CAPÍTULO 32

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(Dr. Sigma)

Desperté con la respiración agitada y me senté instantáneamente como un muerto en pleno proceso de cremación. Mi pulso estaba acelerado, mi cabeza daba mil y una vueltas y mi cara ardía producto de una leve fiebre que no se agravaría.

Al pestañear repetidas veces, logré enfocar y reconocí el lugar en el que estaba. Me habían dejado en una de las habitaciones del sector médico como a un paciente común y corriente.

Mi cuerpo descansaba sobre una camilla ortopédica. Me mantenían nutrido a base de un suero que ingresaba su líquido transparente a través de una intravenosa.

La puerta de la habitación se abrió de par en par y María se asomó con cautela. Al ver que estaba despierto, irrumpió en la habitación y cambió su gesto pacífico por un ceño fruncido y una mueca de amargura.

Ya iba a empezar con su reproche sobre el alcohol, las mezclas y bla, bla, bla...

—Tendría que agradecerle a Dios que aún sigue con vida —alegó furiosa—. Mezclar alcohol y químicos de esa forma podría haberle resultado letal o en el mejor de los casos podría haber caído en un coma de tres meses.

—Soy ateo. —Puse los ojos en blanco e intenté que su histeria no me sacara de quicio—. Después tendrás tiempo para agradecerle a tu Dios todo poderoso de mi increíble recuperación —dije con sarcasmo y reí ante la mirada de desaprobación de mi asistente.

—¿Qué esperaba conseguir con esas mezclas? —Manifestó su duda, con un tono de voz arisco y chillón.

—Solo quiero acabar con este insoportable problema que no hace más que estresarme —le resumí y le resté importancia con un ademán—. Si me disculpas, necesito ir a hacer una llamada.

Necesitaba buscar la forma de zafarme de esta pesada para poder realizar una llamada al Deltágono.

Aquella conexión iba a ser determinante en el papel que me tocaba jugar. Iba a ponerme en la delantera y tener el juego y la victoria asegurada en la palma de mi mano.

—¿Por qué no los deja en paz? ¿Por qué no puede aceptar que esos adolescentes son tan listos como usted y que solo causarán caos si se confrontan? Esto le está afectando Sigma y se está saliendo de control. Está actuando como un psicópata...

—¡Ya basta! —Le di una cachetada, cortando su reproche innecesario.

María retrocedió ante el impacto y me miró horrorizada. Nunca antes le había levantado la mano, pero de verdad hacía falta para cerrarle la boca de una vez por todas.

Agarré la manguera que me brindaba el suero y la arranqué de mi muñeca, para poder recuperar la movilidad. Me levanté de la camilla descalzo, aún con la bata de hospital puesta y caminé en su dirección con la mandíbula tensa.

Ella intentó retroceder, pero su espalda chocó contra la pared.

La tomé de la barbilla con mucha fuerza y apreté su cabeza contra la pared. Ella chilló e intentó librarse, pero no se lo permití.

—Si vuelves a hacerme alguna escenita de madre sobreprotectora, te arrancaré la cabeza María —la amenacé entre dientes

Ella no lloraba, simplemente me dedicaba miradas de odio, que poco a poco se iban quedando sin fuerza.

No necesitaba matarla. Solo asustarla y hacerle entender que ningún hombre, y mucho menos una mujer, podría decirme que hacer y que no hacer.

La solté con brusquedad y ella necesitó agarrarse contra la pared para no perder el equilibrio. Comenzó a toser, pero nada me importó.

No Soy una Falla ||LIBRO 1||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora