10. Incendio cercano.

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El chillido de un pequeño ratón me obligó a salir de mi profundo sueño. Tambaleé un poco debido al susto y luego de calmarme, desaté la soga de mi cintura y bajé del árbol en silencio. Ya en el suelo, organicé un poco las cosas de mi mochila. Tomé un poco de agua y comencé a caminar.

Luego de casi una hora de caminata, me senté entre unos arbustos a comer algunos de los frutos que había recolectado. Minutos después, pude sentir olor a humo proveniente de muy cerca. Me asomé entre los arbustos para ver de dónde provenía el fuego. Debe ser que alguien a preparado una fogata, pero esto no era una fogata. Era más bien, un incendio.

A unos 20 metros, una barrera de fuego se alzaba entre los árboles. Las llamas se apoderaban de todo a su paso, probablemente matando a algún que otro tributo que estuviera cerca y en pocos segundos llegaría hasta ésta parte del bosque.

Impulsivamente comencé a correr. Las llamas llegarían muy pronto a donde yo estaba y no quería ser cocinado.

Todo pasó muy rápido después de eso.

Frené de repente. Un chico me empujó. Preparó su hacha. Lo derribé de una patada. Cayó al suelo. Le quité el hacha. Me senté a hocajadas sobre él. Clavé el hacha una y otra vez. Me llené de sangre. Escapé. Cañonazo.

Salí corriendo de allí, empapado por la sangre del chico. No sabía que había pasado, ni que me había hecho reaccionar así. Algunos dicen que la adrenalina que sientes cuando corres peligro te lleva a ser violento. Supongo que eso habrá sido.

Seguí caminando. Esta vez, a un ritmo distinto. Trotaba  un poco, disminuyendo la velocidad, mientras mi corazón no dejaba de palpitar fuertemente. Me detuve un minuto. Me faltaba el aire.

Me tumbé en el suelo, recostándome en una roca cubierta de suave musgo. Fue cuando apoyé mi cabeza en la piedra que noté que ésta estaba húmeda. Eso significaba una cosa: Agua. Debía haber un estanque cerca. Recobré mis fuerzas y me levante. Atravesé unos arbustos y lo ví. Allí estaba un  estanque no muy profundo.

Fuí hasta él y me sumergí por completo. El agua estaba fresca y me relajaba. Froté mi ropa y mi piel y la sangre seca de aquel tributo fluyó por el agua.

Volví a salir, y me recosté nuevamente en la roca del musgo. Me quedaría allí un rato, ya que el lugar estaba bien escondido.

2 horas después, mis ropas estaban secas y mis energías renovadas. Como tenía hambre, comí los últimos frutos que quedaban.

Segundos después, mis ojos empezaron a cerrarse. Iba a quedarme dormido, cuando sonó otro cañonazo. Un minuto después, un grupito de tributos huyen corriendo, gritando.

Me agacho entre los arbustos, y me quedo lo mas quieto posible para que no me vean. Por suerte, no notaron nada.

Sabía que tal vez esos tributos se quedarían cerca. Así que me levante y salí de allí en total silencio. Cuando estuve bastante lejos, me relajé.

Me dí cuenta que que en uno de los árboles habían unas aves raras, pero grandes. Preparé una flecha en mi arco, apunté, y disparé, dándole en el ojo. Ésta cayó de la rama en la que estaba posada y el resto de sus congéneres huyó volando. Me acerqué al pie del árbol y recogí el animal.

Luego de despellejar al ave, lo cociné en una pequeña fogata. La comida estaba sabrosa, y eso calmó mi hambre un poco.

De repente comenzó a oscurecer. Apagué rápidamente la fogata y cubrí los restos de ceniza con tierra. Trepé a un árbol cercano y nuevamente me até a la cintura. Esperé a ver quienes fueron los caídos.

El chico que maté hoy brutalmente resultaba ser del distrito 12. El otro cañonazo que sonó indicaba la muerte de la chica pelirroja del 2.

Ahora que sé que Cressida está bien, me alivio. Me enorgullece que ella pueda sobrevivir tanto tiempo. Ella es fuerte, y lo sé.

Aún así debo encontrarla. No sé como lo haré, pero de alguna manera debo hacerlo.

TristanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora