01/12/15
Querida Diana,
No me preguntes como he sobrevivido. Porque sólo atino a respirar, y eso, mi vida, no es sobrevivir sino presenciar mi muerte sin saber como retrasarla.
Ayer te compré un ramo de rosas. Me dedicaste una de esas sonrisas frías que sabes fingir tan bien, y que me enloquecen a pesar de ser falsas. Me agradeciste, pero sólo eso. Te insinué durante la cena el hecho de que dejaras de ir a tus citas con Puckerman.
—Las necesito —dijiste.
—¿Más que a mí? —te pregunté, entornando mis ojos en los tuyos.
Sonreíste tanto que me rompiste sin querer.
—No —la mentira se resbala de tú boca, como si fuera algo normal—. A ti te necesito más que cualquier cosa, pero me gusta ir. Me siento de mejor humor.
—Pues sigue yendo —consentí, tomando y besando tú delicada mano.
Hoy sigo meditando mi respuesta. ¿Por qué dejarte en brazos de otro? Cualquiera me tacharía de imbécil.
Pero ellos no saben que estoy dispuesto a verte feliz, aunque sea a causa de alguien más.
Aunque eso signifique llorar amargo.
O morirme por dentro.
Quiero que seas feliz por encima de mí.
Ojalá resista, mi estrella.
Pero ojalá y no.
Con amor,
Peter.
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Promesas rotas.
Short Story«No puedo creer que me hayas decepcionado. ¿Lo peor del caso? Es que entre las sombras, seguiré siendo tú tonto» Tras casi diecisiete años, el matrimonio de Peter y Diana siempre fue de ensueño; todo aquel que les conociera aseguraría ciegamente que...