#Capitulo 1

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Habían pasado seis años desde que había conocido a su amo, Su Señor. Cinco años desde que tenía una vida plena con él. Tres años desde que había dejado de ser Izz Campbell convirtiéndose en Izz Biersack. Tres años de haber visto por última vez a sus padres encerrados tras las rejas de la prisión.
Ella suspiró sentándose frente al piano vistiendo solo una camisa de su amo y bragas, saboreando el aire helado que se colaba por la puerta abierta de cristal que daba al patio, mostrando las luces de la vida nocturna de Florencia.
Lo extrañaba. Una semana sin él le resultaba una locura en aquella gigantesca casa para ella sola, donde el eco solitario calaba cada superficie a su alrededor; tal vez sus demonios habían desaparecido casi por completo, sin embargo siempre habría dudas; el temor a quedarse sola nuevamente le perseguiría hasta el final de sus días o hasta que algo los superase y su mente atravesara esa barrera.
Caminó a paso lento por el pasillo tocando las paredes con la yema de los dedos, acercándose al extremo de la casa para cerrar la puerta corrediza e internarse en el estudio en el que descansaba un hermoso piano de cola blanca. Miró a su alrededor como la primera vez que puso los pies en esa habitación y fijó la vista en el exterior a través de la ventana del tamaño de media pared, era casi ilógico, pero aún le deslumbraba; más aún el gran escritorio de roble en donde ahora había una fotografía con él abrazándola por detrás mientras le mordía el cuello.
Sonriente, se dejó caer en la silla del escritorio y su suavidad le acogió con el olor de la loción de después del afeitado de su marido, llevándole a extrañarle más, a desear poder abrazarle, acurrucarse contra él mientras le acaricia con ternura a medida se quedan dormidos.
Exasperada por sentir con mayor fuerza su ausencia, se levantó de golpe y caminó hasta el piano sentándose en el banco, llenando los pulmones con una gran bocanada de aire, lo dejó ir lentamente calmando su angustia y deseo por tener a su señor cerca.
Sintiéndose más tranquila, levantó el cobertor de las teclas y con delicadeza comenzó a tocar la canción que desde adolescente había compuesto para el que sería el amor de su vida, que en dicho momento no había tenido dueño; sin embargo, ahora que lo conocía, tanto la canción como ella le pertenecían a Andy.
-Love me, mio amore -susurró dejándose llevar por la magia de las notas.
Estaba tan concentrada en la música que invadía sus sentidos, que no fue consciente del timbrar del teléfono fijo en la sala de estar hasta que el celular comenzó a vibrar sobre el asiento; con un respingo levantó el móvil y se lo llevó a la oreja.
-Izz, Izz -escuchó a Chelsea con un tono que parecía reprenderle-. Si no te llamo, nunca te acordarías de mí -rió por la aquella exageración.
-Estaba a punto de llamarte, lo juro -mintió levantándose y saliendo de la habitación del piano, cerrando la puerta con llave.
-Claro, claro ¿Dónde está el tonto de tu marido? -se llevó la mano al pecho; a pesar de que llevaban tres años siendo legalmente marido y mujer, aún no se acostumbraba a esas palabras que provocaban que su corazón comenzara a aletear emocionado cada vez que las escuchaba.
-New York -suspiró resignada-, terminando de arreglar el traslado de la sucursal de Software's Camp a Londres.
-Pobre mi niña -escuchó la voz de Josh- ¿Cómo te trata La Toscana? -su acento fue mucho más marcado mostrando su sangre italiana.
-En realidad no me gusta mucho, prefiero Seattle, Londres o Southampton donde puedo entender a las personas, aquí me es muy difícil comunicarme -lloriqueó-, siempre que salgo él debe ir a mi lado para hacer de traductor.
- ¿Te quejas? Porque si es así, él se enterará -Josh le advirtió con una nota de burla en sus palabras.
-Claro que no, solo que... a veces es bueno salir sola -se encogió de brazos.
-Morirá cuando se lo cuente -el rubio rió macabramente estando a punto de dejarla sorda.
-Vamos -empezó a subir las escaleras apagando las luces a su paso-, no sé cómo expresarlo, solo que... últimamente está muy celoso cada vez que salimos -bufó.
-No confundas celos con posesivo -advirtió Josh.
-Sé la diferencia -entornó los ojos cerrando la puerta de la habitación-. Puedo decir que lo conozco muy bien.
-Vete, vete -escuchó a Chelsea decir-, Keith te necesita -pasó unos segundos antes de volverla a escuchar-. Ya estamos solas. Es normal, y sí, son celos -su amiga soltó una risilla-. Tómalo con calma, ni siquiera los notes o digas algo sobre ellos, porque si lo haces estallará aquella vena que tiene en la frente -la rubia rió-. ¿Se le pasará en algún momento? No, pero te acostumbras.
-Joder, ¿La vena en su frente? -rió-, te inventas cosas extrañas -salió al balcón y se sentó en la tumbona mirando las estrellas titilar en lo alto del manto nocturno.
-Lo sé, lo sé. Mucho tiempo con Josh está alterando mi sentido del humor. Si lo escucharas hablar con Keith, cielos, son dos niños pequeños.
-Espero poder verlo pronto, ahora debo irme, él está a minutos de llamar.
-Dile algo sexy -le aconsejó sin tapujos-, consiéntelo.
-Adiós, Chelsea -dijo sintiendo las mejillas calientes por el sonrojo.
-¡Consiéntelo! -le gritó antes de colgar.
Consentirlo era lo que más hacía y siempre lo haría.
El tiempo era irrelevante, su vida era un libro que se escribía a medida que transcurría, no había nada planeado, simplemente pasaba; cuando miraba atrás, quería arrancar muchas páginas, muchos errores, pero lo que más amaba de mirar al pasado era aquella parte en que sus recuerdos desaparecieron, en que se convirtieron en hojas en blanco y ya no era una máquina de escribir manipulada por otros, sino que era su puño y letra escribiendo desde su corazón, marcando cada palabra sin importar si era dolor o felicidad; valía la pena cada gota, pero los recuerdos regresaron y la máquina luchaba con su alma para regresar al mando, sin embargo esta no pudo vencer.
Se juró a sí misma que cada capítulo de su vida serían suyos, con sentimientos puros.
Acostada en la gran cama, encendió el reproductor de música a la espera de su llamada; lo necesitaba, tanto su voz como su toque. Sonaba tonto, pero dormía con su ropa para sentirle más cerca. Habían sido cinco meses largos y duros para los dos, él se había cansado de manejar Software's Camp por teléfono y que por cada problema "grave" debía tomar un avión a la sede en el otro continente, por lo que decidió moverla a Londres, donde vivirían cerca de sus padres, Chelsea y Josh.
El ringtone exclusivamente para él llenó la habitación por sobre New Divide de Linkin Park. Contestó de inmediato.
-Mi señor -susurró emocionada.
-Izz -él ronroneó eróticamente haciendo que todo el vello del cuerpo se le erizara- ¿Me has extrañado?
-Mucho -murmuró tratando de ser sensual-, mucho.
-¿Qué escuchas? -recordó su nuevo amor secreto, Linkin Park.
-Nada interesante -se levantó y apagó el estéreo.
-¿Te has tocado como lo ordené? -gimió al recordar su voz casi orgásmica cuando le ordenó tocarse al mediodía como lo acababa de hacer con su dirección.
-No pude hacerlo sin tu instrucción, lo siento mucho, amo.
-Muy mal, me has desobedecido -él gruñó-. Cierra los ojos -ordenó enojado. Con la respiración agitada lo hizo-. ¿Qué estás usando?
-Una de tus camisas y bragas sexis -gimió al imaginarlo viéndole.
-Puedo olerte, nena. Tan mojada.
-Solo para ti -gimió.
-Comienza a desabotonar esa linda camisa.

#Corazon De Tinta (Andy Biersack) 2TDonde viven las historias. Descúbrelo ahora