Capítulo IV: Hola.

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-Madre ¿Por qué te casaste con papá?- Pregunto una niña de seis años, de cabello corto hasta los hombros y tan negro como la más oscura de las noches. Sus ojos color cielo buscaban esa respuesta que su inocente mente formulaba.

-Mmmm...- Una mujer de cabellos del color de las hojas de arce en pleno otoño, sus ojos eran evidencia de su parentesco con la pequeña niña. Aquella mujer desprendía pureza y amabilidad, un sentimiento de bienestar invade el ser de cualquiera que estuviera a su lado. Marion era el nombre de tan esplendida mujer.

–Pues, me case con tu padre porque lo amo mi pequeña- Respondió la bella mujer mientras trenzaba algunos mechones del cabello de su hija.

-Madre ¿Y cómo es el amor?- Pregunto con inocencia la pequeña.

-Pues es difícil de explicar mi cielo. Cuando sientes amor no dejas de pensar en aquella persona, rezas por su bienestar todos los días y es casi imposible sacarlo de tu mente. Sientes que tu vida está incompleta sin esa persona especial- Trato de explicar Marion con palabras comprensible a su pequeña niña.

-Pero eso quiere decir que yo amo a Adrien-

-¿Ah sí? ¿Podrías decirme porque piensas eso?- Pregunto con una sonrisa la mujer.

-Pues siempre me preocupo por él y quiero que este bien. Si pudiera estar con él jugando siempre me encantaría. Y siempre trato de hacerlo reír- Respondió la pequeña.

-Pues podría decirse que ese es un inicio. Aun falta mucho para que tú puedas experimentar tal sentimiento- Explico Marion tomando con ambas manos las rosadas mejillas de su hija –Pero estoy segura que algún día tendrás a una persona a la que amar, abrazar y besar muchas, muchas, muchas veces-

En forma de juego Marion beso cada centímetro del rostro de su hija, sacando una risa risueña de su adorada pequeña.

-Te quiero mami-

-Yo mas mi pequeña princesa-

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Una caricia sobre su mejilla despierta a una muy somnolienta Birgit. Sin darse cuenta había caído dormida a mitad del trayecto aéreo. Detallando mejor la vista por la ventanilla pudo notar el cielo oscuro. Llenando de angustia a la joven, ese cielo oscuro quería decir que estaban cerca de su destino.

-Ya despierta Birgit, pronto aterrizaremos- Dijo su padre con una sonrisa. Desconcertando a la joven, nunca en su vida había visto tal entusiasmo en su padre. Y no se molesto en preguntar el porqué.

Cada minuto que pasaba era más lento para Birgit. Solo podía escuchar en la lejanía las indicaciones de su padre sobre cómo actuar. Etiqueta, educación y demás. La azabache solo se limitaba asentir y musita un "Si". De vez en cuando Birgit posaba su mano dentro de su bolso donde su Kwami le daba apretones para reconfortarla o animarla. Lo más temido ocurrió, un movimiento brusco indico que ya llegaron a su destino. Las manos de Birgit temblaban de nerviosismo.

Hace muchos años que no trataba con su padrino y ahora tendría que vivir bajo su tutela. Recordaba que era un hombre amable pero algo frio e indiferente. Pero por sobre todo era así con Adrien.

Adrien, hace mucho que tampoco sabía de él ¿Y si cambio con los años? ¿Y si ya no era el mismo niño amable y dulce que era? Si mal no recordaba el debía tener 22 años, el era dos años mayor que ella, y lo más probable era que su carácter fuera igual al de su padre. Sentía temor de no encajar, temor de arruinarlo o avergonzar a su padre y a su apellido. Toda esta presión solo ocasionaba una fuerte jaqueca a la joven, su corazón latía mas rápido de lo normal y un sudor frio bajaba por su nuca.

Mal inicio, malos entendidos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora