Carta 4

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Querido Adam:

¿Alguna vez tuviste momentos incómodos? Claro que sí, yo he estado ahí. Pero hay momentos que no son sólo incómodos para ti, sino para la otra persona.

Un tal Eric me mandó un mensaje hoy, era un chico de la secundaria que nos conocía, ¿lo recuerdas? Yo sí, le habías caído bien. Es por eso que hoy me mandó un mensaje preguntándome cómo estabas, Adam.

Y te juro con mi vida que yo también me hago esa pregunta: ¿cómo estás, Adam? ¿Dónde estás? ¿Dónde te fuiste? Por lo menos, ¿estás en algún lugar?

Le dije que estabas bien, pues no podía decirle "muerto". Me rompería más el corazón a mí que a él.

¿Cómo le explicaría que no estás? Ni siquiera yo lo sé.

Adam, estoy en el centro de la ciudad, caminaba un rato y mientras veía unos negocios. Me paré hace poco para sentarme en un banco, y me di cuenta de algo un poco confuso: era el mismo lugar en el que me senté hace casi dos años atrás.

¿A caso te puedes imaginar mi sensación? ¿Ese escalofrío recorriendo mi columna mientras te sentía a mi lado? ¿Recuerdas por qué nos sentamos aquí? Porque yo sí.

Habíamos llegado de una fiesta y faltaban varias cuadras para llegar a casa. Eran las cinco de la mañana y yo estaba con unos tacones de quince centímetros, molesta contigo y con el mundo. Y tú, Adam, me seguías a pasos largos tratando de disculparte.

—Adeline —me llamaste por enésima vez desde que salimos de la fiesta en la casa de Elizabeth.

Las calles estaban desiertas totalmente, pero yo me sentía tan abrumada que parecía que estábamos en pleno mediodía.

—Vete a la mierda —salió tan rápido de mi boca que me sentí otra persona.

— ¿Salió la americana Adeline? —bromeaste.

Había parado de caminar y te miré furiosa: realmente quería estrangularte (juro que lo imaginé).

—Está bien, perdón —sonreíste.

No sé si estabas ebrio o simplemente alegre por un par de copas, Adam, pero realmente no estabas solucionando las cosas. Seguí caminando a unos metros de ti.

— ¿No quieres hablar? —insististe.

— ¡Cállate!

— Pero, ¡¿qué hice para que te pongas así?! —reíste.

Fue entonces cuando paré justo en el banco en donde estoy sentada dos años después, viéndote realmente molesta. Me acerqué furiosa a ti mientras me quitaba los tacos. Me acerqué tanto hasta el punto de estar pegada, pero me mirabas desde arriba cuando ya estaba descalza.

— ¡¿Qué hiciste?! —pregunté irónica—. ¿A caso tengo cara de imbécil como tu amigo?

— ¡¿Qué hizo Bill para que te enojes con él?!

Me alejé un poco para tomar mis zapatos mientras tú te quedabas mirándome.

— ¿Qué hizo? —reí—. Te preguntó cuándo yo aceptaría que salgas con tus amistades. ¿Quién rayos pregunta eso en frente de la persona?

— ¡¿Y yo qué tengo que ver?! —preguntaste alzando los brazos.

— ¡Dijiste que nunca porque era muy celosa! —grité mientras trataba de acercarme a ti—. ¡Me hiciste quedar como una novia psicópata! —me quejé—. ¡Me dejaste ver como una pobre idiota mientras todos se reían de mí!

Y en ese momento rodeaste los ojos, haciéndome estallar de la ira y nervios. Adam, sabías que yo no era buena peleando. Pero lo que no sabías era cuantas cosas decía mientras lo hacía.

Notas en Francia (Concurso UCAMA)Where stories live. Discover now