegarte como un chicle, y mastico tu letra hasta creérmela. O hasta dejar de hacerlo. Hasta que deje de tener sentido todo aquello que recito de memoria. Casi involuntariamente.
Incluso, a veces, no contenés palabras. Pero aún así emocionás, tranquilizás y ayudás. Esas son las más difíciles. ¡Bravo, bravo! Por todos los compositores.
Cuanto más volumen, más intensidad, más cegás los pensamientos. Más haces olvidar los problemas. Más nos compenetramos en vos. Cuanto menos volumen más esfuerzo, más tranquilidad.
El descubrir una nueva creación siempre es excitante. Aunque ésta tenga más años que vos mismo, cuando la escuchás por primera vez, es algo nuevo. Porque permite identificarse. Perderse y encontrarle uno o más sentidos.
Derramar lágrimas, entonar carcajadas, cerrar los ojos y disfrutar. Gritar. Gritar. Y gritar aún más. Callar y escuchar. Dormir, descansar.
Danzar, al compás de tu ritmo. Moverse, cada músculo del cuerpo respira libertad. Los latidos se acompasan y cantan a tono. También la boca canta, y emite sonido, remarcando lo que ya se sabe. Lo que ya se escuchó. Una y mil veces.
Un especial aplauso a aquella que en este mismísimo instante estén tarareando en su interior cada una de las personas que leen. Choquen sus palmas por aquel que canta la publicidad de farmacity. Chasqueen sus dedos por los que silban clásico a deshoras.
Si te dedican, te regalan. Te imparten un valor y una responsabilidad. Te dan el poder de representar una unión, que puede o no durar para toda la vida. Estás en las despedidas y en los reencuentros. Estás en la naturaleza. Los pájaros, el viento. El sonido del mar. Y los caracoles. ¿Quién no ha puesto la oreja en un caracol y escuchado a las profundidades del océano?
Un ruido. Un ventilador andando. Acompañado de los constantes golpeteos de mi mano. Se le suma el viento, que silba al otro lado de la ventana. Una leve llovizna hace su aparición. Y la gotera del fondo es capaz de oírse. Tan fácil como una película, una melodía creada únicamente por el ambiente. Sin esfuerzos.
Y el corazón, ¡ay el corazón!, siempre adaptándose a vos, vayas con la rapidez que vayas. Él es el que más se conecta, porque de hecho es el que termina afectado.
Oh, tengo una canción para este momento. Y una para el que va a venir. Y una para el que acaba de pasar. Porque al fin y al cabo, ¿aún existen momentos que no se puedan musicalizar?

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