01; no lo puedo creer.

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12/11/15


Querida Diana,


Creo que estoy perdido, cariño. Sé que dijiste que no saliera de casa, porque todavía estaba débil, pero te fuiste y quise saber a dónde. Me dolía, lo admito; mis piernas seguían torpes, un accidente no es algo que tenía planeado, mucho menos que la recuperación fuera tan lenta. Las cosas en la oficina están locas por mi ausencia, pero en el fondo me alegré de que me hubiera sucedido; tenía una excusa perfecta para pasar más tiempo contigo.

Conduje hasta el consultorio del doctor Puckerman; tú psicólogo. Recuerdo cuando te negaste a las terapias, más yo insistí; te veías tan marchita, tan decaída, cariño. Tú belleza se ocultaba tras grandes ojeras, y mi trabajo me impedía curarte el alma, por lo qué insistí. ¡Ahora mírate! Estás tan radiante, tú cabello ha tomado color y tú sonrisa es más viva.

Estacioné frente al edificio. Una punzada de dolor me golpeó la pierna derecha; no la perdí de milagro. Abrí la puerta para ir a buscarte. Te necesitaba más que cualquier medicina, te necesitaba ahora y siempre. Apoyé la pierna en el asfalto. Apreté los ojos del dolor, pero me detuve al oír ruido; me giré y vi que salías del consultorio de él, acompañada por el propio doctor. Sonreí, y me volví a meter en el vehículo. Me alisé el cabello dispuesto a saludar a Puckerman. Hablaban demasiado acalorado. Te seguí esperando.

Comenzaste a caminar a tú auto, puse la mano en la bocina del mío para llamar tú atención, pero antes de hacerlo el doctor Puckerman corrió hasta a ti, te tomó del brazo, te abrazó...

Y te besó.

Mi cuerpo se tensó

¿Lo peor?

Tú le correspondiste.

No quiero seguir escribiendo; mi pierna duele, mi cabeza está a punto de explotar, y mi corazón sigue hecho pedazos.

Estacionas afuera; has llegado. Me haré el dormido. No quiero que veas lo que he llorado.

Con todavía, mucho cariño,

Peter.






Promesas rotas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora