Capitulo 2 { Parte 1 }

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Llegó el verano

Como  todos los veranos pasaba un mes en un sitio y otro mes en otro, visitando un montón de lugares y playas...
Antes de irme de viaje pasaba todo el tiempo con mis amigas, aprovechando el tiempo que podía estar con ellas.

*Rin, Rin*– sonó el teléfono
— ¿Vamos a quedar hoy?– pregunta Natalia
— Vale – Contestó
— ¿En la playa o en la piscina?
— En la playa
— ¿A qué hora?
— A la de siempre
— Vale, allí estaré
Siempre que decíamos de quedar íbamos a la playa nos encaraba ir.
Pero como todo lo bueno siempre se tiene que acabar, justo cuando nos estamos acostumbrando a esa sensación de libertad que nos produce el romper con la rutina del curso escolar,  el verano llega a su fin y yo de nuevo a buscar en el armario la falda del uniforme, el polo y el jersey. Qué manía tienen todos con hacernos iguales, si lo más hermoso que tenemos es nuestra personalidad, lo que nos hace diferentes. Pues en el colegio, todos iguales... yo creo que les encantaría hacer fotocopias de nosotros, tenernos repetidos sería su felicidad.

Una mañana de verano

Los días de verano son tan luminosos que hasta las plantas de mi jardín parecen más brillantes y especiales, yo intento regarlas muy temprano, me relaja el sonido del agua y me encanta el olor de la tierra mojada.
Así que lo primero que hice fue levantarme de la cama e ir directamente a la tarraza:

— Mama voy a regar las plantas
— Espera que tienes que darle aquí para que salga el agua
Cuando estaba regando las plantas de repente veo desde la otra acera a un chico. Mientras mi madre seguía conversando conmigo...
— ¿Has visto que flores más bonitas he comprado?
— Sí, las he visto
— ¿Te gusta rorilla?
Mire hacia la acera y vi cómo aquel chico me lanzaba una sonrisa, en es momento no sabía dónde meterme, no paraba de pensar "¿Y si lo a escuchado? "y por eso me ha sonreído, que vergüenza, ¡seguro que va pensar que soy la niñita de mamá!
— ¿Laura te pasa algo?
— No
— Es que te noto sería
— No es nada
Mi madre tiene la manía de ponerme apodos cariñosos. Se lo había dicho más de una vez que dejara de decírmelos pero ella seguía, y es que por más que se lo dijera sabía que siempre me los diría...

Una semana antes de que empezaran las clases

Empecé a estudiar porque me habían quedado algunas asignaturas, aunque menos de las que esperaba.Me pasaba días y días estudiando, le echaba muchas horas a cada asignatura, estaba tan cansada, pero tenía que seguir para poder aprobarlas, y así fue:
— ¡He aprobado todas las asignaturas!
— ¡Que bien me alegro mucho!– decía mi madre
— Está tarde nos vamos de compras a celebrarlo
— Perfecto ¡Que contenta que estoy!

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El chico de mi calleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora