XVIII: Verdades y Mentiras

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-No te acerques a ella.

Él se rió y se acercó a mí, mirándome fijamente a los ojos.

-El color de tus ojos es muy bonito, ¿sabías?

Di un paso atrás. ¿Qué le ocurría a este tipo? Es muy raro. Conocía a Elsa, y ella le tenía un miedo enorme. Miré a los demás y todos estaban igual o más confusos que yo.

-Parece que Elsa no os ha contado nada. Aunque no creo que pueda -lo miré arqueando una ceja-. Cuando desapareció estaba muda. No podía hablar.

Elsa empezaba a parecer más enojada que atemorizada. Estaba apretando mi brazo con sus manos hasta que el supuesto rey habló:

-Seguidme por aquí. Será más sencillo hablar si estamos sentados y tomando algo.

Empezó a caminar y nosotros lo seguíamos. Llegamos hasta un comedor con una mesa larga y suficiente sillas para todos. Nos sentamos de esta manera: en un lado de la mesa nos sentamos, en este orden, los gemelos, Patán, yo, Elsa, Astrid y Patapez. Al otro lado se sentó él,  justo enfrente mía y, apoyando los codos en la mesa, sonrió.

-Y bien, ¿en qué puedo ayudaros?
-La memoria de Elsa -dije serio y cortante.

-Oh, por supuesto. Ella era una chica encantadora pero, un día, cambió. Se volvió agresiva y...

-Las heridas de la espalda, ¿sabes cómo se las hizo?

-Por supuesto -dijo sonriendo y, tras beber del chocolate que nos habían servido, continuó.

Todo lo que decía no encajaba con la historia que había contado Elsa. Ella nos había dicho que él no era de fiar pero, según el chico, todo era mentira y Elsa estaba loca que intentó matarlo.

-¡MENTIRA!

Me sorprendí al ver a Elsa en pie con las manos cerradas formando puños y el ceño fruncido. Su mirada reflejaba odio y desprecio.

-¡Vaya! Pero sí habla. Qué grata sorpresa, ¿verdad?

-Todo eso es mentira -dijo ella volviéndose a sentar-. Eres un sucio mentiroso, Hans.

-¿Hans? ¡Ja! - miró a Elsa fijamente y sonrió-. Ese es mi hermano, preciosa. Yo soy Esteban.

-¿Qué? -la platinada parecía confundida-. Pero, me dijiste que te llamabas Hans.

-Claro. Te hice creer que era mi hermano para poder quedarme con Arendelle. Me sorprende que aún te acuerdes. Después de todo lo que te hice pasar para que mantenieras la boca cerrada. Incluso, ya sabes, lo pasamos muy bien aquella noche ¿recuerdas? Espero que se lo hayas contado a estos buenos señores -sentí mi sangre arder, ni siquiera sabía cómo podía estar sentado-. La verdad es que tu desaparición me fue genial para conseguir el trono aún más rápido. Pero, a parte, espero que podamos repetir algún día lo de aquella noche.

No podia más. Me levanté en un torbellino de furia y estuve a punto de tirarme sobre el tipo ese y arrancarle esa sonrisa a puñetazos si no hubiera sido por Elsa que me agarró del brazo.

-No vale la pena.

Dí un golpe a la silla y salí de allí en dirección al jardín. Era de noche y había una bonita luna rodeada de estrellas decorando el cielo. Tenía tanta rabia acumulada que dí un grito al aire. Desdentao me había seguido, así que monté en él y salí volando. Una colina divisé a lo lejos y aterricé allí. Había una roca tres o cuatro veces más alta que yo y la miré fijamente viendo a ese chico sonriente. "Espero que podamos repetir lo de aquella noche ".
Me lancé contra la gran piedra y empecé a golpearla con los puños cerrados. Solo sentía una cosa en ese momento. Ira. No me importaba si dolía o no. Mi empeño era golpearla repetidas veces hasta romperla, aún sabiendo que eso no iba a pasar. Mis ojos empezaron a cristalizarse, lo que hizo que gritara y golpeara con más fuerza.  

Caí de rodillas y apoye mi cabeza contra la superficie rugosa, dura y fría de la piedra

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Caí de rodillas y apoye mi cabeza contra la superficie rugosa, dura y fría de la piedra.Empecé a llorar hasta que sentí una mano en el hombro.

(Narra Elsa)

Astrid me llevó hasta donde se encontraba Hipo. Tras dejarme en el suelo volvió al palacio. Vi a mi vikingo de rodillas en el suelo frente a una roca. La enorme piedra tenía varias marcas de sangre y me preocupé de inmediato. Acaricié la cabeza del dragón negro y fui hasta Hipo. Le puse una mano en el hombro y él apoyó su cabeza.

-Todo está bien. Astrid ha convencido a Esteban para que nos proporcionara habitaciones individuales en el palacio. Excepto a los gemelos, claro. Ellos van juntos -reí ligeramente, pero Hipo no se movió.

Me arrodillé a su lado y cogí sus manos. Tenía los nudillos de ambas destrozados y ensangrentados. Su mirada triste fija en el suelo me dió mucha ternura. Le di un beso en la nuca y acaricié su pelo.

(Narra Hipo)

Sentí los labios de la chica en la cabeza y abrí los ojos. La miré y ella sonrió. Volvió ha agacharse, poniéndose a mi lado. Intenté no llorar delante de ella, pero ella ya me había visto.

-Puedes llorar. No me importa.

La miré y rompí a llorar en su hombro. Elsa me acariciaba el pelo tal como haría una madre con su niño pequeño. Depués de unos minutos me calmé y me separé de ella, levantándome. Me puse serio y la miré cogiéndole las manos.

-No voy a dejar que te pase nada.

-Te quiero -fue su respuesta.

No esperaba esa respuesta. Pero esperé esa respuesta durante mucho tiempo. Ame esa respuesta. Lo juro. No pude evitar juntar los labios con los de ella. La abracé por la cintura y ella pasó sus manos por mi cuello, acariciandome el pelo. Pudimos permanecer así durante días si no fuera porque nos quedábamos sin aire.

Después volvimos al palacio, donde nos esperaban para la cena. El camino fue en silencio, pero no ese silencio incómodo. Un silencio dulce y tranquilo.

Tras la cena, nos mostraron nuestras habitaciones. La de Elsa estaba a dos puertas de la mía. Cuando estaba solo me quité la armadura y, solo con la camiseta roja y los pantalones, me acosté con Desdentao a los pies de la cama.

Distinta Mentalidad, Mismo Sentimiento (hiccelsa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora