3- Sangre y Cacería

336 29 6
                                    

<<¡Corre!, ¡Corre!, ¡Sigue!, ¡Corre!>>. Me gritaban mis adentros mientras corría a toda prisa entre los árboles. 

Solo se oían las balas que impactaban a mi alrededor y mi respiración entrecortada y acelerada. Jadeaba, lloraba, sudaba, pero no cedía,  y mientras tanto mi cabeza estaba a punto de explotar. Rabia, miedo, dolor al mismo tiempo. <<¡Muertos!>>Pensé. <<¡Todos muertos!>>.    Entonces escuche mi corazón asustado, un corazón magullado de dolor encogido como un puño. La gente armada dejo de disparar por un momento, un suspiro nada más, entonces volvió a llover metralla.

Una bala me impactó en el hombro y alaridos de dolor llenaron mis pensamientos, no grité, no reaccioné a tiempo para hacerlo, todo se nubló por unos instantes y me desplomé abatido. Jo ladraba angustiado y me agarro con  sus fuertes dientes arrastrándome durante unos metros hasta que recobré el conocimiento. <<¡Levanta!>>. Vociferó mi mente.             

 Logré ponerme en pié de nuevo, estaba muy dolorido pero seguí corriendo, sangraba a chorro, y mi vista se turbó, continué ladera arriba hasta caer de nuevo al suelo. Me rasgué las rodillas pero no podía quedarme ahí. Sabía que moriría si me rendía. 

Jo me estaba esperando en lo alto de la colina y cuando fui a mirar de nuevo había desaparecido, me arrastré metro arriba y corrí con una de las piernas coja, entonces llegue hasta donde había perdido a Jo cuando una de las balas me rozó la sien. 

Caí ladera abajo y rodé sobre mi mismo hasta llegar abajo del todo, permanecí inmóvil sin poder levantarme, estaba herido por la caída pero lo peor fue la bala que no llego a impactarme pero me había originado una herida profunda en la cabeza. 

Mi vista se apagó, escuché fuertes ladridos, abrí los ojos de nuevo y vi a un hombre y a su lado una mujer apuntándome a la cabeza, estaba a punto de dispararme pero Jo apareció por detrás de ellos y se abalanzó sobre los dos como una fiera sedienta de sangre. 

Todo se oscureció de nuevo, escuché gritos, muchos gritos, disparos, oí a Jo aullar repetidamente. Volví a recuperar la visión. ¡Maldito perro asqueroso!. Dijo uno de los hombres armados.

Jo estaba tendido en el suelo, su abdomen se contraía y estiraba a una velocidad temeraria. A mi alrededor habían tres personas armadas y la mujer que antes me apuntaba, tenía mucha sangre y estaba tiesa y pálida, tendida en el suelo.

<<Tres contra uno>>. Pensé. Pero no por mucho tiempo, iban a matar a Jo y por suerte aún tenía mi doce milímetros sujeta a la muslera de la pierna derecha. <<Sólo en casos de vida o muerte>>.  Pensé de nuevo. No lo dudé más, saqué mi doce milímetros de forma tan rápida que ninguno lo vio venir y disparé al que estaba apuntando a Jo. 

El hombre cayó al suelo dando un grito ahogado y pronto disparé una segunda bala a uno de los restantes aprovechando que todavía seguían confusos. La bala le impactó en el pecho y también cayó al suelo. Volví a disparar una tercera bala para dar fin a esta sangrienta cacería pero la tercera bala no salió, solo escuché un leve chasquido seguido por un silencio no deseado, me había quedado sin balas.

<<¡Dios, ahora no!>>. Pasé medio segundo maldiciendo el momento que olvidé llenar el cargador de mi doce milímetros hasta que vi al superviviente a dos metros de mi apuntarme con su fusil y listo para abrir fuego. No estaba preparado para morir, no en estas circunstancias. 

Habíamos llegado tan lejos, estábamos tan cerca de nuestro objetivo y todo se había acabado en unos escasos minutos por culpa de unos desalmados con fusiles, pero no podía hacer nada, estaba herido, desarmado y tendido en el suelo. Mi fin era inminente así que cerré los ojos y acepté mi destino como lo haría cualquiera envuelto en una situación similar. 

Solo escuché un sonido, como algo que aparta el aire de su alrededor al pasar, como un suspiro fuerte, como una furiosa ráfaga de viento que arremete salvájemente contra cualquier obstáculo vecino y luego dejé de escuchar mas que unos leves pasos.

Abrí los ojos débilmente y de pronto lo vi todo. Una flecha atravesaba el torso del soldado que aún seguía ahí arrodillado, vivo pero no por mucho tiempo, pues al segundo se desplomó. Lo siguiente que recuerdo fue muy confuso, vi una figura acercarse a mi, era una mujer o un hombre, me examinó las heridas, se arrodilló para ayudarme a incorporarme, entonces habló. 

Tranquilo amigo, ahora estás a salvo.

Me desmayé.




Nunca rompas el silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora