C29: Encuentro Inesperado.

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—Derek, ¿me tienes noticias?

—Algo así...

— ¡Lo hiciste! —exclamó entusiasmado el jefe.

—En realidad...

Y de nuevo el robot fue interrumpido por Mick.

— ¿Qué hiciste con el cuerpo? ¿Dónde nos encontramos para pagarte? —su voz sonaba muy alegre.

—Él sigue vivo —aclaró casi en un susurro.

—Derek, ya te he dado mucho tiempo —le recordó severo.

—Estoy consciente de ello, pero no puedo.

— ¡No puedes echarte para atrás! —gritó perdiendo la compostura de antes.

—No puedo hacerlo.

—Tenemos un contrato, Hinault —puso el altavoz y buscó en la gaveta de la mesita de noche, un cigarro e intentó relajarse.

—Esta familia no se merece más sufrimiento —Derek revolvió su cabello con frustración.

—En este negocio, la piedad no existe. La piedad es nuestra enemiga, la que nos acecha con el fin de destruirnos. Aquí ser noble es un pecado —expulsó el humo contenido y escuchó a Derek protestar.

— ¡Quiero salir de este negocio! —se alteró y luego al percatarse de las voces abajo, se dedicó a ser discreto.

—Tu contrato está hecho, mátalo y podrás renunciar.

—No me llenaré las manos con la sangre de ese hombre. Si tú estás dispuesto, hazlo —murmuró.

—Derek, hay que resolver todo en persona. ¿Te parece si nos vemos mañana a las tres en mi casa?

—Debo trabajar.

— ¿Tienes otro trabajo?

—Sí, te veo a las 12 pm en el McDonald's del centro —y dicho esto, el chico colgó.

Derek no tenía nada calculado, sólo poseía un impulso por escapar de aquel problema, esa era su meta. No anhelaba hundir a Mick y a sus secuaces, pero sí deseaba dejar la condena que lo obligaría a seguir dentro del hoyo negro.

Esto ya no era un juego, experimentaba una especie de peso o carga al tener las visiones de esas víctimas que siendo inocentes, dejaron de respirar en sus sucias manos.

Una fuerte tormenta atronó a Ocalla esa madrugada. Lizbeth no lograba conciliar el sueño ya que el ruido no se lo permitía. Le fastidiaba el golpe de las gotas contra el techo y su ventana, y más los truenos: no podía verlos, sin embargo, los sentía. Ella decidió levantarse. Quería llegar a la habitación de su hermana, siempre la ayudaba en situaciones así.

Por un mal paso, tropezó y terminó en el suelo. Detuvo el impacto de su frente contra el suelo frío, al poner sus manos y sostener su propio peso.

Derek, quien tampoco conseguía quedarse quieto, oyó un estruendo e, instantáneamente, fue a averiguar de qué se trataba. Se dirigió al cuarto de Lizbeth. La vio en el piso, corrió y la ayudó a incorporarse sobre sus pies, tomando sus manos. Así Derek la impulsó atrayéndola a él.

—Gracias —masculló la invidente dudosa—. ¿Eres Juliette?

—Derek —la corrigió él—. ¿Qué buscabas?

—No puedo dormir así que iba a estar con Juliette un rato—. Explicó y buscó a perilla de la puerta.

—Seguramente está dormida. Puedes venir conmigo —Derek abrió la puerta por ella.

Experimento 366Donde viven las historias. Descúbrelo ahora