XXII

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Cuatro días. No pensaba ni quedarme uno y ya llevamos cuatro días aquí. Y aún sin explicaciones sobre lo que hablaron Elsa y Esteban. Estaba tan molesto que apenas podía dirigirle la palabra a ninguno de los dos.

Me encontraba en el mismo lugar de la primera noche. La luz del sol antes del anochecer hacía que se formaran sombras extrañas a mi alrededor, y cada una con una historia diferente. Con la espalda apoyada en esa roca tres veces más alta que yo, mirando el mar azul romper contra las rocas y con la sangre seca decorando la fría piedra.

Flashback

Me lancé contra la gran piedra y empecé a golpearla con los puños cerrados. Solo sentía una cosa en ese momento. Ira. No me importaba si dolía o no. Mi empeño era golpearla repetidas veces hasta romperla, aún sabiendo que eso no iba a pasar. Mis ojos empezaron a cristalizarse, lo que hizo que gritara y golpeara con más fuerza. Caí de rodillas y apoye mi cabeza contra la superficie rugosa, dura y fría de la piedra. Empecé a llorar...

Fin Flashback

Miré mis nudillos aún vendados por las heridas que me hice y junté la frente con mis rodillas. Estaba enfadado y preocupado. Elsa. Esteban. Todo era un sinsentido. Solo quería volver a Mema, a mi isla, a casa.

-¡Eso es!-exclamé-. Vamos a volver. Ya hemos estado demasiado tiempo fuera de casa, ¿verdad, campeón?

Desdentao me miró y sonrió. Subí a mi dragón y volvimos al palacio.

Entré al salón del trono sin preguntar y, como no, allí estaba el pelirrojo sentado en su trono y la platinada a su lado con el ceño fruncido mientras hablaban de cosas que supuse que eran importantes, pues se silenciaron en cuanto entré.

-¿Por qué no has llamado?- preguntó Esteban muy serio, como si hubiera interrumpido algo importante.

-Porque no quiero- contesté de mala gana y me aproximé a ella-. Elsa, ¿podemos hablar... a solas?

Ella miró al otro, el cual me fulminó con la mirada para después mirar a Elsa. Ella suspiró.

-No. Delante de los dos- resoplé, negué y la miré.

-Lo siento- dije y la cargué como si fuera un saco.

Elsa dio un pequeño grito por la sorpresa y agarró la espalda de mi camisa. Me giré y empecé a caminar a la puerta.

-¿Qué crees que haces?- dijo Esteban con un tono serio, casi de enfado.

-Llevármela, ¿no lo ves?- y empecé a correr.

Esteban ya había mandado a los guardias tras de mí pero, incluso con Elsa, soy más rápido. Subí las escaleras rápidamente con la chica diciendo que la soltara o que corriera más rápido porque nos alcanzaban los guardias según le viniera. Entré en la habitación de la platinada y cerré la puerta. Desdentao ya estaba preparado para salir, así que solté a Elsa en la silla de montar de mi dragón, puse una silla bloqueando el pomo para que no pudieran entrar, abrí las puertas de la terraza, monté delante de la ojiazul y salimos volando a toda velocidad mientras se escuchaban los golpes en la puerta que intentaban abrir.

El camino hasta donde había estado un rato antes fue en silencio. Cuando llegamos, bajamos de Desdentao y vi a Elsa acercarse a la roca y pasar sus dedos por los restos de sangre seca que había dejado mis manos unos días antes. Entonces se giró hacia mí y preguntó:

-¿Que querías decirme?- pensé si era lo correcto pero ya no había vuelta atrás.

-Pues... he pensado que podríamos volver.

Elsa pareció palidecer. Apoyó la espalda en la roca y se deslizó hasta sentarse en el suelo. Había entendido lo que le había dicho, pero no lo estaba procesando de la manera que yo había pensado.

Distinta Mentalidad, Mismo Sentimiento (hiccelsa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora