Segunda carta

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Querido Luis:

No obtuve respuesta a la primera carta, como lo esperaba, pero no quiero desistir. Ni siquiera sé si leerás esta segunda, pero creo que si alguien ama a una persona de la misma manera en que te amo, no se dará por vencida, y yo no lo haré tan fácilmente. Perdona si te molesto. 

¿Cómo te encuentras hoy? Espero que bien. Me imagino que aún conservas esa sonrisa que te caracterizaba y que tanto me gustaba. Esa sonrisa de la cual me enamoré y por la que hacía estupideces sólo por verla.  Seguramente sigue siendo igual de hermosa. 

Quiero que sepas que mientras escribo esto me falta el aire, mi corazón palpita con fuerza y las lágrimas de nuevo amenazan con ahogarme. No es sencillo escribirle a la persona con la que charlaba todo los días y ahora tener que resignarme a esconderme detrás de letras. Es duro, ¿sabes? No me imagino si tú estás pasando por lo mismo o simplemente me ignoras sin el menor ápice de arrepentimiento. 

Lo lamento, pero tu ausencia duele como mil cuchillos enterrados en mi pecho, como el penetrante frío de invierno que me cala hasta los huesos. La lejanía entre nosotros es el detonante para cada uno de mis malestares. Mierda, me escucho como una loca, pero tu partida fue lo más doloroso que me ha pasado.

No quiero que renunciemos así de fácil, no después de todos los momentos que compartimos. Nuestro primer beso en la sala de cine, aquella primera vez que reímos con nuestras bocas unidas. O qué tal la ocasión en que nos fugamos a otra ciudad por un día. Aunque el mejor de mis recuerdos, radica en la noche que hicimos el amor por primera vez. Las dulces caricias y los torpes apodos. La manera en que nos mirábamos antes de fundir nuestros labios en un beso. El simple sentimiento de parecer eternos. 

¿En verdad debemos renunciar a todo esto?

Tal vez cometimos errores, como cualquier par de ser humanos; discutíamos cuando nos enojábamos, te llamaba loco y tú me decías histérica, te arrojaba cojines y tú bromeabas diciendo que lanzaba como niña. Sin embargo, a pesar de los problemas, siempre terminaba entre tus brazos y con tus labios acariciando la piel de mi frente. Era inevitable, nos amábamos.

Dame sólo una señal para saber si debo renunciar a ti, o debo seguir intentándolo.

Te quiere, Marina. 

Un adiós entre suspiros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora