8. Una Apertura Sangrienta.

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El pitido del Gong indicó que la espera había terminado. Salté de mi pedestal y corrí con todas mis fuerzas para llegar a la Cornucopia.

La adrenalina corría por mi sangre. Tomé una espada y algunos cuchillos, además de una mochila, y decidí que ya estaba preparado para huir. Mientras salía de allí, el tributo masculino del 3 intentó lanzarme un cuchillo, pero como no tenía puntería, falló en el tiro. Como reflejo, tomé una lanza y la arrojé a tiempo, y con fuerza, justo para que le diera en la espalda, mientras intentaba huir.

Ahora sí. Con el camino libre, estaba listo para desaparecer. Pero mientras corría, algo me detuvo. Era Cressida. Estaba en problemas.

El chico del distrito 6 derribó a Cressida mientras peleaban por una mochila. Ella cayó de espaldas, mientras él se acercaba preparado para dar el golpe mortal. No iba a dejar que eso sucediera.

Me apresuré hasta llegar a detrás del chico, y lo ataqué por detrás. Trataba de asfixiarlo con mi brazo, pero era muy fuerte y se liberó. Entonces tomé un cuchillo de los que saqué de la Cornucopia, y se lo clavé en el pecho varias veces, mientas lo sostenía por detrás. Cayó muerto en el suelo.

Le dí una mano a Cressida. Ella se levantó y tomó la mochila. Mientras se la colgaba en las espalda.

— ¡Vete ya, Cressida! ¡Corre, huye al bosque! ¡Y no te detengas por nada o te encontrarán!

Asintió y se dio vuelta para correr en dirección al bosque. Un momento después, me acorralaron un par de tributos, pero no eran la gran cosa, por lo que fueron fáciles de evadir.

Corrí en dirección al bosque, del lado opuesto por el que fue Cressida. A medida que me adentraba más, me calmaba un poco.

Creo que recorrí cerca de medio kilómetro cuando caí rendido al suelo. Estaba agitado, cansado, un poco adolorido, y hambriento, pero por sobretodo, sediento. Me recosté sobre un tronco y descansé un momento hasta que se me pasó la agitación. Revisé mi mochila, la cual contenía un pequeño rollito de alambre, una soga de un metro y medio, una botella de agua para un litro, y un pequeño paquete de fósforos, además de los cuchillos que guardé en ella en la Cornucopia. Con un poco más de calma, me detuve a escuchar un sonido cercano. Sonaba como agua, agua corriendo. Eso significaba que había agua cerca. Talvéz un río o un arroyo.

Avancé a través de algunos arbustos y plantas hasta donde la tierra se volvió más húmeda. A unos metros se entonctraba el pequeño arroyo que corría seguramente hasta un lago dentro de la Arena.

Saqué la botella de la mochila y la llené hasta el tope. Agregué 2 ó 3 gotitas de yodo purificador y guardé la botella para más tarde.

Comenzó a anochecer. Es muy extraño, porque hacía apenas 5 minutos parecía que era de mañana. Pero así son los Días en los Juegos.

Caminé un par de minutos y trepé hacia una rama de un Sequoia. Me até la soga a la cintura para no caerme y me quedé en silencio, mientras escuchaba los ruidos de la noche, atento por si algún profesional se acercaba. Pero poco a poco fui cerrando los ojos, hasta quedarme dormido.

Creo que pasaron una o dos horas cuando me desperté, justo a tiempo para ver quienes fueron los caídos de hoy. Mientras huía conté unos 10 cañonazos, pero no sabría con exactitud quienes son los que murieron, excepto el del 3 y el del 6, ya que los maté yo.

Luego de que sonara el himno, comenzaron a aparecer los rostros de los tributos que no salieron vivos de la Cornucopia. Comienza por ambos tributos del 3, el chico del 4, el del 5, los dos del 6, la chica del 8 y ambos del 10.

No veo el rostro de Cressida en el cielo, y me alivia un poco saber que está viva. No debí haberla dejado huir sola, debí acompañarla, ahora ¿Cómo me aseguraré de mantenerla viva si ni siquiera sé dónde está? Al menos sigue con vida por ahora, y eso es lo que importa.



TristanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora