Capítulo VII: Desastre.

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Eran pocos los segundos que faltaban para que la faceta de heroína acabase. Birgit, en un intento fallido, trataba de recordar el lugar en donde estaba. Maldecía su ineficiente memoria cuando por fin visualizo la panadería. Agradeciendo a los dioses Birgit retoma su camino en dirección al lugar donde la buscaría Adrien. Los pitidos del contador eran más frecuentes y sonoros, desesperando aun más a Birgit. No sería nada bueno que en medio de un salto sus habilidades se esfumen tan rápido como la espuma del mar haciéndola caer al vacío a un encuentro con una muerte segura y dolorosa. Pero gracias a su buena suerte llega a la terraza del edificio acabando su transformación y aterrizando desastrosamente.

-¡¡Pudiste aguantar un poco màs Kleine!!- Protesto la Alemana levantándose del suelo.

-¡¡Al menos eh tomado mi trabajo seriamente, tu eres la tonta que estaba a punto de dejar su Miraculous en casa!! ¡¡Sabia que algo así pasaría!!- Regaño

Birgit ignoraba los regaños bien justificados de la Kwami, dudaba si ese era el edificio donde Adrien la dejo a salvo. Dando un vistazo rápido al lugar confirmo con mucho alivio que era el lugar correcto. Pero a pesar del calor sofocante, al que aun no se acostumbraba, Birgit decide quedarse un poco más en la terraza pues no se sentía cómoda en la habitación con tantos poster de Adrien.

¿Cómo era posible que él no se diera cuenta de eso? Bueno el momento no le permitía darse el lujo de percatarse de esos detalles. Alejándose de la puerta la alemana se acerca al barandal de la terraza tratando de buscar a Adrien con la mirada, ansiaba el momento de su llegada y volver a la mansión a salvo, pero su angustia crecía a cada segundo que Adrien no aparecía. Birgit sentía miedo de que algo le hubiese pasado al rubio. Sentía que debía haber ido con él y protegerlo del peligro. La suave brisa choca contra la blanca piel de la joven como si tratara de reconfortarla y disipar sus temores, quien con gusto recibe aquel detalle que Paris le ofrecía. Los minutos pasaban y no lograba calmarse, había decidido salir y buscar al joven por su propia cuenta, pero un portazo la hizo correr hasta la puerta corrediza que daba al interior de la habitación.

Describir lo que Birgit sentía al ver aquella escena en la habitación de Marinnette sería imposible. La oji-azul corría de un lado a otro quitando todos los posters de un manotazo, algunas figurillas también tuvieron el mismo final trágico que aquellos papeles con la imagen impresa de Adrien, terminando debajo de su cama o en un bote de basura.

-Esto es algo escalofriante- Exclamo la Kwami

-Estoy de acuerdo contigo Kleine- Concordó la alemana

Birgit sentía que debía darle algo de privacidad a Marinnette en ese momento tan incomodo y de cierto modo intimo. Alejándose de la puerta Birgit se encamina hasta una silla plegable donde aguardaba la llegada de Adrien con impaciencia. Los minutos pasaron y escucho la puerta corrediza y de un salto se levanto de su lugar.

Y ahí estaba el, Adrien. Su cabello estaba algo despeinado, su ropa ligeramente desaliñada y sus mejillas rojas. Respiraba erráticamente, parecía como si hubiese corrido un maratón hasta llegar a donde estaba ella. El rubio al ver a su amiga delante de el sin un rasguño y salva hizo que su respiración se normalizara.

La joven sentía como su corazón se hinchaba de felicidad al ver a su amigo ahí parado, sano y salvo obsequiándole una de esas sonrisas que derriten todo tu ser y te sumergen en un mar de dicha y gozo.

Sin pensarlo dos veces la alemana va corriendo a su encuentro con Adrien, quien extiende sus brazos a la espera de su amiga para fundirse en un abrazo que más que reconfortarlos, los aliviaba. Pues ambos tenían el corazón en la mano de tan solo pensar que alguno de ellos estuviese en peligro.

Mal inicio, malos entendidos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora