7- Rumbo al sur

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Mara pasó los siguientes días explicándome cómo había llegado hasta mi y qué era exactamente lo que había sucedido después de la muerte de Ben, el ataque de los soldados y los rumores sobre el reino de los gorriones. También hablamos con el nuevo grupo y afortunadamente ellos también iban en busca de la Comunidad. 

Tim era el jefe de un grupo de cinco personas: Alex era su hijo, un chico alto y joven de poco menos de veinte años, luego estaba Sam y Alice que eran hermanas, las dos tenían el pelo largo, del color de una hoja marchita de otoño y los ojos oscuros y profundos. Sam tendría mi edad mientras que Alice sería un poco más joven seguramente de la edad de Mara. Me di cuenta de que las dos hablaban entonando un suave acento francés, seguramente serían canadienses o no.

Por último y más reservado estaba William, un hombre de aspecto y carácter hermético, tenía los ojos negros al igual que su pelo rapado y escaso al estilo militar que le dejaba al descubierto algunos lunares en la cabeza, poseía una larga perilla que le daba un aspecto aun más serio de lo que parecía y tenía un pequeño tic nervioso cuando hablaba, siempre se frotaba la nariz. 

Durante aquellos días de recuperación Mara me habló  al detalle de San Francisco, me dijo que la Comunidad se encontraba allí extendiéndose por gran parte de lo que era California, y otros estados del sur. No era cierto lo de Seattle que es donde nos habían hecho creer que estaba, según estuvo comentando Alice esos falsos rumores los habían extendido la gente del Reino de los Gorriones con el fin de engañar a las personas que se dirigían a la Comunidad. 

La verdad es que el tiempo de aquellos días paso muy lento y permanecimos varias noches más en la casa de campo hasta que al final decidimos partir todos juntos a la Comunidad. Salimos una de las noches sin hacer ruido y nos pusimos rumbo al sur, sigilosos como una hoja y astutos como un zorro, atentos ante cualquier indicio de peligro recorrimos cientos de kilómetros evitando ser vistos o escuchados.

Viajamos durante tres meses, tres duros meses, avanzando sin descanso, sin apenas gastar provisiones de comida y regulando de manera estricta el consumo de agua hasta que el paisaje y el clima comenzaron a cambiar. El bosque de coníferas comenzó a desaparecer y de pronto inundaron el paisaje nuevos árboles. 

La fauna incrementó conforme nos adentrábamos más al sur, por lo que pudimos cazar sin problemas y comer hasta reventar varios días seguidos. Ya no hacía frío, no nevaba y por lo que sabíamos estábamos cerca de San Francisco, a unos días de viaje. 

Por el camino conocí mejor a la gente del grupo y al final llegué a hacerme muy amigo de William, al parecer había sido en un pasado soldado de la Comunidad y gracias a el sabíamos los senderos que habíamos de seguir y cuales eran seguros.

William me habló de muchas cosas por el camino, me contó que había sido padre una vez, también me contó como consiguió convertirse en soldado de la Comunidad, lo que no me contó nunca es por qué la abandonó. 

¡Chsss! No te muevas.Me susurró William al oído. William y yo nos habíamos adelantado al grupo, eramos los más sigilosos y  solíamos encargarnos de explorar el terreno en busca de peligros ocultos. 

¿Qué pasa Will? Pegunté con el ceño fruncido. 

¿No lo escuchas?Preguntó Will volviendo su rostro contra mi medio incrédulo. 

Will me hizo un gesto con la mano para que me acercase, me posé justo al lado de él escondido detrás de un arbusto enorme y escuché. 

Parecen podridos.Dije. 

Vuelve a escuchar. Insistió Will. 

Vehículos. Respondí.

Creo que estamos cerca de una gran ciudad Dijo Will.¡Agáchate! se acerca alguien.

Hice caso a Will y ambos nos camuflamos en la maleza, estábamos cerca de una carretera secundaria, a unos cien metros de ella más o menos y de repente comenzaron a verse unos cuantos coches a lo lejos, eran personas, de eso no cabía duda, pero no era buena gente. Cuando se acercaron más pudimos reconocerlos y esa gente me trajo malos recuerdos.

Un Convoy del Reino de los Gorriones se acercaba a toda velocidad, podrían ser veinte soldados perfectamente, <<veinte soldados curtidos y bien armados contra un grupo de siete personas>>        Pensé. 

Van a descubrir a los demás.Le susurré a Will mientras el convoy pasaba de largo por aquella carretera y pronto se perdía de nuestra visión. Will no dijo nada, solo alzó la mano impidiéndome levantarme y luego me miró a los ojos.

No podemos hacer nada aunque queramos, con suerte los demás se darán cuenta a tiempo y se esconderán. Dijo Will.

 De repente escuchamos unos pasos y un liviano silbido detrás de nosotros y nos dimos la vuelta rápidamente con las armas desenfundadas . Mara y Jo venían por detrás a hurtadillas. 

¿Qué haces tan adelante?Preguntó Will. 

Estaba cazando por aquí con Jo.Dijo Mara. Perseguíamos una pareja de ciervos cuando he escuchado un fuerte sonido procedente de la carretera.

Acaba de pasar un convoy de soldados del Reino. Le anuncié a Mara con expresión nerviosa. 

Mara que estaba esbozando una pequeña sonrisa mudo la expresión en menos de lo que tarda en caer un rayo al suelo.Eso no es bueno, ¡los demás están detrás sin saber nada!Gritó Mara.

Cállate, o aun nos van a descubrir a nosotros también.Le reprochó Will. 

Hay que volverDije. Debemos volver para asegurarnos de que no ha pasado nada.

Will se quedó mirándonos en silencio hasta que al final dio un pequeño resoplido.Maldita sea, teníamos que haber ido por la senda verde.Nos dijo con cara de pocos amigos. 

Está bien Dijo finalmente Will. Volveremos, pero yo iré delante marcando el camino y vosotros me haréis caso en todo momento. 

Mara y yo asentimos a Will y después de eso nos adentramos en el corazón del bosque en dirección a nuestro asentamiento.














Nunca rompas el silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora