Los primeros días resultaron angustiantes, Izz sentía que él lo sabía; algo en su interior se lo decía, quizá se debía al tenerlo mucho más pendiente de cada uno de sus movimientos, su permanencia cerca, e incluso no había viajado a New York cuando lo necesitaban urgentemente.
—¿Le contaste a Josh? —Izz le preguntó a Chelsea cuando se reunieron en un café, tres semanas después del incidente.
—No, claro que no —su amiga tomó un sorbo de la taza humeante entre sus manos.
—No me mientas, si se lo contaste de seguro se lo dijo a Andy —murmuró lo último con pesar.
—Se me escapó, no fue mi intención —Chelsea le miró apenada.
—Demonios —escondió el rostro entre sus manos sintiendo que estaba a punto de comenzar a hiperventilar.
—No se lo contará —Izz sentía que el mundo continuaba viniéndosele abajo, que no pararía hasta cubrirla completamente, evitándole respirar, ahogándola—, le pedí que no lo hiciera.
—Tu marido le es más leal a Andy que a cualquier otra persona. Cielos —dijo casi ahogada—, él lo sabe —imaginar su rostro de decepción hizo que el corazón le latiera dolorosamente. Quería ser perfecta para su amo, pero parecía que cada vez que lo intentaba todo resultaba mal, demostrando que ella no era tan buena para él.
—¿Izz? —la rubia le llamó cuando no descubrió su rostro que ocultaba las lágrimas que no podía detener—. Todo está bien, estoy segura de que no le dijo —Chelsea le palmeó la espalda.
—¿Hola? —escuchó la voz de Josh.
—Necesito que le digas a Izz que no le contaste nada a Andy.
—No he hablado con Andy de nada referente a Izz —a través del altavoz pudo escuchar el ajetreo de emergencias—, puede estar tranquila, el secreto está a salvo.
Escuchar esas palabras le calmó el corazón y las lágrimas, teniendo el valor de descubrirse el rostro.
—¿No me estás mintiendo? —preguntó dubitativa.
—Claro que no.
—¿Ves?, Josh nunca le contaría nada que no quisieras que él supiera—Chelsea le sonrió tomando una servilleta de papel de la mesita del café y le secó las líneas negras que manchaban su rostro por el maquillaje corrido—. Ahora, iremos a ver al doctor para estar completamente seguras de cuando podrías tener otro bebé.
A sabiendas de que la respuesta de eso tenía la posibilidad de ser un desastre, asintió y trató de dibujar una sonrisa en su rostro, pero sentía tener una mueca en sus labios.
***Sentadas frente al doctor, separadas de él solo por el escritorio de roble, Izz entrelazaba los dedos sobre su regazo y movía el pie inconscientemente de nerviosismo por la respuesta de Jackson.
Lo vio levantar el rostro y mirarle antes de regresar la atención a los papeles que había impreso, en el cual, el doctor de Italia describía su diagnostico.
—Izz, tengo buenas noticias por ahora —el ginecólogo le sonrió—. Los exámenes realizados en Florencia están equivocados, comparados con el último examen que te practiqué la semana pasada, no tienes el síndrome antifosfolípido primario, sin embargo, debo revisarte para quitar cualquier duda.
Luego de la incómoda ecografía y vestirse nuevamente, salió de la pequeña habitación reuniéndose con Chelsea y el médico en el consultorio.
—Más buenas noticias, estás perfectamente bien.
—Entonces, ¿Por qué perdí a mi bebé? —Jackson se encogió de hombros.
—Puede que hayas hecho un movimiento brusco o fueron anormalidades cromosómicas en el feto. Existen tantas posibilidades, Izz —el médico de piel acanelada le brindó una cálida sonrisa iluminando sus ojos marrones claros como la miel.
—¿Eso significa que puedo concebir sin ningún problema? —se pasó las manos por el pantalón de mezclilla secando el sudor frío que había humedecido sus manos.
—Sin ningún problema.
—Te dije que todo iría bien —Chelsea le hincó las costillas con el codo.
—Estaba tan asustada —murmuró.
—No tienes por qué estarlo, estás en perfectas condiciones, tu edad es la más fértil —el doctor rodeó el escritorio para despedirse.
—Muchas gracias —dijo realmente agradecida con una sonrisa genuina en sus labios.
—Tranquila —él la abrazó—, podrás tener todos los bebés que quieras.
Salió del consultorio feliz, había investigado la enfermedad que le habían dicho tener y los resultados no eran nada buenos ni para concebir ni para su salud.
Condujo hacia el supermercado con música llenando el auto nuevo que Andy le había regalado al llegar a Londres, con intenciones de comprar lo que le hacía falta para preparar una cena especial, celebrando en silencio.
—¿Señora, va a celebrar algo? —Margaret le preguntó en el momento que le vio entrar sonriente con varias bolsas de plástico biodegradable colgando de sus manos.
—Ya te lo he repetido muchas veces, la señora es mi suegra —la mujer se acercó y le ayudó con las bolsas— y solo haré una cena sin motivo alguno.
—Me dices lo que quieres y yo lo dejo preparado —negó con una sonrisa más amplia.
—Yo la prepararé, puedes irte temprano a pasar la tarde con Carl —Margaret le sonrió.
—Mi pequeño estará feliz, debo aprovechar que aún está en sus cinco años y le gusta mi compañía y juegos —enternecida Izz sonrió imaginándose a sí misma con un niño o niña sentado en el suelo jugando con ella.
—Disfruta de tu bebé —le animó a Margaret.
Izz se dedicó a preparar los bizcochos de vainilla y el Rosbif con puré de patatas. Quizá eran las seis de la tarde y estaba revolviendo el chocolate en baño maría cuando unos brazos la rodearon por la espalda y comenzó a besarle el cuello. Miró hacia las manos sobre su abdomen y el tatuaje muy parecido al suyo en la muñeca de Andy le saludó escapando de la camisa mangas largas.
Apagó la estufa y se giró entre sus brazos.
—Hola —él susurró sonriéndole ladinamente con un toque picaresco en sus ojos oscurecidos.
—Hola —le respondió parándose sobre la punta de sus pies para alcanzarlo y darle un beso rápido en los labios.
El leve toque del beso le cosquilleaba en los labios haciéndole sonreír; anhelando retener esa pequeña electricidad zumbando en sus nervios, se mordió el labio inferior y Andy con su dedo pulgar le hizo soltar el labio para luego arrinconarla contra la encimera y atacar su boca con voracidad, invadiéndole con la lengua, enredándola con la suya mientras la tocaba por sobre la ropa en busca del dobladillo del vestido veraniego de algodón. Gruñó cuando rompió el beso y encontró el dobladillo del vestido cuatro dedos sobre las rodillas.
La miró a los ojos antes de volver a sonreír y cargarla sobre su hombro llevándola escaleras arriba.
Al llegar a la habitación la tumbó en la cama y le desnudó con rapidez, arrancando con brusquedad el sujetador y como si se tratase de un juego, bajó con lentitud la tanga mientras se relamía los labios y sus ojos tomaban un color más oscuro como el cielo en una tormenta al mediodía. Una sonrisa felina asomó en sus dulces labios a medida que le acunaba los pechos y los amasaba con poca premura, disfrutando frustrarla, y lo estaba consiguiendo al no tocarle los pezones erguidos como pequeños guijarros sensibles que dolían reclamando su atención. Clavando la mirada en su amo se relamió los labios y él negó con la cabeza, rozando las piedrecillas duras de sus pechos con la yema de los dedos sin detenerse allí, continuando un camino hacia abajo por su abdomen, erizándole la piel, haciendo que sus jugos inundaran su coño, desesperándola por sentirlo en su interior; tres semanas de abstinencia la tenían cachonda, sabía que Andy también lo estaba, sin embargo él siempre era tan estricto y mostraba control en cada uno de sus movimientos que la situación le exasperaba, e incluso le hacía pensar que tal vez no tenía la sensualidad suficiente para seducirlo.
Sus manos le recorrieron hasta llegar a los muslos, donde las cerró con fuerza abriéndole las piernas con brusquedad y deslizando una mano por la cara interna de uno de ellos, rozándole los labios vaginales con lentitud, enviando ondas de placer a todo su cuerpo, logrando que levantara las caderas en busca de mayor fricción.
—¡Quieta! —Le regañó palmeándole con fuerza el otro muslo—. Abre más las piernas, quiero ver ese sedoso coñito.
Excitada por sus palabras, siguió sus órdenes mostrándole lo tan mojada que estaba, mostrándole qué tanto lo necesitaba. Su amo sonrió y pasó el dedo índice por su hendidura, haciendo una ligera presión sobre su capullo sensible y luego lo llevó a su boca; sin necesidad de que él lo pidiera, Izz separó los labios y él lo introdujo posándolo sobre su lengua, dejándole saborearse a sí misma; instintivamente cerró los labios alrededor del dedo y comenzó a chuparlo, acariciándolo con la lengua como si se tratase de su polla. Él retiró el dedo con rapidez dejando un sonido de succión atrás. Con su dedo húmedo dibujó un camino sobre su cuello, resbalando sobre la unión de sus senos, abdomen y llegó a sus pliegues, donde introdujo dos dedos con ímpetu causándole dolor al no estar lo suficientemente dilatada, pero disfrutó ese dolor que le caló por venas, radiando hilos eléctricos hacia su vientre, enredando una bola como la de lana y tirando hondas hacia sus pies que se retorcían de placer.
—Ven aquí —mandó con su tono rico y tosco. Acatándolo al instante se levantó de la cama y se detuvo frente a él sentado al filo de la cama.
—Mi señor —susurró mirando su bulto en el pantalón.
—Mírame a los ojos —rugió sujetándole con fuerza el mentón—. ¿Quieres que te folle? —le preguntó con la sonrisa ladina y leonina que él le había dedicado la primera vez que se vieron.
—Sí, por favor, mi señor —suplicó.
—¿Quieres que te azote y te coja con fuerza? —la respiración comenzó a acelerarse más.
—Por favor —asintió.
—No lo haré —sus ojos centellaron divertidos de la expresión de decepción que Izz debía tener en el rostro—. Vístete, te espero abajo.
Andy se levantó y arregló su verga en el pequeño espacio de su pantalón. ¡Demonios!, quería follarla, tres semanas de abstinencia lo estaba matando, pero ese era su castigo secreto. Ella le ocultaba cosas, él le negaba el placer de tan siquiera tocarla.
Con esfuerzo y todo el autocontrol en su cuerpo, la dejó en la habitación pasmada y con incredulidad en el rostro.
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#Corazon De Tinta (Andy Biersack) 2T
FanfictionAndy e Izz lucharon contra sus propios demonios descubriendo el amor que ambos sentían. ¿Quién dice que en una relación BDSM no puede haber hijos? Cinco años después una pequeña toca a sus puertas. La niña de ojos azules azulados y el cabello rojo c...