Final: Recuerdos.

370 28 4
                                    


Acarició los pétalos de la rosa antes de dejarla en el pequeño escalón de la entrada. Atada a la flor con una cinta, se encontraba un pedacito de papel, el cual tenía escrita la letra S.

Habían transcurrido unos días desde su llegada al laboratorio. Los científicos quedaron sin palabras con la aparición de su creación gloriosa. Algunos debatían que debía ser destruido, mientras otros rechazaban aquella opción. Él se mantenía en la punta de la mesa escuchando cada palabra o grito que soltaban. Sin embargo, se apresuró a intervenir al momento de las votaciones a favor o en contra de la destrucción.

Les explicó que no quería que acabaran con él, así el comité se dispuso a elegir qué harían y Derek propuso trabajar para ellos en la realización de algunos experimentos.

Sin embargo, lo dejaban salir acompañado de supervisores.

Era el sexto día que salía para dirigirse a esa misma casa. Cada vez que iba dejaba una rosa nueva junto con otra letra, esta era la última.

Observó las ventanas de la casa. Soltó una risita cuando en su memoria, se proyectó la imagen de su escapada para hablar con Mick.

Dentro de esas paredes había vivido cosas inigualables. Miró el cielo y sus ojos se encontraron con la luna llena, eran las 3 A.M. Se aseguraba de dejar los detalles en la puerta justo en la madrugada, sabía que no lo atraparían de esa forma.

Sacudió la cabeza al atormentarse con las escenas de otro recuerdo: se había quedado dormido bajo ese cielo estrellado con Lizbeth a su lado.

Cogió uno de los girasoles del jardín y rozó los pétalos de ésta con su nariz. Los extrañaba, anhelaba con todos sus impulsos cruzar esa puerta y correr a abrazarlos. ¿Cómo olvidarlos? ¿Cómo tirar todas las vivencias?

Volteó su vista a la puerta cerrada del garaje. En una oportunidad, había mandado uno de sus autos al taller y no estaba solo: Lizbeth estaba allí, quejándose de su suerte.

Una brisa atacó su cuerpo y arrancó uno de los lados del girasol. Parecía un remolino, con cada vuelta, un recuerdo más le llegaba.

Los Montblack eran las mejores personas que había conocido, sin duda alguna. Viviría de nuevo cada minuto si pudiera. Repetiría ese fin de semana a solas con Lizbeth, le robaría otro beso en el McDonalds, escucharía su risa, y también la salvaría de nuevo de ser atropellada.

Todos tenemos momentos que desearíamos repetir. Algunos quieren volver a abrazar a alguien que ya tomo rumbo al cielo, morirían por un abrazo más. Pero la verdadera situación es que la vida avanza y cada memoria capturada es un tesoro.

Otra brisa recorrió su cuerpo con la aparición de su imagen entrando aquella noche con el objetivo de acabar con la vida del señor. Cerró los ojos intentando olvidarlo, pero las escenas de su ciega llorando, lo aterraron. Arrancó todos los pétalos amarillos como si así calmara su frustración.

Sólo sabemos cuáles fueron los buenos momentos cuando ya los dejamos pasar, es la realidad. Extrañamos las cosas cuando ya no regresarán.

La primera vez que se sintió en familia fue cuando se dirigieron a buscar a Juliette al aeropuerto y pudo sumirse en uno de sus abrazos grupales. Desde ese instante, se aferró a ellos y vio la importancia que habían tomado en su vida.

Había decidido lo mejor para la justicia, pero para él no. Molestado por la tristeza, tiró los pedazos en el suelo. La felicidad sólo estaba del lado de su familia, y él la había cortado sin vuelta atrás.

El sentimiento de arrepentirse no era nuevo para Derek, ya lo conocía. Era como un sabor amargo en la punta de la lengua. El arrepentimiento era un vacío sin salida para él. Soltó un sonido parecido a un suspiro. Jamás llegó a experimentar tanto disgusto por sí mismo y sus errores como en ese instante.

No cambiaría el tiempo con ellos, pero si su actitud, sus metidas de pata. Ni con un millón de años, podrá borrar todo lo que dieron, cada sonrisa cálida. Se levantó y observó el timbre. Retrocedió ante la idea de posar su dedo allí. No cruzaría la entrada, aunque sí estuviera desesperado por hacerlo. Volvió a acomodar la rosa con la S. Si juntaban las seis letras, formarían una palabra: GRACIAS. Derek estaba tan agradecido con ellos, les debía mucho.

La familia Montblack había recibido las otras rosas y letras, pero aún no descifraban al misterioso chico que las ponía cada noche.

Detalló por última vez la fachada de ese hogar acogedor y se giró. Caminó lejos de allí, dejando con cada paso, los recuerdos a los que alguna vez se había aferrado.


Experimento 366Donde viven las historias. Descúbrelo ahora