Querido Adam:
No quería llegar al final de las cartas, Adam, realmente no quería. Que te hayas ido y yo tratando de escribirte, de comunicarme contigo... era como si vivieras realmente. Porque una cosa es romper con alguien y otra es que ese alguien ya no esté en el mundo de los vivos. Y escribirte estas cartas era como que estuvieras aquí, y si dejo esto voy a caer en la realidad. Me voy a dar cuenta de que realmente te fuiste, de que ya no hay forma de que estés.
Pero voy a ir al lugar en donde comenzó y terminó todo: el bar en donde trabajabas.
Mi madre me había dicho que tenían una excelente atención y buena mercadería, acepté ir con Elizabeth, pero ella no quiso. Entonces fui sola, yo y mi computador para seguir escribiendo. Y te diré la verdad: el café era horrible y la torta me empalagó. Y tú trabajabas ahí, pero yo no lo sabía, ni siquiera me atendiste.
¿Recuerdas qué pasó cuando se volvió de noche y tú y yo salimos fuera del bar? Había un espectáculo callejero de payasos. Yo no era fan de esas cosas, y tú tampoco. Sin embargo, ambos fuimos con toda esa gente a ver qué pasaba. Te colocaste a mi lado y ninguno de los dos nos prestamos atención.
¡Qué extraño! ¿Verdad? Éramos dos personas viendo un espectáculo callejero, que sin querer se rozaron los hombros, pero no sintieron nada. Estábamos parados uno al lado del otro riendo como si nada, tan ilusos, tan ingenuos. Yo no sabía qué me iba a enamorar de ti, tú no sabías que tus ojos marrones iban a brillar un poco más. Ninguno sabía que, casi seis años más tarde, yo te estaría escribiendo esta carta luego de tu muerte.
Entonces uno de los payasos nos vio y nos señaló, nos tomó de las manos y casi nos obliga a formar parte de su espectáculo. Lo recuerdo, mi vergüenza y la tuya era infinita.
Y lo más interesante es que tú me miraste, yo te miré, pero no sentimos absolutamente nada. Éramos dos personas en un juego de payasos, no sabíamos nuestros nombres y no fue amor a primera vista.
Al ver tus ojos los vi tan simples que no me interesaron en lo absoluto, y tú me viste y seguro pensaste lo mismo.
Entonces el espectáculo terminó, yo me iba a ir luego de hablar con uno de los payasos. Y luego entraste tú a la conversación. Adam, no sentí mariposas y menos me esperaba que fueras el amor de mi vida. Simplemente te vi ahí parado, bromeando conmigo y con un payaso. Y cuando se fue este último, nos miramos a los ojos sin saber que iríamos al castillo de Chenonceau juntos, sin saber que hablaríamos en una fuente, sin saber que pelearíamos en una banca a las cinco de la mañana, sin saber que te presentaría a mi familia y sin saber que estarías muerto años más tarde.
Y también recuerdo que pasó un tiempo después, hace un año. Yo había logrado obtener la aceptación de una editorial, ¿entiendes eso? ¡Iba a publicar mi primer libro! Iba a cumplir mi sueño más importante y te lo quería compartir. Entonces, al recibir respuesta, salí de casa y corrí hasta este mismo bar. Y me paré de repente.
¿Sabes qué había en el lugar donde nos conocimos? ¿En dónde estaba el espectáculo callejero?
Una ambulancia y varios policías, sin ignorar la multitud de personas alrededor de un cuerpo. Le pregunté a una señora qué pasó y respondió:
—Alguien quiso robar en el bar y cuando tomaron el dinero le dispararon a un chico —negó con la cabeza—. No cambiamos más.
Le agradecí y corrí hasta el bar, ignorando lo que veía la gente. Fui tan egoísta que sólo quise enseñarte lo que conseguí con tanto trabajo. Le pregunté a un mesero amigo dónde estabas. Y entonces me miró, me miró y no respondió. Yo no entendía nada, Adam, mi cuerpo era un nudo de emociones, un nudo imposible de desatar.

YOU ARE READING
Notas en Francia (Concurso UCAMA)
Short StoryLuego de un año de la muerte de Adam, Adeline decide volver a Indre y Loira para despedirse oficialmente de sus recuerdos y comenzar de nuevo. Ella empieza a escribir cartas y dejarlas en diez lugares distintos. Lugares que él y ella compartieron...