2. Y éste es el camino a nuestra muerte asegurada...

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— ¿Cómo? - Pregunta pasmada Mellie-.

— ¡Soy Voluntario!

—¡Oh...! ¡Entonces sube! ¡Ven a Aquí!

Avancé lentamente hacia el escenario donde Mellie me esperaba con una sonrisa, muy falsa a decir verdad.

— Dinos... ¿Cuál es tu nombre, querido?

— Tristan Fink...

— ¡Ah...! Debo suponer entonces que ésta señorita es tu hermana.

— Sí - Respondo Indiferente-.

— ¡Qué bien! Eres muy considerado y valiente al acompañar a tu hermana. Es muy noble de tu parte.

— Gracias - Digo sin ni una pizca de ánimo-.

— ¡Éstos son los tributos del Distrito 7! ¡Felices Juegos del Hambre, y que la Suerte esté siempre de su lado!

Entramos al Edificio de Justicia. Nos dejaron en una habitacion a solas.

— Gracias por ofrecerte por mí...

— Siento que debía hacerlo. No me hubiese perdonado verte en la Arena sin poder hacer nada para ayudarte.

— Tengo mucho miedo. No quiero morir allá.

— Yo también tengo miedo, princesa. Pero debo dejar eso de lado. Voy a protegerte a toda costa, aunque tenga que morir por eso... - Dije y sentí una punzada de dolor en el pecho-.

Ella se quedó en silencio y me dirigió una triste sonrisa. Luego se abalanzó sobre mí y me abrazó con fuerza. Le acaricié el pelo dulcemente. Es lo que siempre hago para que se calme.

Un Agente la Paz nos dió unos minutos para que vinieran a visitarnos nuestros seres queridos. Pero la única persona especial para nosotros es nuestra madre.

Entró muy alterada y con lágrimas en sus ojos. Nos envolvió en sus brazos con fuerza y nos repartió besos acompañados de la frase "Siempre recuerden que los amo. Velo por ustedes todas las noches" y otras más.

Luego de unos tres minutos así, entraron unos Agentes de la Paz y la escoltaron a afuera.

Cuando nos quedamos solos de nuevo, Mellie entró y dijo que era hora de irnos a la estación.

En la estación estaban algunas personas que conocíamos que fueron a despedirnos. Subimos al vagón y desde la ventana vimos cómo el tren se ponía en movimiento y sus rostros desaparecían de nuestras vistas al igual que el Distrito 7.

Abandonamos la ventana y nos dimos vuelta para ver el elegante y lujoso vagón en el que nos encontrábamos.

— Sé que estaremos aquí solo por un corto instante. Pero a pesar de ello, aprovechen y disfruten de todo ésto.

Se retiró a otro vagón y comenzamos a devorar los panecillos, bombones, y todo lo que hubiera que fuese comestible. Tan ensimismados estábamos que no advertimos al hombre que entró al vagón. Esa persona era Plutarch Volkov.

— Ustedes parecen estar disfrutando de los bocadillos...

Tenía la boca llena, así que me resigné a asentir.

— Mi nombre es Plutarch. Seré su mentor en los Juegos. Estoy encargado de entrenarlos... ¿Alguna pregunta?

Nada... Silencio absoluto. Se retiró del vagón después de darnos una bienvenida.

Después de beber un trago de jugo de frutas exóticas, acompañé a mi hermana y juntos nos sentamos a ver por la ventana el camino,  ya que faltaba poco para llegar. La distancia entre el Distrito 7 y el Capitolio no es tan larga, por lo menos no tanto comparado con el 12 o el 11. Desde esos lugares, el viaje dura 2 días para llegar.

El paisaje que adorna el camino que recorremos está cubierto por frondosos bosques de coníferas. Varias aves recorren el cielo agitando sus alas.

De repente, árboles, cielo y aves desaparecen y todo se vuelve completamente oscuro. Entramos en un túnel. Sobresaltado, me paro y acerco mi rostro a la ventana, para que luego de segundos vea las magestuosas edificaciones  de la Capital.

Hemos llegado al Capitolio, y con ello, al principio de la carrera hacia nuestra muerte garantizada...


TristanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora