De un momento a otro, el suelo comenzó a temblar. La tierra comenzó a quebrarse con pequeñas ranuras y se intensificaban desde el centro del bosque.
Algo grave estaba por ocurrir.
No podía quedarme allí. Levanté el cuerpo de Sofí y entre tambaleos, logré llevarlo detrás de unas matas densas, rezando para que nada le ocurriera.
Tenía que reunirme con el resto para descubrir lo que estaba ocurriendo.
Corrí en esa dirección acercándome hacia el resto, quienes se alejaban de las grietas más profundas para no caer en ellas. Inspeccioné el suelo y noté que los huecos eran regulares. Cada uno parecía tener una forma específica en donde debía de encantarse una pieza faltante.
Estaba a punto de llegar, pero en medio de la carrera alguien me empujó a un lado. Me tumbaron con una enorme brutalidad y tanto yo como mi atacante comenzamos a rodar frenéticamente hasta chocar contra un pino.
Una figura humana se tiró sobre mí, sin dejarme tiempo a que reaccionara. Colocó una mano en mi cuello y luego de sentir un poco de presión, vivencié cómo algo se hundía allí sin ningún cuidado.
Cerré mis ojos cuando sentí aquel pinchazo, pero mi reacción no fue estridente ya que me estaban estrangulando y el oxígeno no me llegaba al cerebro. Mis ojos se abrieron, casi saliéndose de sus órbitas y las venas del rostro se me hinchaban. Necesitaba respirar, pero Sigma me estaba asfixiando.
Alguien se tiró sobre el quitándomelo de encima.
Tomé una fuerte bocanada de aire intentando recuperarme. Rodé como pude y en medio de una enorme inestabilidad me fui poniendo de a pie, poco a poco.
Avisté a Ares, quien golpeaba sin piedad a Sigma una y otra vez.
El suelo volvió a temblar con mayor intensidad y la mayoría de los allí presentes perdió el equilibrio, incluyéndome.
Levanté la vista y me encontré con enormes plataformas ascendiendo y ocupando el lugar que les correspondía a las letras griegas. Centenares de adolescentes con diferentes colores en sus iris se bajaron de allí, todos ellos provenientes del laboratorio, o eso creí a juzgar por su uniforme.
Una mujer me levantó por los brazos y me ayudó a recuperarme. Sus movimientos eran delicados y sus manos olían a alcohol en gel. Su cabello rubio desatado cayó sobre mi cara y cuando por fin me levanté pude ver su rostro.
María me sonreía con los ojos llenos de lágrimas de felicidad.
Parecía descuidada, con el cabello salvaje y varios moretones en los pómulos. En vez de tener su bata blanca llevaba puesto el uniforme con el que me vistieron la primera vez cuando ingresé al laboratorio.
—Ahora ve a ayudar a Ares —me alentó y se fue corriendo mientras cambiaba el cargador de su nueve milímetros.
Ubiqué a Ares y la escena me hizo estremecer hasta el último pelo de la cabeza. Estaba tirado en el suelo desconcertado. Con su cabello azabache cubierto de sangre y la mirada perdida en algún punto, como si tuviera una contusión.
Sigma se encontraba a unos metros, recargando su pistola, la cual intenté quitarle con ayuda de la telequinesis, pero no estaba funcionando. Intenté teletransportarme y así poder detenerlo antes de que pudiera atentar contra alguien, pero no hubo forma.
Parecía tener mis poderes inhibidos.
Mis ojos nunca me habían fallado, mucho menos en situaciones de riesgo como estas.
Saqué una navaja y con ayuda del reflejo caí en la cuenta de que mis ojos habían cambiado.
¿¡Qué les habían hecho?! Parecían opacos y salpicados por insignificantes manchas de colores, como si hubiesen perdido su fuerza.
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No Soy una Falla ||LIBRO 1||
Science FictionLa pigmentación de tus ojos te hace especial de algún modo. Esas diferencias te determinan un poder único. Suena increíble poder controlar los objetos con tu mente, teletransportarte, o incluso ver los sentimientos de otras personas ¿No? Antes de cr...