Nuevamente me siento una inútil, escribiendo y dedicándote palabras que quizá encuentres vacías, carentes de valor. Palabras que quizá no sepas interpretar, o no te interesen en absoluto. Palabras que llegan y que se van. Quizá tus ojos las recorran de milagro. Cosa que creo ciertamente improbable, considerando el nivel de tu interés para con mi persona.
Porque una y otra vez siento la necesidad de hablarte, de saber cómo estás. De enterarme qué es de tus días, si estás pasando por alguna dificultad o por el mejor momento de tu vida. Me gustaría saber si te rompieron el corazón, ¡ay de mí siempre intentando arreglarlo! Lo atesoro cual reliquia, como aquella caja artesanalmente adornada que hace tiempo me regaló mi abuelo. Tu corazón forma parte de un mínimo puñado de cosas que no puedo dejar de cuidar. ¡Estúpida! ¿Acaso no me doy cuenta que el mío no te interesa en absoluto?
Puede que en algún momento te haya parecido importante, en aquel instante en el cual podrías preocuparte por cualquier cosa, con tal de librarte de tus propias angustias. Olvidarte de tus problemas para ocuparte de los de alguien más. Que triste que esas hayan sido las únicas circunstancias en las cuales me tuviste en cuenta.
Todavía me acuerdo cuando no tenías a nadie, a nadie excepto a mí. ¡Cuanto tiempo hace de eso!
Muchas veces me pregunto si te acordás, ahora que tus pedazos están finalmente soldados, acompañados, que en ese momento intenté vagamente ayudarte a repararte.
Ajusté tus engranajes, de a poco, cediendo mi tiempo. Hasta que todas las piezas encajaron, y volvieron a formar aquella escultura que tanto quiero. Como si fueras una caja musical; finalmente tu melodía volvió a ser uniforme, y la mía aún desafina. ¿Te interesa escucharme? ¿O preferís jugar a no darte cuenta?
Y para cuando no hablábamos, yo también estaba, sólo que no lo sabías. No tenías forma de saberlo.
Es molesto sentir que dejarías todo por ayudar, por arreglar situaciones incluso de personas que no lo merecen, o que no adquiriste confianza suficiente. Pero luego, al pedir ayuda, nadie aparece. Nadie parece recordar que estuve ahí.
Surcan lágrimas por mi rostro al comprobar que pasa el tiempo y no me hablás. Que si no omito palabra, no obtengo saludo. Que si me siento feliz no te enteres, que si estoy atravesando una depresión, no te importe.
Y me sorprendo analizando la opción de ver al pasado repetirse. Descubrir que el pegamento que te unió se desvanece con el agua, filtrándose a través de una rejilla y dejándote nuevamente a la intemperie. Desnudo de sentimientos. Curiosa situación, en la cual estaría nuevamente dispuesta a estar, sin importarme el presente, que llegado el momento sería pasado. Perdonando tus ausencias, con necedad pura. En plan de negación a lo ocurrido, queriendo convencerme a mí misma que aprendiste alguna lección, que aprendiste a estar y no siempre recibir.
¿Cómo es posible encontrarme añorando un momento como tal? ¿Puede aceptarse que quiera verte roto, únicamente para comprobar como volvés a recurrir a mí? Pensamientos egoístas, que lucho por cambiar. Pero al fin y al cabo, todos necesitamos atención. ¿A quién no le gusta sentirse importante? ¿Quién podría negar firmemente que necesita alguien que se preocupe por ellos? Nadie. Y esa es la maldita lógica de los humanos, especie que necesita ser considerada por los pares para sentirse vivo. Para sentir que valemos algo.
Concluyo esperando que me leas, y pese a todo entiendas que para mí sos importante. La mayoría de la gente lo es, aunque no se reconocer si esa es una virtud o un defecto. Ya que siempre termino esperando recibir mínimamente la mitad de lo que doy, de personas a las cuales les importo un comino.
Ser almohada puede ser bello, sentir que confían en vos y te entregan sus lágrimas. Pero luego te sienten demasiado dura, o demasiado blanda; y te cambian por otra. Y ahí quedás, únicamente te usan en tiempos de enfermedad, cuando necesitan tener la cabeza en alto para respirar mejor. En los momentos difíciles.
Así que sólo tengo que buscar en mi armario aquellas almohadas que quizá olvidé y descubra que no estaban tan gastadas como creía. Quizá puedan perdonarme, si alguna vez tuve alguna.
Y a vos te digo, a vos, que te olvidaste de mí.
Pese a tu ausencia, aún respiro.
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Antología de cartas
Short StoryCartas varias a personas o elementos que de alguna forma u otra dejan marca en mi vida