C26: En familia.

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Emma, la bibliotecaria, se había llevado a Lizbeth para entregarle los libros con sistema Braille.

—Espera, ¿también quieres los audios en CD de los textos? —la secretaria era una pelirroja alta y su aspecto era relajado haciendo que no aparentara mucha edad. Sus ojos se asomaban detrás de esas gafas circulares, tenía buena vista de lejos, pero de cerca se le complicaba un poco.

—Sí, por favor —pidió la ciega.

Emma se dispuso a buscar lo que necesitaba, sostuvo la escalera de hierro y subió con cuidado para no sufrir una caída.

De espaldas a Lizbeth, husmeó entre las bolsas del estante mientras le hablaba.

—Oye, ¿él es tu novio? —se atrevió a averiguar, y es que si hay algo que la caracterizaba, era su curiosidad y el hecho de ser extrovertida.

— ¿Derek? No, sólo es un amigo —respondió incómoda. Ese tipo de interrogaciones la inquietaba.

—Nena, esa es la primera fase. Es muy guapo.

—Me quedaré en esa fase, entonces —dijo serena.

— ¡La encontré! —exclamó al ver el contenido de una bolsa azul. Tambaleándose fue bajando escalón por escalón, pisada por pisada hasta sentir el suelo. Suspiró soltando sus nervios. Odiaba tener que usar la escalera, aunque era parte de su trabajo.

Revisó que los discos fueran los correspondientes a cada libro.

—Aquí tienes todo, ¿segura que puedes cargarlo? Es pesado, mejor llama al muchacho —le recomendó luego de colocar el material de audio y los textos en dos bolsas.

—Yo puedo —aseguró.

Emma, no muy convencida, se las dio.

— ¡Derek! —alzó la voz para que él la escuchara. Apretó con fuerza sus manos alrededor del plástico.

Derek estaba ojeando un libro de los Siete Crímenes Casi Perfectos, cuando la oyó. Dejó lo que estaba haciendo y se dirigió a verla.

Se acercó y la ayudó con lo que llevaba en manos sin intercambiar palabras. Ambos salieron del establecimiento.

—Quiero cargar mis cosas —rechistó, no quería que él hiciera todo por ella.

—Son pesadas.

—Lo sé, yo puedo. Estoy ciega, pero los brazos no me faltan.

Derek le dio una bolsa y se quedó con la otra.

—Tengo hambre —sintió la brisa y se quitó el cabello de la cara.

—Te ofrecí el desayuno y no quisiste comer —se encogió de hombros, Derek.

— ¿Qué hora es? —preguntó desorientada.

El chico sacó su móvil para fijarse: 1:05 p.m. Le informó la hora. Lizbeth hizo una mueca y acarició su estómago.

—Podemos ir al Pizza Hut —propuso Derek.

— ¡Sí! —exclamó al instante provocando las risas de su acompañante.

—Comelona.

—Disfruto comer, es mi talento —bromeó ella.

Esos momentos valían mucho y eran casi inexistentes. Derek podía contar con una sola mano las ocasiones en las cuales la había hecho reír o la había escuchado, era una persona tan fría que su carcajada era como un sonido glorioso.

Experimento 366Donde viven las historias. Descúbrelo ahora