Ella tenía el corazón de papel maché,
y estaba atada a la vida con hilos de alambre.
Pagaba con el corazón como seguro,
de cada préstamo de amor que recibiese.
Se hundía en cuerpos que la hacían sentir de todo,
menos a salvo.
Y aún así poseía la mejor sonrisa,
que nadie tuviese.
Se vestía de ilusiones,
y salía a la calle con el alma desnuda,
tentando a la suerte,
y manejando el azar a su antojo.
Besarla era como bailar un vals entre dos enamorados,
y a la vez un frenesí de puro Rock&Roll.
Ella era,
en definitiva,
todo aquello que alguien podría soñar,
pero nadie se atrevía a conseguir.
Era tanto que no sabía cómo dejar de ser.
Era tanto que la vida no la enseñó a quererse.
Y sin embargo,
como una broma cruel,
la vida la enseñó a querer.
Querer sin ser querida,
pero a fin de cuentas,
querer.
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Guía Para Suicidas
RandomUn rincón donde compartimos literatura personal. - Perdimos el botón que paraba el tiempo -