Capitulo 5 (segunda parte)

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-Samantha.


-¿Sí?


-Vuelve, ¿de acuerdo?

Le miro durante un segundo, después hago un gesto de asentimiento y me meto en casa, me ducho -descubriendo que la traidora de mi hermana ha vuelto a gastar lo que quedaba de mi acondicionador-, me pongo unos pantalones cortos y una camiseta de tirantes y regreso con dos enormes vasos de plástico llenos de limonada con hielo.

Jase está de espaldas, haciendo algo con una de las ruedas, pero se vuelve en cuanto mis chanclas resuenan en su camino de entrada. Le entrego la limonada y la mira como me he fijado que Jase Garrett suele mirarlo todo:
detenidamente, sin pasar por alto nada.

-¡Vaya! Los cubitos de hielo están hechos de limonada y llevan trozos de cáscara de limón y menta.

-Sí. Mi madre es una perfeccionista. Verla hacer limonada es como estar en un laboratorio de química.

Vacía el vaso de un trago y alarga la mano en busca del otro.

-Este es mío -digo yo.

-Oh... sí... por supuesto. Perdón. Tengo muchísima sed.

Le ofrezco mi limonada.

-Vamos, toma. En casa hay más.

Él niega con la cabeza.

-No, nunca te privaría de nada.

Noto cómo en mi estómago revolotean esas mariposas de las que todo el mundo habla. «Mala
señal.» Es la segunda vez que hablamos. «Muy mala señal, Samantha.»

Justo en este instante oímos el motor de un automóvil que está aparcando a nuestro lado.

-¡Hola, Samantha!

Se trata de Flip. Sale del vehículo y se acerca.

-¿Qué tal, Flip? -pregunta Jase.

-¿Le conoces?

-Salió con mi hermana Alice el año pasado.

-No se lo digas a Tracy -se apresura a decir Flip.

Jase me mira en busca de una explicación.

-Mi hermana es muy posesiva -le aclaro.

-Inmensamente posesiva -añade Flip.

-Siente muchos celos de las ex novias de sus novios -digo yo.

-Durante mucho tiempo -admite Flip.

-¡Pues qué bien! -ironiza Jase.

Flip se pone a la defensiva.

-Pero me es fiel. No se acuesta con mi pareja de dobles en el tenis.

Jase hace una mueca.

-Hombre, ya sabías en lo que te metías cuando empezaste a salir con Alice.

Miro a ambos.

-Bueno... no sabía que os conocíais -comenta Flip tras unos segundos

-No nos conocemos -replico yo justo cuando Jase dice: «Pues sí».

-Muy bien, da igual. -Flip alza las manos en un gesto que denota que no le interesa el asunto- ¿Dónde está Trace?

-Se supone que tengo que decirte que estará ocupada todo el día -confieso yo. Mi hermana es


toda una maestra en el arte de hacerse la difícil con los chicos; incluso cuando ya está saliendo con


ellos.

-De acuerdo. ¿Y dónde está, a ver?

-En la playa de Stony Bay.

-Entonces voy para allá. -Flip se da la vuelta dispuesto a marcharse.

-Si le llevas la revista People -le grito- y un helado de coco de la marca FrozFruit triunfarás.

-Eres buena gente -me dice Jase cuando me vuelvo hacia él.

Parece complacido, como si ese aspecto de mi personalidad le hubiera pillado desprevenido.

-No te creas. Es mejor para mí que Tracy esté feliz. Así me roba menos la ropa. Ya sabes cómo son las hermanas.

-Sí, pero las mías no me quitan la ropa.

De repente oigo un grito, una especie de chillido fantasmal. Me sobresalto y abro los ojos como

platos.

Jase señala el intercomunicador para bebés que hay enchufado en el garaje.

-George -explica y se dispone a entrar en la casa. Después, se da la vuelta y me hace un gesto

para que le acompañe.

Y así, tras todos estos años, es como me adentro por primera vez en el hogar de los Garrett. Gracias a Dios mi madre hoy trabaja hasta tarde.


Lo primero que me llama la atención es el color. En nuestra cocina todo es de color blanco o gris


metalizado -las paredes, las encimeras de granito, el frigorífico, el lavavajillas Bosch. Las paredes

de los Garrett son de un vivo amarillo. Las cortinas también son del mismo tono, pero adornadas con

hojas verdes. Todo lo demás es un arco iris de color. El frigorífico está cubierto de diferentes

dibujos, y otros tantos más están pegados a las paredes con cinta adhesiva. Los mostradores de


formica verde están llenos de tarros con plastilina, juguetes con formas de animales y cajas de

cereales y el fregadero tiene una pila de platos por lavar. En el centro hay una mesa lo


suficientemente grande para que todos los Garrett puedan sentarse a comer, pero no tanto como para


contener la pila de periódicos, revistas, calcetines, envoltorios de bocadillos, gafas de bucear,


manzanas a medio comer y cáscaras de plátanos que hay.

George viene a nuestro encuentro antes de que salgamos de la cocina. Trae consigo un enorme

dinosaurio de plástico y solo lleva una camiseta con el lema «Jardines botánicos de Brooklyn»; es

decir, que va sin pantalones y sin ropa interior.

-Vaya, compañero, ¿qué te ha pasado? -Jase se inclina sobre él, señalando con la mano la


parte inferior desnuda de su hermano.

El pequeño, con las mejillas surcadas de lágrimas, aunque ya sin llorar, toma una profunda

bocanada de aire. También tiene el pelo castaño y ondulado, pero sus ojos todavía humedecidos son

de color azul.

En la puerta de al ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora