Octava carta

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¿Cómo has estado, Luis?

Realmente no sé por dónde comenzar. Soy una marejada de sentimientos confundidos que chocan entre si, causando revuelo dentro de mi pecho.

Las noches han sido duras, muy complicadas, y no estás aquí para abrazarme y recostarme en tu pecho como solías hacerlo cuando las cosas iban mal. Es difícil continuar así, con tu ausencia calándome hasta los huesos como el frío invernal. No me gusta pasar las noches sin tu aliento rozándome la frente, o sin tus brazos cubriéndome como la más resistente fortaleza.

Me duele, mierda. Me duele haber llegado a este punto en el que debo calmar mis acelerados latidos cada que pienso en ti. Antes era la mejor sensación que podía embriagar a mi cuerpo. Recuerdo la calidez que me brindaban los nervios que me abrasaban hasta el alma, tú eras el causante de ese estado de estupor que me llevaba lejos de aquí, lejos del sufrimiento.

Pero ahora eres un simple recuerdo que me golpea con fuerza cada que lo invoco. Hoy no eres nada más que una efímera y etérea memoria que se escabulle de entre mis dedos con facilidad. Te convertiste en un fantasma del pasado que goza de atormentarme.

¿Por qué las cosas deben terminar así? ¿Por qué no simplemente podemos cumplir la promesa de un "por siempre"?

Somos humanos, nos equivocamos, pero la mayoría de las veces los errores tienen solución. Nosotros pudimos resolver cualquier problema que se nos presentara, pero no quisimos, preferimos abrazar nuestro orgullo, aquél que no nos dará calor durante el invierno ni felicidad en la primavera. El orgullo, un jodido traidor que sólo nos lastima.

Luis, no sé qué se supone que debo decir o hacer ahora. Todo se ha terminado, ¿no es así? Todos aquellos sueños se han ido por el retrete como vil mierda. Las ilusiones se han desintegrado como un cadáver en descomposición. Así lo nuestro, murió y fue enterrado en una tumba que fue sellada con el dolor de dos amantes que no querían despedirse, pero que quizá era necesario.

No sé qué pensar. Todo es tan confuso. En un instante te odio, pero al siguiente muero por volver a escuchar tu voz aunque sea en un susurro. ¡Acaba con mi maldita miseria de una buena vez!

Tú eres el único que puede decidir ahora.

Marina.


Un adiós entre suspiros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora