Miré mi rostro en el espejo del baño, mi labio no paraba de sangrar, un ardor incipiente se extendía por toda mi boca. Mi ojo estaba pasando de rojo a morado muy rápido.Me prometí no llorar, pero era inevitable.
Sabía bien que no debía haber parado a hablar con Michael, mi amigo de la niñez, pero fue solo por un momento, dos o tres palabras inocentes. Pero Richard no me creyó. Pensó que estaba coqueteando con él, y se enojó mucho.
Cuando Richard se enojaba, yo temía. Su amor por mí era tan potente como sus celos enfermizos, y estos celos lo descontrolaban a tal punto que, bueno...solo hacia falta mirarme para saber lo que sucedía después.
Pero Richard, mi pareja desde hace ya dos años, se arrepentía luego, me colmaba de atenciones para compensar su error.
Esos eran los mejores días.
No es que me guste este juego interminable, ni el doloroso trato, o maltrato que me da. Es solo, que no puedo dejarlo, yo soy todo para él. Y aparte de mi...no tiene nada.
Me acosté, quizá mañana tuviera un mejor día.
El despertador sonó a las siete. Richard se cambió y se fue a trabajar a la tienda departamental donde era guardia de seguridad.
Para mí era irónico que él procurará la seguridad de otros.
Cuando supe que se había ido me levanté, era incómodo encontrarme con él el día después de una de nuestras peleas.
Tomé una taza de café y luego de ponerme unos jeans y una camiseta negra salí a la calle.
Veinte minutos más tarde, con el periódico matutino en la mano, trataba de ubicar una dirección que había remarcado.
"Se necesita señorita de entre 25 y 35 años para tareas de mantenimiento en departamento privado. Excelente remuneración. Disponibilidad horaria.
Presentarse 7:50 en calle Carlston 621.3 c"Yo tenía veintiún años, pero igual me iba a presentar; necesitaba con urgencia una entrada extra de dinero.
Toqué el timbre del portero eléctrico. Nada. Volví a intentarlo. Una voz ronca y masculina se oyó claramente.
-Si...¿quién es?
-Buen día...vine por el anuncio en el periódico, por el trabajo-dije acercándome al altavoz.
-Aha, son las 8:15, puse claramente 7:50. Es tarde, lo siento-me respondió cortante.
-¡Espere!...son solo 25 minutos. No pensé que seria exactamente a esa hora. Por favor, lo necesito mucho-le pedí casi en un ruego.
-Lo lamento señorita pero...-decía la voz, pero lo interrumpí. Realmente necesitaba trabajar.
-Haré lo que sea, en serio. No tengo inconveniente con nada-dije con tono suplicante.
El hombre del otro lado del portero hizo silencio, pensé en que lo estaba meditando. Luego de un minuto me respondió.
-Esta bien. Suba. Ya le abro.
Solté una exclamación de alegría. La puerta se abrió y subí por las escaleras del moderno edificio hasta el tercer piso. Allí busque el número, toqué un nuevo timbre y volví a esperar.
No pasó mucho para que un hombre de unos setenta años me atendiera. Se veía muy serio y distinguido.
-Pase por favor, señorita...-me dijo, y yo completé su oración con mi nombre.
-Mary Turner.
Entré. Era un departamento amplio y hermoso, pero poco iluminado.
-Siéntese, mi nombre es Vladimir Helsing-me dijo con gentileza, acompañando sus palabras con un gesto de su mano.
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Sálvame Adam.
VampireUn día cualquiera. Un trabajo más. Una tarea sencilla. Una tentadora paga. Pero nada resulto tan sencillo como parecia, pues ese día, ese trabajo, y esa tarea... cambiaron todo en mi vida. Ojos verdes, tez pálida, belleza sobrenatural. Necesitaba se...