6- El despertar

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Varios días después.                                                              15 millas al sur de Seattle.

Todo estaba oscuro y en silencio, no recordaba nada, había huido sin éxito de aquella gente, pero algo pasó al final, sí, estaba herido, tendido en el suelo  a punto de morir y alguien me salvó, me levantó y me llevó lejos de allí, no recuerdo mucho más, solo una ráfaga de visiones intermitentes y luego nada.

Pasó el tiempo en aquél vacío de mi subconsciente y al final comencé a escuchar débiles sonidos, era gente hablando, discutían. Ninguna voz conocida, solo extraños discutiendo lo que deberían hacer conmigo: <<No podemos cuidarle>>; <<Yo habría querido que me cuidaran>> ; <<Nos está retrasando por el amor de Dios>> ;<<Sólo será una carga molesta>>; <<¿Por qué no mostráis un poco más de empatía?>>; <<No podemos abandonarle, no en su estado>>.

La discusión siguió por un tiempo hasta que se desvaneció de nuevo y volvió a reinar el silencio. Al rato sentí como alguien me cogía de la mano y me susurraba unas palabras. <<Tranquilo Ludi, tranquilo, shhhh,  ahora estoy contigo>> , <<Ahora estoy contigo amigo mío>>. 

El trance se prolongó más tiempo, no sé cuanto más, pues en mi estado el tiempo era completamente inútil, perdía valor y no se aplicaba en ningún momento. Todo parecía seguir igual, en calma, mi mente seguía inmersa en la máxima oscuridad hasta que noté de nuevo algo en mi mano, algo húmedo y pegajoso. Desperté. 

Al principio sólo vi destellos intensos de luz por todo mi alrededor, luego comencé a reconocer dos figuras cercanas a mi. Me desperecé y al instante me toqué la herida del hombro que ya empezaba a cerrarse. 

Buenos días dormilón, empezaba a temer que no despertarías. Dijo una de las figuras. De pronto comencé a ver mejor y al minuto ya veía con claridad, estaba en una pequeña habitación con las paredes y el suelo de madera tumbado en una cama grande central. A mi derecha se veían los rayos de luz matutinos que entraba por la ventana de la habitación. 

Luego volteé la mirada hacia el interior de la sala y vi a Jo a mi izquierda lamiéndome la mano mientras daba pequeños sollozos. 

La verdad es que tu querido chucho estaba peor que tú cuando os traje hasta aquí, pero por cosas de la vida ya estaba dando saltos ahí afuera al segundo día. Dijo el hombre que estaba a mi derecha mientras señalaba con el índice de su mano el exterior de la ventana.

¿Segundo día? Pregunté exaltado.  <<¿Cuanto tiempo habré estado aquí tumbado?>> Pensé.

Si sí. Dijo el hombre. Tu en cambio has estado casi cinco días recuperándote, el tiempo suficiente para que todo el mundo se impacientara, incluido yo. 

¿Todo el mundo? Volví a preguntar exaltado.

Calma muchacho, todo a su debido tiempo. El hombre yacía plantado y se acercó a mi  costado derecho con pasos lentos hasta estar prácticamente a mi lado, era un hombre calvo, mayor que yo y con la piel oscura, el hombre esbozó una sonrisa y me extendió una de sus manos con señal de aprobación. 

Mi nombre es Tim, y es a mi al que le debes las gracias de seguir con vida. Dijo Tim con su brazo todavía extendido hacia mi. 

Ludi. Dije a la vez que estiraba mi brazo para estrechar su mano, sin embargo cuando hice aquél movimiento lo único que noté fue una punzada de dolor seguida de un grito sordo. 

Cuidado amigo, la herida de tu hombro todavía no está cerrada del todo. Dijo Tim sin poder evitar reírse ante aquella situación.

No le encuentro la gracia. Susurré medio dolido y malhumorado.

Pues deberías, teniendo en cuenta que has estado a punto de palmarla hace unos días. Respondió Tim sin dejar de esbozar una cálida sonrisa. 

Después de ello se quedó mirándome durante unos segundos más, parecía pensativo hasta que volvió a hablar de nuevo. 

¿Sabes? Pregunto Tim mientras dirigía lentamente su mirada hacia la ventana. Unas horas después de que te llevase hasta aquí volví donde te había encontrado para asegurarme de si habían más soldados cerca, cuando estaba en medio del bosque justo donde ocurrió todo vi a una mujer acercarse y me escondí entre las malezas, parecía seguir el rastro de huellas, así que la espié durante un largo trayecto.

Yo escuchaba expectante aquella anécdota mientras asentía levemente la cabeza de vez en cuando.

¿Qué me quieres decir con eso? Pregunté cuando vi que Tim dejaba de hablar y daba lugar a un semblante pensativo.

Luego la asalté en la oscuridad y la llevé amordazada hasta aquí, una tal Mara, creo que es amiga tuya si no me equivoco. Dijo Tim prolongando esa respuesta durante unos segundos para darme tiempo a asimilarlo y responder.

No es posible, vi como los soldados la acribillaban a balazos. Respondí totalmente confuso. 

Y viste bien, pero me parece que tu amiga no te contó lo del chaleco antibalas ¿Me equivoco?. 

Justo antes de que pudiera reaccionar ante aquella lluvia de información se escucharon dos voces del exterior viniendo hacia la casa, abrieron la puerta y al instante reconocí la voz de Mara. 

¿Cómo está mi amigo? Preguntó nada más entrar a las personas que aguardaban sentadas junto a la chimenea del salón de la casa. Luego escuché unos pasos acercarse hasta donde yo estaba y al segundo apareció el semblante de Mara por la puerta, nada más verme unas lágrimas brotaron de sus mejillas.  

Corrió hacia mi y me abrazó con tanta fuerza que pude sentir el dolor de mi herida de nuevo pero apenas me importó, pues al momento brotó dentro de mi un profundo bienestar que recorríó todo mi cuerpo. 

Pensé que habías muerto. Le dije a Mara. 

Yo también pensé lo mismo de ti Respondió Mara entre lágrimasPor suerte ninguno de los dos estábamos en lo cierto.






















Nunca rompas el silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora