Notas en Francia (Concurso UCAMA)

Carta 1

Historia partícipe del concurso "Las últimas cartas a mi amor" #UCAMA

Juez: Brisa_Novasp

Querido Adam:

Esto es muy extraño, Adam. Realmente lo es. Digo, me conoces: sabes lo mucho que amo el arte medieval. Pero, escribirte una carta en uno... no lo sé. 

Luego de tu muerte me mudé a París con mis padres, te juro que todo era insoportable. Y después de un año de sonrisas en el día y llantos por las noches, decidí regresar a Indre y Loira. ¿Por qué? Porque aquí comenzó todo. Cuando decidí mudarme a este hermoso lugar, lo hice pensando en empezar de nuevo: era una chica de veinte años que había vivido la mayor parte de su vida en París junto a su familia. Pero siempre supe que estaba hecha para más viajes, para un lugar como Escocia o Irlanda, pero no era capaz de alejarme tanto de la gente que más quería, de mi vida y de Francia. Entonces me decidí por Indre y Loira, y te conocí.

Es por eso que quise regresar, Adam, porque este lugar fue un comienzo en mi vida. No sólo por ti, también por todo aquí. Y necesito que sea un cierre, no quiero alejarme totalmente, ya sabes, pasé cinco años de mi vida acá. Y ahora que te fuiste y que yo cumplo veintiséis... quiero cerrar una etapa. 

¿Sabes dónde estoy? Seguro lo recuerdas, estoy en el castillo de Chenonceau. Justo ahora una paz interior sale de mí mientras observo el lago y las hermosas construcciones. Tan antiguo, tan hermoso y con tantas historias. Este castillo fue construido en 1430, creo que te lo comenté. Y también te comenté cuanto me gustaban las cosas antiguas, las medievales. 

Elegí este lugar para la primer carta por muchos motivos, sabes que siempre tengo muchos motivos. Pero, después de todo, lo elegí por nuestra  pequeña discusión aquí: 

—El lugar es hermoso —habías comentado con la vista fija en la enorme construcción. 

Tú me habías hecho reír. Realmente ahora no lo hago, pienso en tu pelo castaño y tus ojos oscuros.

Y en como todo eso murió contigo. 

—No más hermoso que vos —bromeé. 

Te habías dado la vuelta y me sonreíste. Lo recuerdo perfectamente, tu rostro y las comisuras de tus labios elevadas con un castillo de fondo. Tus ojos brillaban y tú lo hacías con ellos.

Y, hoy en día, todas esas cosas están enterradas en un cajón. 

—Pensé que estabas enojada conmigo —habías dicho.

Me paré y reposé mi espalda contra una columna mientras te miraba. 

—Lo estoy —asentí—. Pero eso no significa que tenga mala cara todo el día.

— ¿Alguna vez te dije que eres muy extraña? 

—Nací en América, me mudé a París y luego a Indre y Loira —me encogí de hombros—. A veces puede que sea complicada.

Recuerdo cuando me decías que te gustaban mis ojos verdes y mi pelo negro, recuerdo tu sonrisa cada vez que alguien te saludaba. Siempre irradiabas felicidad, optimismo y euforia. Eso me gustaba de vos, la forma en la que veías el mundo.