─Como sea una broma de las vuestras os juro que lo lamentaréis. ─Le advertí a ambos con dureza mientras descendíamos por la ladera montañosa.
La noticia me cogió por sorpresa y todavía una parte de mi pensaba que Ben y Mara me estaban gastando una broma de mal gusto, de todos modos no pude contener la emoción. Habíamos viajado durante medio año desde el antiguo refugio de Anchorage ( Alaska), atravesando bosques helados repletos de Osos, podridos y gente indeseada.
Habíamos estado persiguiendo un rumor infantil que hablaba sobre una nueva civilización, la "Comunidad", la cual decían que se extendía por la costa occidental desde Tacoma hasta San Diego y ahora nos encontrábamos más cerca que nunca. Seattle estaba a veinte millas de nuestra posición y era la última ciudad infectada antes de llegar a Tacoma.
─Siempre he querido visitar Seattle. ─Dije con voz nerviosa mientras observaba el nevado valle que acontecía bajo nuestros pies, un valle lleno de grandes copas de coníferas que resplandecían intensamente con las primeras horas de luz. Y a lo lejos se observaba Seattle, y justo detrás un mar oscuro y brillante a su vez, al fin respiré aliviado al ver con mis propios ojos que todo lo que habían dicho mis amigos era cierto.
─No es gran cosa ─Respondió Mara. ─Sólo es otra ciudad derruida e infectada de podridos, de hecho cuando estábamos intentando conseguir recursos un descerebrado casi me muerde en la pierna.
─Vaya Ben, reconozco que Mara es una mujer muy atractiva pero no sabía que te gustase de esa manera. ─Dije en tono burlón y sarcástico.
El silencio reinó por unos segundos hasta que Mara asimiló lo que había dicho y entonces soltó una enorme carcajada que sonó por toda la ladera, Ben se puso rojo como un tomate y después me fulminó con los ojos de un asesino, si las miradas matasen os aseguro que Ben ya me habría hecho trizas, y después de eso habría desintegrado los restos que quedaran de mi.
─Venga admítelo, ha tenido su gracia. ─Dijo Mara para calmar el ambiente, mientras se le escapaba alguna que otra risilla.
─Lo que tú digas. ─Respondió Ben de manera cortante─. Su enfado solo consiguió que brotasen de nuevo las risas entre nosotros hasta que Ben no pudo resistir la tentación de reír también y así transcurrió toda la mañana. No eramos un grupo muy numeroso pero siempre sabíamos cuidar de los nuestros y a pesar del mundo en el que nos había tocado vivir nunca nos faltaban los buenos momentos como esos.
Después de tanto tiempo al fin nos había tocado un día con el cielo despejado, tuvimos la suerte de que ya no nevara ni hiciera tanto frío como ayer, pues el sol resplandecía con fuerza ahí arriba, calentando nuestros frágiles cuerpos medio marchitados por el continuo mal tiempo.
Mientras atravesábamos aquel valle lleno de altas coníferas y maleza que sepultaban las afueras de una ciudad en ruinas Jo jugueteaba conmigo con una energía que no era humana, saltaba por el aire e intentaba darme pequeños bocados traviesos en las manos.
De vez en cuando le lanzaba bolas de nieve por el aire y el se agazapaba hábilmente esquivándolas con éxito, a veces incluso no tenía reparo en interceptar alguna que otra con la boca y después de que se desvanecieran tras el impacto con sus propias fauces el muy bobo olfateaba el suelo intentando averiguar adonde podrían haber ido a parar. como si de un truco de magia se tratase.
Por lo demás todo transcurrió sin complicaciones, de momento no había señales de podridos por ninguna parte y prácticamente estábamos llegando a las afueras de la ciudad, sin embargo noté a mis compañeros algo tensos y la tensión fue en aumento. Justo cuando llegamos al primer vecindario de la ciudad Mara se paró en seco y quedó mirando al frente confusa durante varios segundos, entonces interpuso bruscamente su brazo con el torso de Ben impidiéndole así que avanzara más de la cuenta.
─Espera Ben, algo me huele muy mal. ─Dijo Mara intentando parecer preocupada, pues lo estaba.
─Si mal no recuerdo... ─Hizo una breve pausa─. Esta zona estaba infestada de zombis hace menos de tres días y lo único que veo ahora son charcos de vísceras y sangre por todo el suelo. ─Concluyó.
Yo que me había quedado rezagado junto a Jo unos cuantos metros detrás de ellos escuché el comentario de Mara y no pude evitar que un escalofrío recorriese todo mi cuerpo. Admito que si hay algo que temo más que las grandes ciudades repletas de zombis son las grandes ciudades vacías. Pues nunca traen nada bueno.
Esperaba que lo que acababa de decir Mara fueran tan sólo imaginaciones suyas causadas por la deshidratación, el hambre o el cansancio, o todas juntas al mismo tiempo, pero no tardó en desmoronarse mi teoría cuando vi que Ben le daba la razón y aunque no lo hubiera hecho la expresión sombría de su cara hacía que entendiera aquella situación sin necesidad de que me dijeran nada, aún así no pude resistir la tentación de preguntar.
─A ver si lo he entendido. ─Conseguí decir malhumorado, después de varios segundos de silencio en los cuales me había quedado totalmente perplejo y atónito─. ─¿Me estáis diciendo que estos vecindarios estaban repletos de zombis hace unos días? ─Pregunté confuso. ─Porque a no ser que los podridos se hayan hecho invisibles, y espero que no sea el caso, yo veo las calles vacías, totalmente vacías. ─Reiteré.
No era ni la manera, ni el momento más apropiado para quejarse de este problema, pues la atmósfera estaba cargada de malas vibraciones, pero entended que llevaba medio año pateando por todo el occidente de Canadá, no había podido ducharme en días, tenía frío, estaba cansado, hambriento, sediento, y para colmo habíamos llegado a una ciudad fantasma que según decían mis compañeros estaba repleta de zombis hace un par de días.
Lógicamente mi comentario no calmo el ambiente, sino que originó una disputa a mano armada entre tres bandos y un espectador que parecía observar con curiosidad la escena. En pocos minutos salieron más insultos de nuestra boca que en todo el viaje, y el estruendo que había originado nuestra estúpida pelea no era para nada silencioso, por suerte, estábamos en lo cierto, no había ni un alma en pena al menos en nuestra zona y nada pasó.
Después de maldecirnos los unos a los otros y echarnos en cara nuestros errores durante el viaje nos distanciamos cada uno por su parte a una distancia prudente sin que llegásemos a separarnos pero no demasiado cerca.
El animal confuso de aquella discusión que no alcanzaba a comprender decidió corretear por la maleza hasta que al cabo de unos minutos se acercó a mi y quiso acompañarme en mi soledad. El lobo se acurrucó sobre mi que yacía en el suelo helado y sin previo aviso me lamió la cara antes de que pudiera reaccionar. La acción de Jo me hizo reír y mi humor mejoró notoriamente.
─Qué haría sin ti saco de pulgas. ─Aunque no lo parezca lo dije con un tono bastante afectivo.
Al cabo de los minutos mi ira se había desvanecido, ya no me sentía enfadado con nadie, y parecía dispuesto a reconciliarme con mis compañeros, pero por desgracia algo inevitable estaba a punto de suceder y cuando alcé la vista hacia atrás la escena me dejó sin respiración, se escucharon muchas ráfagas de sonidos a la vez y repetidamente, la pólvora inundó la atmósfera y el silencio ya era cosa del pasado.
Cuando asimilé lo que estaba pasando me levanté demasiado exaltado y sin tener las cosas claras corrí, corrí sobre mis pasos en dirección a las montañas tan rápido como pude mientras aquella gente me lanzaba ráfagas de balas, algunas pasaron tan cerca de mi que pude sentir como llegaban a acariciar mi abrigo, pero por suerte no me dio ninguna, por suerte pude escapar, por suerte Jo iba detrás de mi, pero mis amigos no corrieron la misma suerte, pues yacían inertes en la nieve mirando hacia la nada fijamente y sin pestañear. Ben y Mara habían muerto.
ESTÁS LEYENDO
Nunca rompas el silencio
Science FictionMuchas veces todos nos hemos preguntado como sería una sociedad postapocalíptica, donde quedaría nuestra moral del bien y el mal, como reaccionarían las personas ante esta situación. Esta novela corta relata algunos sucesos que envuelven a un person...