Sexta carta

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Querido Luis: 

Éramos los mejores amigos, tenía el pretexto perfecto para abrazarte y querer pasar el tiempo contigo, pero era demasiado cobarde para revelarte mis verdaderos sentimientos. No creía que alguien como tú se pudiese fijar en mí. 

Tan sólo ve cómo gira la vida. 

Un día salimos con algunos amigos al cine, estaba emocionada, pues sería la primera vez que "saldríamos juntos". Lo sé, era una ilusión tonta, pero es que en realidad me gustabas, y una chica enamorada tiende a convertirse en una chica tonta. Así como yo. Las manos me sudaban, mis piernas no dejaban de temblar, mi respiración entrecortada amenazaba con causarme un colapso pulmonar. Era como si me hubiese subido a una montaña rusa, el inevitable apretón que tuve en mi estómago cuando te vi llegar. Te veías tan guapo, llevabas puesta una camisa azul y estabas peinado como me gustaba. Ese día fue cuando me confesaste tus sentimientos con un dulce beso, que días después se convirtió en una relación. 

Pero míranos ahora, tan distantes, tan olvidadizos, tan... desconocidos. 

Un amor abrasador como el nuestro es difícil de encontrar. Ni debajo de las rocas, ni escondido entre el pajar, ni siquiera oculto bajo el oscuro manto de la noche. Lo nuestro era un amor verdadero, uno en un millón... Pero lo perdimos, nos perdimos. 

Quise ser fuerte, no pretendía volverte a buscar.

Sin embargo, una vocecita le susurró a mi corazón que tú eres el indicado. 

No te quiero perder, pero no me quiero perder a mí misma por buscarte. 

Sé que insisto mucho con esto, aunque en verdad necesito una señal. Me estoy cansando de esperar, quiero saber si es momento de tirar la toalla contigo y seguir adelante, dime si es necesario que renuncie a lo nuestro de una buena vez. Sólo dímelo Luis.

Marina.




Un adiós entre suspiros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora