Carta a un bolígrafo

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Yo te uso, te uso para crear una carta que voy a dedicarte. Dirigirte palabras que serán escritas a puño y letra, aunque digitalizadas.
Te uso y te vuelvo a usar, todos los días de mi vida. Siempre es bueno tenerte conmigo, vaya a donde vaya. Un teléfono, una dirección, tenés el poder de registrarlo más allá de la memoria. Si quieren borrarlo, dejan mancha. ¿Para qué borrarlo? ¿Para qué destruir lo que pudo haber sido una obra?
Imposible imaginar la cantidad de cosas que habrás escrito. Las manos de quienes te habrán sostenido. Y utilizado. Si pudieras repetir ciegamente lo que sabés, ¡qué perdidos estaríamos todos! Aquellas cartas que escribimos para luego quemar, deseando que nunca vean la luz. Que nunca sean descubiertas, ni leídas más que por nosotros mismos. Pero vos sabes lo que contiene, vos las escribís. Aquellas cosas que se planearon pero nunca llegaron a concretarse. O aquellas experiencias realizadas, sueños cumplidos que ruegan por no ser olvidados. Piden a un ente invisible perdurar en el tiempo. Ser eternos por sí mismos.
El trazo de tu tinta sobre el papel representa un hilo de pensamientos. Que se va extendiendo, curvándose cuando es necesario, aunque también manteniéndose recto y firme. Expresa lo que sentimos; una lágrima difumina lo que quisimos decir, borroneando quizá una gran obra de arte.
Tus resultados, casi nunca efímeros, siempre a lo largo del tiempo despertando diversas emociones en diferentes tipos de personas.
Y no sólo hablo de la escritura, podés representar múltiples ramas artísticas, cual dibujo. Retratar, o crear. Con la intención de dejar una huella. Una huella de color, nacida de la naturaleza misma. Piedra, un animal. Un poco de aquí un poco de allá, un barniz y no se mueve más. Queda queda y quedará.
Dentro de muchos años quizá vuelva a encontrar alguna creación, y me ría... o llore.
Mágica bolilla en tu extremo que le permite a la tinta fluir, ir corriéndose en diferentes direcciones a medida que te desplazo. Cede ante una fuerza mayor. ¿Qué pasaría si se negara a moverse? Si se negara a ceder y decidiera endurecerse por siempre... el pigmento quedaría aprisionado. La alegría del color quedaría oculta. Y no habría posibilidad de crear.
No sirve cerrar la puerta con llave, como tampoco dejarla totalmente abierta. Que pase, que se filtre una corriente de pensamiento.
Pero todo se acaba, y la tinta no puede durar para siempre. Por momentos dejás de expulsarla y me esfuerzo en exprimirte, explotarte. Quizá te someto a tal presión que decidís secarte, dejar de existir.
Dicen que la luz ayuda, ver la luz de cerca, o mojarte sólo un poco son las cosas que te hacen funcionar. Son las cosas que dan vida. Tanto como el aire, del que hay que estar en resguardo por su gran inmensidad.
Y al dejar de ser sólo hay dos opciones, una es buscar imitarte, rellenarte nuevamente o en el mejor de los casos, renovar tu interior. Un cambio. Empezar de nuevo con el tanque lleno, el corazón que bombea pintura, pigmento y emoción.
La segunda opción, claro está que es reemplazarte. Una opción más cerrada, que no evalúa las posibilidades. El ahorro, el uso de material. Pobres todos aquellos que fueron abandonados, olvidados en un cajón de cocina, envueltos para regalo, nunca entregados. Ocultos entre la ropa de un niño, adolescente, custodiando sus secretos, que previamente supiste y transmitiste a tu hermano el papel.
¡Vamos! Relatá mi vida, te uso hasta cansarme de escribir. Hasta no reconocer mi propia letra, mi personalidad.
Un resumen para mi examen, el discurso del trabajo. Una carta de amor, amor a una madre. Amor a una mujer, amor a un hombre. Amor a un niño.
Un poema, una historia.
Un hilo que sigue extendiéndose, flexible como la mente misma y todo lo que conlleva extraer pensamientos, plasmarlos y luego, disfrutar.

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