—¿Lily?—pregunta, con la voz ronca.
Un estremecimiento me recorre la espalda y aparto las manos de su cara. Me siento infantil al pensar que Lily tal vez sea su mujer -¿está casado siquiera?- y descubro que me he puesto celosa. O como mínimo decepcionada. Sí, solo estoy decepcionada.
Noto como sus manos resbalan por el suelo y se cae, pero consigo agarrarlo a tiempo. Le paso los brazos por debajo de los suyos, para intentar levantarlo, pero cuando mis manos tocan su espalda tengo que soltarlo porque grita.
Me late tan fuerte el corazón del susto que me quedo ahí parada sin hacer nada.
¿Pero qué le pasa? Dios, está sangrando mucho... Y es cierto. El suelo debajo de él ha empezado a ponerse húmedo, y yo estoy cada vez más asustada.—Morgana mía—gimo, y me vuelvo a agachar para probar a cogerlo por los brazos.
No dice nada cuando empiezo a arrastrarlo hacia la cama, pero en el momento en que tengo que subirlo me muerdo el labio con fuerza y me hago la sorda, para no oír los gritos que suelta.
Lo tumbo de lado, dándome la espalda, y me deshago de su capa. Mis dedos se ralentizan cuando me pongo a quitarle la túnica, y tiemblan cuando llego a la camisa. Se le pega a la piel y gruñe un poco cuando la despego.
A pesar de que con la poca luz que hay no veo mucho, se me hace un nudo en la garganta. Alcanzo mi varita y tengo que repetir tres veces el conjuro lumos antes de que mi varita me entienda.
Me echo hacia atrás con un grito ahogado. Su espalda está llena de cortes, pequeños desgarrones desiguales, salpicados por toda su piel. Está todo embadurnado de sangre que ha empezado a coagular en algunos sitios y a secarse.
Murmuro una exclamación de horror por todo el dolor que debe de estar sintiendo. No se queja mucho, pero su respiración es bastante pesada y veo los estremecimientos que lo sacuden cada pocos minutos.
Me levanto trastabillando un poco y enciendo algunas luces por la habitación para ver mejor, luego abro la puerta del baño.
Tiro de una toalla y la mojo con agua fría precipitadamente. No sé muy bien porque estoy jugando a las enfermeras, pero no puedo simplemente irme y hacer como que nada ha pasado.
Vuelvo a la habitación y hago que Snape se tumbe boca abajo. Le extiendo la toalla en la espalda, plana, casi sin tocarle con los dedos.
Se queja un poco, se estremece, y luego se relaja.
Me muerdo las uñas, nerviosa, y me lo quedo mirando.
—¿Y ahora qué?—me pregunto.
No esperaba recibir respuesta alguna, pero él gira un poco la cabeza y dice algo, tan bajito que no lo oigo.
—¿Qué?—reacciono, inclinándome para oírme mejor.
Él lo repite:
—Ve a buscar a Dumbledore.
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El Murciélago de las Mazmorras y La Princesa del Agua
Fiksi PenggemarAria Nightcross siempre ha estado ahí, en la casa Slytherin, aprobando todas las asignaturas sin dar problemas, sin hacerse notar. Pero tiene muchos secretos que, en su último año, no podrá seguir ocultando de su profesor de Pociones, Severus Snape...