#Capitulo 11

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  Acostada en la gran cama, Izz abrazaba el calor de Andy que aún permanecía impregnado en el colchón a la espera de que él saliera del baño para admirar su cuerpo musculoso, pero mientras tanto empezó a recordar que pasó esa tarde luego de la sesión en el cuarto de juegos.
Preocupándose por ella, y recompensándola por el esfuerzo, Andy le dio un masaje consolando sus músculos doloridos que los llevó a hacer el amor un par veces en su habitación antes de bajar a comer y encontrarse con las francesas.
—Vamos, Izz, dime qué haces para poner tan caliente a Andy —Bleuenn se rió.
—Yo... —sonrojada negó con la cabeza.
—Déjenla tranquila —Andy les pidió.
—Es solo una pregunta inocente.
—Tú no tienes inocencia —él acusó a la rubia dominante—, robas inocencias, que es muy diferente.
—Hablas como si tú no lo hicieras —le apuntó con el tenedor.
—Ya no lo hago —él rió bebiendo de su copa de vino—. La única inocencia que robé está aquí —le tomó la mano a Izz— y no necesito más.
—Si no me gustaran las mujeres, hace rato te hubiera follado —Izz se sonrojó por el comentario de Bleuenn a su marido, aunque debía haberse enojado por ello, solo se sintió alagada, que otra mujer quisiera a su marido a pesar de ser lesbiana, le hacía una ganadora.
—Si te gustaran los hombres, te hubieras follado a otro, porque yo no me dejo atar.
—Puto dominante —refunfuñó y la miró seductoramente—. Dado que no puedo tenerte, sería bueno que me prestes a Izz por un par de horas —él gruñó.
—Primero te follas al príncipe de Inglaterra antes de que la toques.
—Egoísta —Bleuenn lloriqueó y las otras rubias rieron—. En serio Izz, ¿Qué haces para tenerlo tan "activo"? —ella hizo las comillas en el aire.
—No sé de qué hablas —se dedicó a cortar la carne de su plato y darle ese bocado a su señor.
—Vamos —la rubia rodó los ojos mostrándole qué tan lógico era para ella—, luego de que nos botaran del cuarto de juegos tan cachondas y deseando ver más, llegamos a la habitación al lado de tu habitación —la señaló con el tenedor con el que había pinchado un esparrago— y tuvimos algo de acción. Media hora después, les escuchamos en la habitación de al lado dos veces más, excitándonos a todas. Ustedes son... —ella chasqueó los dedos pensando— bulliciosos.
—¡Oh, mi cielo! —Izz escondió el rostro en el hombro de Andy.
—No digas nada más —él le advirtió a la rubia.
—Está bien, está bien —la mujer levantó las manos.
Luego de la vergonzosa conversación y estando finalmente solos en casa, completamente relajados, se tumbaron en el sofá a mirar una película, y a mitad de ella, él comenzó a tocarla sin intensiones sexuales, simplemente lo hacía por costumbre, le gustaba acariciar su piel, y a ella le gustaba sentir sus mimos.
—¿Andy? —ella preguntó ligeramente contrariada, no sabía cómo él asumiría la decisión que había tomado, pero si no estaba de acuerdo con ella sería un poco difícil de sobrellevarlo.
—¿Sí?
—He estado pensando —se sentó y volteó a mirarlo.
—¿En qué piensas, nena? —él le imitó y se sentó observándola con el ceño fruncido.
—Han pasado casi tres meses desde que... —enmudeció, no podía pronunciar el aborto sin que se le quebrara la voz.
—Lo sé, nena —cariñosamente, Andy le acarició la espalda—. Ven aquí —se palmeó el regazo.
Izz era consciente de que necesitaba su toque para poder decir lo que había pensado, necesitaba su apoyo emocional a través de los mimos que él le proporcionaba. Siguiendo su petición, se sentó a horcadas y le rodeó la nuca con las manos.
—¿Qué sucede? ¿En qué piensa esa cabecita tuya? —sintió sus manos acariciándole la espalda, dándole ánimo.
—Ha pasado un tiempo desde que... —miró la camiseta de su señor.
—Continúa —le instó inclinando la cabeza.
—Estaba pensando en que podríamos intentarlo —dejó que una de sus manos resbalara desde su nuca hacia su pecho—, solo si tú estás de acuerdo —incapaz de mirarle, él le levantó el rostro con el índice.
—Izz —le vio sonreírle—, te amo y lo sabes —ella asintió—. Yo tomaré lo que quieras darme —le dio un rápido beso—, si quieres intentarlo, yo te apoyo, siempre lo haré. Incluso puedes dejar de tomar la píldora mañana mismo —sintiéndose feliz, le abrazó.
—Pero... —se separó un poco y le miró haciéndole un mohín— si comenzamos a —sus mejillas se tornaron rojizas— tratar, no habrían sesiones.
—Me estás pidiendo algo difícil —él se quejó—, pero creo que sobreviviremos. Será solo por unos meses y luego pediré cuentas de todos esos días sin azotar tu lindo culo.
—Lo sé, mi amor —ella le sonrió—, yo también lo extrañaré.
Se besaron demostrándose el amor que se tenían; pero de eso ya habían pasado dos meses, dos exquisitos meses en que disfrutaban haciendo el amor un par de veces al día. Sin embargo, fue un poco desilusionante hacerse la prueba de embarazo un mes después y tener el resultado negativo, no es que estuviera segura de que lo estaría, solo tenía esperanzas de que tal vez pudiera estarlo, pero no fue así.
El tiempo trascurrió tranquilo entre la rutina del trabajo, casa y sexo; estaba a una semana de que le llegara el periodo, y quería saber si había concebido o no.
Era optimista, quizá ese mes era el afortunado y lo descubriría cuando él estuviera en el trabajo.
Si era positivo, celebrarían y si era negativo, seguirían intentándolo.
—Esa sonrisa esconde algo —escuchó la voz de Andy sacándola de sus pensamientos.
—Nada —le sonrió.
—Tengo mis ojos puestos en ti —la señaló.
—No estoy haciendo nada —levantó las manos con las palmas arriba.
—Pronto descubriré qué estás pensando —se acercó y la besó—, pero ahora debo irme —le tomó los labios en un beso más profundo y caliente antes de dar media vuelta y marcharse.
Había estado tan centrada en sus recuerdos que se había perdido el espectáculo de verle vestirse, de cómo las gotas de agua recorrían sus pectorales hasta la cinturilla de la toalla o de cómo el agua oscurecía su cabello rebelde. Con un sonoro suspiro se resignó a que debía esperar que llegara la noche para verlo en completa desnudez una vez más.
Abriendo las puertas del closet, se adentró en su rutina.
El día transcurrió sin inconvenientes. Izz fue a la escuela de música en la tarde e impartió sus clases con el mismo cariño de siempre, adorando a sus alumnos que avanzaban a pasos agigantados, conversó con algunos padres felicitándoles y cuando se dirigía a casa decidió hacer una parada, no quería llegar a una casa vacía donde se desesperaría y se haría la prueba antes de tiempo, así que para matar el tiempo entró a una tienda de artículos solo para bebés y se enamoró de los pequeños trajecitos y los zapatitos de niña. Escogiendo un pequeño enterito se enterneció, la idea de tener un pequeño bebé de ojos grises y aquella sonrisa la derritió haciéndole desear correr a casa y hacerse la prueba para salir de dudas.
Tentada en comprar ropa de bebé, prefirió salir de allí con las manos vacías, era muy pronto como para pensar en eso, era como contar los pollitos antes de que la gallina pusiera los huevos. Consolando un poco la desesperación por comprar en esa tienda, se dedicó a recorrer Regent Street, enamorándose de la ropa y calzado.
No pasó mucho tiempo antes de que el atardecer comenzara a llegar, marcando el tiempo de regresar a casa.
Luego de hacer todo el proceso para poder entrar, tiró las bolsas de las compras de las que no pudo abstenerse de adquirir y se dirigió a la cocina donde Margaret había preparado la cena sin pedírselo. Izz adoraba a esa mujer, los cuidaba tanto como si fuese su deber.
El sol había terminado de ocultarse y la oscuridad reinó en la mayor parte del lugar haciéndole sentir la casa muy grande y silenciosa, inquietándole, haciéndole presentir de que algo malo ocurriría, se regañó mentalmente, tal vez solo se trataba de paranoia al estar sola en casa al igual que lo había estado cuando la atacaron en Seattle.
Negándose a caer en pánico, llenó la tina de baño con sales, encendió velas aromáticas y se metió al agua para relajarse con la música suave que estaba de fondo, pretendiendo atribuirle todos sus presentimientos al nerviosismo de hacerse la prueba.
Con las suaves notas del piano, Izz salió de la tina con los dedos arrugados como pasas y muchas ganas de orinar tomando eso como señal de que era tiempo de hacerse la prueba. Hizo pis en el palito y lo dejó en el lavamanos mientras se metía en la ducha y se lavaba el cabello sintiendo una nueva oleada de agua caliente llevarse el frío que había comenzado a sentir con la de la tina enfriándose.
Con el corazón latiéndole acelerado por la intriga, vistió la bata de baño para mirar el resultado, pero al estar a punto de levantar la pequeña prueba, su celular comenzó a sonar, pero no era cualquier tono de alerta, era el que estaba conectado con la puerta principal e indicaba que alguien había forzado la entrada. Al instante el tono de llamada la sacó del shock en el que había entrado.
—Izz —Andy le llamó incluso estando en mitad de una reunión.
—Andy —la escuchó asustada.
—¿Nena, estás sola? —preguntó deseando de que la respuesta fuese negativa.
—Sí, Margaret se fue temprano —la escuchó susurrar.
—¡Mierda! —golpeó la mesa—. Escúchame bien, nena —se levantó y comenzó a caminar a la salida sin dar explicaciones—. En mi mesa de noche está la Glock 45, cógela y enciérrate en el cuarto de juegos, allí les será más difícil de entrar. Llegaré lo más pronto posible y la policía también llegará pronto.
—No sé si podré usar un arma —le escuchó con voz entrecortada.
—Recuerda lo que te enseñé —trató de usar voz apacible mientras encendía el coche.
—Trataré de hacerlo.
—Estaré allí pronto, nena. Escóndete.
Izz cerró la llamada y apretó el teléfono contra su pecho, tenía miedo, era como revivir el ataque de Jake. Escuchó pasos fuera del cuarto, no estaban llevándose las cosas de valor, estaban abriendo todas las puertas, azotándolas contra las paredes.
Cuando se iba a lanzar en busca del arma, su puerta se abrió y un hombre con una máscara entró.
—¡Aquí está! —El hombre gritó y se le acercó con un cuchillo—. Quieta, muñeca o sufrirás.
—Aléjese —pidió retrocediendo con dirección a la mesita de noche.
—No tan fácil, dulzura.
Antes de que pudiera llegar a su objetivo, él hombre la sujetó y la tiró en la cama haciendo que la bata de baño se abriera entre sus piernas.
—Hermosa y lista para follar —blasfemó el tipo.
Él haló de su brazo y empezó a forcejear, tratando de besarla mientras ella le empujaba y golpeaba.
—Concéntrate, nena —escuchó la voz de Andy en su mente—, recuerda los puntos débiles.
Recordando una de las lecciones de defensa que él le había dado, a su mente llegó el punto más cercano que tenía. Logró zafar las manos de las callosas del hombre y trató de hundirle los dedos en la cuenca de los ojos ganando un chillido del hombre y un poco de espacio, pero no sin antes darle una bofetada que pareció más a un puñetazo. Cabreada le pegó en la entrepierna y él cayó al suelo dándole tiempo de agarrar la 9mm y lo apuntó.
—¡Levántate! —le gritó.
—No sabes lo que haces, muñeca —él se levantó y comenzó a avanzar. Izz rastrilló el arma y lo apuntó.
—Sí sé lo que hago —afirmó teniendo una racha de adrenalina, quitándole el miedo, haciéndole consciente de todo a su alrededor.
—Vamos, muñeca, solo vamos a jugar, tu coñito y mi verga.
—¡Aléjate! —gritó batiendo la pistola en la cara del tipo.
No le hizo caso y avanzó, con el pánico de que él continuara acercándose helándole las venas, apuntó a pierna del hombre enmascarado y disparó, el alarido del tipo le aturdió unos segundos hasta que otro enmascarado entró con un cuchillo de cocina y corrió hacia ella. Reaccionó de inmediato y presionó el gatillo cuando el cuerpo del hombre chocó contra el suyo.
El segundo tipo retrocedió tocándose el abdomen donde la sangre empezaba a emanar; con manos temblorosas Izz apuntó a los dos.
—Llévalo a ese rincón —dijo con voz temblorosa al herido en el abdomen.
La puerta se abrió por tercera vez y perdió todo el valor que había tenido en las venas.
Andy entró y miró a los dos hombres tendidos en el suelo bañados en sangre; corrió hacia su mujer que sostenía el arma con manos temblorosas y se la quitó antes de apretarla contra su cuerpo sintiendo su calor, el latir de su corazón azorado contra el suyo. La separó un poco para examinar su semblante y le miró a los ojos, el recuerdo de su pasado había cruzado las puertas y habían llegado a ella.
—Todo está bien, nena —ella asintió, se pasó la mano por la nariz y miró sus dedos.
—Estoy sangrando.
—Estarás bien —la abrazó nuevamente y miró el suelo donde había un cuchillo ensangrentado, luego sintió su camisa húmeda. Se separó y a miró de pies a cabeza, encontrando una herida en su abdomen que empapaba la tela de toalla con una gran mancha roja. Usando inmediatamente los conocimientos de primeros auxilios, hizo presión.
—Yo no... Estoy sangrando —repitió antes de perder la consciencia.
A los pocos minutos la policía y las ambulancias llegaron, llevando a Izz y los delincuentes al hospital.
***

Dos horas después en la sala de emergencias, Andy estaba sentado al lado de Izz a la espera de la orden de salida; la herida no había lacerado ningún órgano, simplemente le habían suturado y puesto un suero para recuperar el líquido perdido.
—Andy, necesito hablarte un momento —le llamó Drake, el policía que estaba llevando el caso.
—Ya regreso, nena —ella asintió acomodándose en la camilla.
—¿Qué sucede? —Andy preguntó lejos de Izz.
—Los que irrumpieron en tu casa han soltado la sopa —él asintió automáticamente—. Fueron contratados para secuestrarla y llevarla a América en un avión privado que les esperaba en una pista privada a las afuera de la ciudad —tuvo que sujetarse de una silla cercana porque las piernas le fallaron.
—¿Quién... —no pudo terminar de hablar, sentía el cuerpo pesado y la mente hecha un lío.
—El que tiene la herida en la pierna se llama Rushel Shane, recién salió de una de las prisiones de New York una semana atrás y el otro es Brandon Cohen de la misma prisión.
—¿Por qué fueron encerrados? —cerró las manos en puños jurando.
—Intento de asesinato —Andy se pasó la mano por el cabello reiteradas veces.
—¿Fue Jake quien los contrató? —el oficial asintió.
—Ya hemos hablado con la dirección de la prisión de allá y lo han puesto en aislamiento hasta que el juez dicte un nuevo veredicto.
—Esa gente está completamente desquiciada —susurró para sí mismo apretándose el puente de la nariz—. Oficial, muchas gracias por la información.
—Cumplo con mi deber.
El policía se fue y él cerró las manos en puños deseando tener en frente al hijo de perra para partirle la cara.
—Andy —Josh llegó y le palmeó el hombro.
—¿Qué? —gruñó.
—Ven —el rubio le hizo señas hacia el apartado de su mujer—, les tengo una noticia que les alegrará a Izz y a ti —asintió.
—Luego quiero hablar contigo, necesito un favor.
Siguiendo a su mejor amigo hasta el compartimiento donde se encontraba su mujer, trató de quitar la preocupación de su rostro e instaló una sonrisa.
—Para alegrarles la noche —Josh sacó un sobre de su bata de doctor—. El resultado de la prueba que me pediste, Izz es...
—Suéltalo ya —dijo ella emocionada como si nada hubiese pasado horas atrás.
—Positivo.
¿Positivo? ¿Positivo? —su mente se preguntaba—. ¡Mierda! Positivo —su cerebro se iluminó.
—Felicitaciones a los dos.
Andy sonrió y besó a Izz demostrando felicidad, pero ahora no era el momento para que diera positivo, no cuando no estarían a salvo ninguno de los dos. Ahora tres.

#Corazon De Tinta (Andy Biersack) 2TDonde viven las historias. Descúbrelo ahora