VI.- La Llegada a Casa

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Tras unos veinte minutos andando, llegamos a la aldea, estaba desierta (gracias a Thor). Eran las seis y media de la tarde aproximadamente. Todos estarán en sus casas descansando, mejor así. Mientras caminábamos atravesando la aldea, la chica lo miraba todo, como si no hubiera visto un lugar así en su vida o, al menos, en mucho tiempo.

Llegamos a la puerta de mi casa. Me di la vuelta para mirar a la platinada, estaba parada justo detrás de mí, mirándome fijamente con cara de "si me sigues mirando te saco los ojos". Me volví a girar y abrí la puerta. Al entrar vi a mis padres sentados en el sillón hablando y riendo con mi hermana. Me encanta verlos así. Entré y me miraron sonrientes. La primera que habló fue mi madre

-¿Dónde estabas hijo?-

-Sí. Te perdiste el almuerzo en la gran sala.-Reclamó mi padre con media sonrisa. Abrí los ojos hasta el máximo.

-¡Mierda!- exclamé mientras me daba un golpe con las manos en la frente tapándome los ojos con gran fuerza ¡No podía creérmelo! Me había perdido la comida en la gran sala.

Mis padres y mi hermana me miraban mientras reían. Los miré enfadado y les dije, bueno, más bien les grité.

-¡NO TIENE GRACIA!¡Tenía muchas ganas de que llegara!- enfurruñé la cara, me crucé de brazos y me di la vuelta. En ese momento ví a la chica allí de pie, acariciando a Desdentao. Me quedé mirándola extrañado.

-¿Está acariciando al dragón?¡Si hace un momento estaba aterrorizada! Qué chica más rara.

-Quieres callarte.

Intenté acercarme a ella, pero reaccionó rápido y se echó hacia atrás. Eso ya me pareció más normal.

-¿Qué pasa fuera Hipo?- preguntó mi padre desde dentro de la casa.

-Nada, solo, ¡un momento!- quería explicarles a mis padres lo de la chica, pero para eso, ella tenía que entrar en casa y no sabía cómo, de todas formas no iba a dejarla afuera. La miré a los ojos con confianza. Ella me miró asustada.

-Por favor, entra en mi casa. No puedes quedarte aquí fuera. Vas a quedarte helada. Dentro estarás mucho mejor.- le decía mientras nos mirábamos frente a frente. No paraba de mirarme, parecía que quería matarme con la mirada. Seguí esperando.

-¿No quieres entrar?- le pregunté arqueando una ceja. No respondió.- ¡Bien! Pues ahí te quedas.- dije y acto seguido me di la vuelta para entrar en casa.

De repente, sentí que una fría mano me agarraba. Abrí los ojos por la sorpresa, pero volvieron a la normalidad antes de darme la vuelta. Cuando me giré la vi agarrando mi mano y mirándome a los ojos. En ese momento me soltó. Me quedé pensando un instante, luego bajé la mirada y sonreí. Volví a entrar en casa y Desdentao entró después. Me puse a un lado de la puerta para que pudiera entrar. Ella entró con cuidado, mirando hacia todas partes hasta que chocó con la mirada de mis padres. Se quedó paralizada. Veía en su rostro miedo y curiosidad a la vez. Mi padre se levantó del sillón y ella corrió a esconderse tras de mí. Me quedé extrañado ya que hace cinco minutos no podía ni mirarla.

-¿Quién es ella, Hipo?- preguntó mi padre.

-Yo... no lo sé.- dije mirándola, mientras ella estaba mirando cada rincón con extrema curiosidad.

-Bueno, vamos a cenar y nos cuentas, ¿de acuerdo?- dijo mi madre poniendo su mano sobre mi hombro. Le sonreí y nos dispusimos a poner la mesa.

Nos sentamos a la mesa a cenar entre risas. Giré los ojos por la risa un momento y me topé con los ojos celestes de ella. Vaya, me había olvidado que se encontraba aquí. Miraba con ansias la comida que había en la mesa. Miré mi plato y me levanté. Ella se recostó en una esquina mientras yo me acercaba hacia ella con un pequeño cuenco lleno de caldo. Al llegar donde estaba ella me agaché enfrente suya y le ofrecí el cuenco. Ella lo miraba con mucha ansia, debía de estar muerta de hambre. Poco a poco empezó a estirar las manos hasta agarrar el dichoso cuenco. Cuando lo sostuvo entre sus manos miró el caldo deseosa de probarlo, me dirigió una mirada con unos ojos brillantes y ligera sonrisa en sus labios y empezó a beber.

-De nada.- le susurré con una leve sonrisa en mi rostro, me levanté y me dirigí hacia la mesa y me senté.

-Bien, ¿y no sabes cómo se llama?- preguntó mi padre mientras masticaba la carne.

-No. Pero voy a averiguarlo.-

-Es muy rara.- replicó mi hermana mirándola.

La fulminé con la mirada.- Solo está asustada, además, tú solo tienes 7 años, no lo entiendes.-

-Podría entenderlo si quisiera.-

-Cada día te pareces más a Patán!-

-Idiota!-

-¡Tonta!-

hace gracia discutir y nos reímos mientras nos gritamos. Terminamos de cenar y yo me fui a acostar. Indiqué a la chica, aún recostada contra la pared, que me siguiera escaleras arriba hacia mi habitación. Dudó unos instantes, pero se levantó y me siguió. Al llegar arriba me acerqué a la cama, acomodé la almohada y le indiqué:

-Dormirás aquí, en mi cama.- su cara era confusa. Quería abalanzarse sobre la cama, pero no lo hacía. Me acerqué a ella.-Adelante.- Entonces corrió y se tiró en la cama. Pocos minutos después ya dormía plácidamente. ¿Quién eres?, ¿De dónde vienes?, ¿Cómo y por qué estabas en el bosque?... Tenía que descansar, mañana sería un día largo.

Distinta Mentalidad, Mismo Sentimiento (hiccelsa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora